Un estudio presentado en la XVIII Conferencia Europea sobre el Sida (EACS 2021), celebrada recientemente en formato mixto –online y en Londres (Reino Unido)– por la COVID-19, ha concluido que el dolor crónico en personas con el VIH se desarrollaría siguiendo 4 posibles pautas claramente diferenciadas, condicionadas por el lugar de dolor y su intensidad. Cada una de dichas pautas podría identificarse y manejarse de forma diferenciada por parte de los sistemas sanitarios, lo que ayudaría a un enfoque más personalizado.
El dolor crónico es una condición referida de forma frecuente en personas con el VIH, algo que se asocia a un claro empeoramiento de la calidad de vida y al desarrollo de diversas comorbilidades (véase La Noticia del Día 29/09/2021). Poco se ha investigado sobre posibles perfiles de personas con el VIH y dolor crónico, algo que ayudaría a optimizar el manejo de dicha condición en el contexto del seguimiento de la infección por el VIH.
Para arrojar un poco más de luz a este asunto, los autores del presente estudio contaron con la participación de 683 personas con el VIH integrantes de la cohorte POPPY (siglas en inglés de Observaciones Farmacocinéticas y Clínicas en Personas Mayores de 50), que identificaron los lugares donde experimentaban dolor y su intensidad, además de aportar diversos datos clínicos, sociodemográficos y de uso de dispositivos sanitarios. Los datos relativos a depresión se recopilaron a través de los cuestionarios validados CES-D y PHQ-9 y la calidad de vida se midió a través de la herramienta validada (SF-36).
El 86,6% de los participantes eran hombres, el 87,9% de etnia blanca y la mediana de la edad era de 57 años. Los investigadores identificaron cuatro perfiles de dolor crónico. El primero de los perfiles, que englobó al 57,3% de la cohorte, se caracterizaba por dolor de baja intensidad pero diseminado por todo el cuerpo. El segundo perfil (18,3% de la cohorte) venía definido por dolor de alta intensidad en la espalda. El tercer perfil (15,2% de la cohorte), se caracterizaba por altas tasas de dolor articular en ausencia de dolor de espalda. Por último, el cuarto perfil (9,2% de la cohorte) venía definido por dolor de alta intensidad diseminado por todo el organismo.
Los investigadores identificaron pocos factores demográficos que presentaran un impacto significativamente diferente en los grupos. En todo caso, sí pudieron hallar que en el tercer y cuarto perfil, sus integrantes tenían una mayor probabilidad de presentar bajos niveles de estudios y de estar desempleados (p= 0,005 y p= 00001; respectivamente). Mientras que el 88,9% de los integrantes del cuarto perfil cumplían con los criterios de fibromialgia, solo los cumplían el 10,4% de quienes presentaban segundo perfil, el 21,2% de los integrantes del tercer perfil y ninguno de los que presentaban el primer perfil (p= 0,0001).
El uso de dispositivos sanitarios para la atención del dolor y los síntomas depresivos aumentaron progresivamente entre el primer y el cuarto perfil (conforme la intensidad del dolor aumentaba), mientras que la calidad de vida iba disminuyendo.
Los hallazgos del presente estudio permiten definir cuatro perfiles de dolor crónico en personas con el VIH que precisan un manejo clínico claramente diferenciado. Identificarlos y seguir profundizando en la definición de perfiles puede ser muy útil para preparar programas y herramientas de práctica clínica para optimizar el manejo del dolor crónico en personas con el VIH, una estrategia claramente alineada con la atención individualizada, uno de los principales objetivos de la evolución de la atención sanitaria en los últimos años.
Fuente:NATAP / Elaboración propia (gTt).
Referencia:Sabin CA, Harding R, Sachikonye M, et al. Distinct groupings of people with HIV and pain associate differently with pain-related healthcare use and health-related quality-of-life (HRQoL): findings from the Pharmacokinetic and Clinical Observations in People Over Fifty (POPPY) study. 18th European AIDS Conference. Abstract PE3-18.
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