Un reciente estudio —publicado en Clinical Infectious Diseases— ha comparado las principales calculadoras de riesgo cardiovascular en personas con el VIH. Sus resultados evidencian que ningún modelo ofrece por sí solo una valoración completamente fiable para guiar la prevención de la enfermedad cardiovascular en esa población.
El estudio, realizado a partir de los datos del estudio REPRIEVE (véase La Noticia del Día 26/09/2023) —que incluyó a más de 7.700 personas con VIH sin antecedentes cardiovasculares— muestra que las predicciones varían notablemente según la herramienta empleada. Los resultados alertan sobre la necesidad de un abordaje individualizado y de decisiones compartidas entre profesionales y las personas con el VIH a la hora de iniciar tratamientos preventivos tales como las estatinas.
Tres modelos, tres resultados distintos
La investigación comparó tres ecuaciones de riesgo utilizadas actualmente en distintos entornos sanitarios: las PCE (ecuaciones con datos de cohortes acumulados, en sus siglas en inglés), empleadas en las guías estadounidenses; PREVENT, un modelo más reciente de la Asociación Americana del Corazón y SCORE2, incorporado a las directrices europeas sobre atención del VIH. Los autores evaluaron qué proporción de los participantes del estudio cumplía los criterios de elegibilidad para recibir estatinas según cada modelo.
Los resultados fueron dispares. El riesgo cardiovascular estimado a diez años fue mayor con PCE (4,4%), intermedio con SCORE2 (3,3%) y menor con PREVENT (2,2%). En comparación con PCE, PREVENT reclasificó al 38% de las personas de un riesgo superior al 5% a uno inferior, mientras que SCORE2 hizo lo mismo en el 27% de los casos. Estas diferencias implican que una misma persona podría ser considerada de “alto riesgo” según un modelo y de “bajo riesgo” según otro.
El análisis también estimó la incidencia de eventos cardiovasculares mayores (MACE, en sus siglas en inglés) y el número necesario de personas a tratar en cinco años (NNT5, en su acrónimo en inglés) para prevenir un evento. De forma destacada, los grupos con menor riesgo según PREVENT presentaron un NNT5 similar al del grupo de riesgo elevado definido por PCE. En consecuencia, el uso de determinados modelos podría reducir la prescripción de estatinas, pero también incrementar la probabilidad de padecer eventos cardiovasculares.
Más allá de las calculadoras: juicio clínico y equidad
Los resultados del estudio confirman lo que numerosos especialistas ya sospechaban: los modelos de riesgo tradicionales no captan adecuadamente las particularidades del VIH ni los efectos de su tratamiento. Factores como la inflamación crónica, el tiempo de infección o el tipo de terapia antirretroviral influyen en el riesgo cardiovascular, pero no suelen estar integrados en las fórmulas de predicción. Esto explica por qué, en la práctica, las calculadoras tienden a infravalorar el riesgo en la población con el VIH.
El trabajo subraya la importancia de combinar las herramientas de cálculo con el juicio clínico. Cuando la puntuación de riesgo se encuentra en el límite, conviene valorar otros indicadores, como un recuento nadir de CD4 bajo, complicaciones metabólicas o antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular. En estos casos, optar por iniciar una estatina puede ser una decisión prudente y justificada.
También se pone de relieve un aspecto de equidad en salud: las calculadoras, en el contexto del VIH, tienden a subestimar el riesgo en mujeres, personas jóvenes y personas de determinadas etnias. Este sesgo puede contribuir a una menor prescripción de tratamientos preventivos, perpetuando desigualdades en la atención. Por ello, los autores instan a interpretar los resultados con cautela y a tener en cuenta los contextos personales y sociales.
Fuente: The Body Pro/Elaboración propia (gTt).
Referencia: Grinspoon S, Zhao S, et al. Risk assessment in a global CVD prevention cohort of people with HIV by PCE, PREVENT, and SCORE2. Clin Infect Dis. 2025 Sep 26;ciad529. doi:10.1093/cid/ciad529.
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