Glasgow 2020: El aumento de peso asociado a inhibidores de la integrasa no incrementaría el riesgo cardiovascular

El tipo de grasa más asociada a riesgos de tipo metabólico o cardiovascular no se vería aumentada de forma desproporcionada

Francesc Martínez
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Un estudio presentado en el Congreso Internacional sobre Terapia Farmacológica del VIH, celebrado tradicionalmente en la ciudad escocesa de Glasgow (Reino Unido) –pero de forma virtual el presente año por causa de la pandemia de la COVID-19 (acrónimo en inglés de enfermedad por coronavirus 2019)– ha concluido que el aumento de peso tras el inicio del tratamiento con antirretrovirales de la familia de los inhibidores de la integrasa no se asociaría a un incremento desproporcionado de la grasa corporal vinculada a un mayor riesgo de problemas metabólicos o de tipo cardiovascular.

El aumento de peso al comenzar a tomar inhibidores de la integrasa ha sido descrito en varios estudios (véase La Noticia del Día 05/11/2019), que le han llegado a atribuir una base genética (véase La Noticia del Día 27/03/2020). En todo caso, todavía no está bien definido el mecanismo metabólico implicado, como tampoco lo está el tipo de aumento de peso observado (por ejemplo, si se trata de un aumento del tejido adiposo o de la masa magra o de cómo se ve alterada la composición lipídica del tejido adiposo; etc.).

Las consecuencias a largo plazo del aumento de peso no son siempre las mismas, ya que no todos los tipos de grasa corporal contribuyen del mismo modo al aumento del riesgo metabólico o cardiovascular. La grasa que envuelve a los órganos (grasa visceral) es más dañina a estos niveles que la grasa subcutánea.

Para establecer qué tipo de tejidos aumentan con el aumento de peso asociado a inhibidores de la integrasa, un equipo italiano de investigadores puso en marcha un estudio que contó con la participación de personas atendidas en una clínica de Módena (Italia) especializada en el manejo de patologías metabólicas en personas con el VIH. Los datos fueron obtenidos de forma retrospectiva y el periodo analizado fue el comprendido entre los años 2007 y 2019. En el estudio se compararon los cambios en la distribución de la grasa corporal y en su densidad de las personas que habían cambiado su tratamiento antirretroviral por uno que contuviera un inhibidor de la integrasa con los de aquellas personas que no hubieran llevado a cabo dicho cambio. Todos los participantes tenían el VIH y estaban en tratamiento antirretroviral.

La composición corporal fue evaluada por medio de absorciometría dual de rayos X (DXA, en sus siglas en inglés, antes conocida como DEXA), que permite establecer el porcentaje de masa magra y el de masa grasa. Para determinar la cantidad y densidad de la grasa en los compartimientos subcutáneo y visceral, los investigadores usaron tomografía computarizada (TC), que también permite medir el tejido adiposo epicárdico –la grasa que rodea las arterias coronarias-.

Hasta la fecha, diversos estudios han reportado datos contradictorios en la relación entre la densidad de la grasa y determinados biomarcadores de riesgo cardiovascular o metabólico en personas con el VIH. Así, mientras que un estudio estadounidense halló relación entre el aumento de la densidad de la grasa subcutánea y el de biomarcadores de inflamación vinculados a riesgo cardiometabólico, otro grupo de investigación halló un resultado opuesto –es decir, que una disminución de la densidad del tejido adiposo se relacionaría con mayores niveles de inflamación. Es posible que dependiendo de la causa de la pérdida o aumento del tejido adiposo, el impacto cardiometabólico pueda variar (a título de ejemplo, si una persona con el VIH que no está en tratamiento pierde grasa, es posible que tenga la infección fuera de control y, por tanto, el riesgo cardiovascular y los niveles de inflamación sean altos).

Un total de 211 personas que cambiaron a un tratamiento basado en inhibidores de la integrasa y 207 que se mantuvieron en su tratamiento inicial fueron incluidas en el estudio. La mediana de la edad de los participantes era de 50 años, el 70% eran hombres y el índice de masa corporal promedio era de 23,5 Kg/m2. Las personas que cambiaron de tratamiento tenían menores niveles de CD4 (559 células/mm3 y 623 células/mm3 en los grupos que cambiaron o no de tratamiento, respectivamente) y un menor recuento de CD4 nadir (150 células/mm3 y 210 células/mm3 en los grupos que cambiaron o no de tratamiento, respectivamente).

No había diferencias entre los dos grupos en la masa grasa, la distribución de la grasa corporal o la densidad grasa al inicio del estudio. Ambos grupos tenían un alto volumen de grasa visceral, lo que indicaría que una amplia proporción de ambos grupos tenían lipodistrofia. El promedio de tiempo en tratamiento antirretroviral era de 19 años en quienes cambiaron el tratamiento y de 16 en quienes se mantuvieron con su tratamiento sin inhibidores de la integrasa.

Tras una mediana del seguimiento de 4,5 años entre quienes pasaron a tomar un inhibidor de la integrasa y de 4 años en quienes no cambiaron de tratamiento se observó un aumento de peso similar (incrementó más de un 5% su índice de masa corporal el 51% del grupo que cambió de tratamiento y el 57% de quienes no lo hicieron). No se observaron diferencias significativas entre quienes pasaron a tomar un inhibidor de la integrasa y quienes se mantuvieron en su tratamiento inicial en términos de aumento de grasa total o de aumento de grasa subcutánea o visceral. No obstante, las personas que cambiaron a un tratamiento basado en un inhibidor de la integrasa mostraron una tendencia no significativa a presentar un mayor aumento de grasa subcutánea. El único hallazgo significativo observado fue que quienes cambiaron a un tratamiento con inhibidores de la integrasa experimentaron una reducción significativa en la densidad de la grasa visceral.

Los resultados del presente estudio, a pesar de no ser altamente concluyentes y poder estar afectados por diversos sesgos producto de su naturaleza observacional, parecen indicar que el aumento de peso asociado a inhibidores de la integrasa no se relacionaría con cambios en el tejido adiposo preocupantes a nivel cardiometabólico tales como aquellos producidos en el tejido adiposo visceral. No obstante, es importante que se siga investigando dicho efecto secundario para acumular evidencias que afiancen la seguridad de los inhibidores de la integrasa, que son la principal familia de antirretrovirales en la actualidad.

Fuente: Aidsmap / Elaboración propia (gTt-VIH).

Referencia: Guaraldi G et al. Fat distribution and density in people living with HIV with ≥5% weight gain. HIV Glasgow 2020, abstract 0111.

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