IAS 2019: Rosuvastatina se muestra ineficaz para prevenir la aterosclerosis en personas con el VIH

A pesar de reducir los niveles de colesterol ello no se tradujo en beneficios clínicos, aunque sí en una mayor incidencia de efectos adversos

Francesc Martínez
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Un estudio presentado en la X Conferencia sobre la Ciencia del VIH de la Sociedad Internacional del Sida (IAS, en sus siglas en inglés), celebrada el pasado mes de julio en Ciudad de México (México), ha concluido que el uso fármaco para la reducción de los niveles de colesterol rosuvastatina no conllevaría una reducción de la progresión de la aterosclerosis en personas con el VIH al ser utilizado para prevenir la progresión de la enfermedad cardiovascular.

A medida que las personas con el VIH envejecen, su tendencia a padecer enfermedades crónicas no definitorias de sida aumenta. Entre ellas destaca la enfermedad cardiovascular.

Las elevaciones en los niveles de colesterol y/o triglicéridos –un efecto secundario asociado a algunos antirretrovirales- aumentan el riesgo de padecer enfermedad arterial coronaria, infartos de miocardio y accidentes vasculares cerebrales. Las recomendaciones médicas suelen establecer que tras valorar diversos factores de riesgo se decida si es necesario utilizar fármacos tales como las estatinas para reducir los niveles de colesterol. Framingham, una de las escalas de valoración de riesgo más utilizadas, no es muy útil en personas con el VIH, colectivo en el que se muestra poco precisa.

Para arrojar un poco de luz a este asunto, un equipo de investigadores diseñó un estudio para determinar los efectos de rosuvastatina –una estatina- sobre la progresión de la aterosclerosis en personas con el VIH con un riesgo cardiovascular moderado según la escala Framingham.

Como marcador subrogado de la progresión de la aterosclerosis los investigadores midieron el grosor íntima-media (una medida del grosor de las dos capas más internas de la pared arterial) en la arteria carótida, que lleva sangre al cerebro.

La aterosclerosis tiene lugar cuando lípidos, calcio y otras sustancias forman placas en la parte interior de las arterias. Este proceso finalmente bloquea las arterias coronarias que proporcionan sangre al músculo cardíaco, lo cual puede conllevar un infarto de miocardio o –si las placas se rompen y llegan al cerebro- un accidente cerebral vascular.

El estudio incluyó a 84 personas con el VIH de Australia y Suiza. Casi todas eran hombres, la mayoría de etnia blanca y la mediana de la edad era de 54 años. Los participantes llevaban en tratamiento antirretroviral un mínimo de 6 meses, tenían en su totalidad carga viral indetectable y –en general- unos niveles de CD4 elevados.

Los participantes, en su conjunto, fueron clasificados como de riesgo cardiovascular moderado, con unas puntuaciones en la escala Framingham que sugerían que el riesgo a 10 años de enfermedad arterial coronaria sería del 11%. Si estas personas pertenecieran a la población general no se considerarían candidatas a recibir estatinas, pero el hecho de vivir con el VIH fue considerado por los autores del estudio como un factor añadido que permitiría tanto la inclusión del uso de estatinas en la prevención de la enfermedad arterial coronaria como el uso de placebo sin que ello pudiera ser éticamente reprobable.

Un tercio de los participantes eran fumadores, también un tercio tenían historial familiar de infarto de miocardio y una cuarta parte tomaban abacavir (especialidad farmacéutica genérica [EFG], Ziagen®, también en Triumeq® y Kivexa®) -fármaco asociado a un mayor riesgo de padecer infarto de miocardio, aunque no en todos los estudios (véase La Noticia del Día 04/07/2011 )-.

Los participantes fueron distribuidos aleatoriamente a tomar una píldora diaria de rosuvastatina (20mg) o placebo. Por causa de la interacción farmacocinética existente, la dosis de rosuvastatina fue de 10mg entre aquellas personas que tomaban inhibidores de la proteasa.

El grosor de la capa íntima-media de la arteria carótida fue medido al inicio, a la semana 48 y a la semana 96 en tres puntos diferentes (bulbo carotídeo, arteria carótida común y arteria carótida interna) de ambos lados del cuello. Ninguna de las mediciones mostró diferencias entre los dos grupos al inicio del estudio.

Como era de esperar, los niveles de colesterol total y colesterol-LDL (el colesterol “malo”) disminuyeron en el grupo con rosuvastatina mientras que permanecieron inalterados en el grupo con placebo . Sin embargo, ello no se tradujo en los beneficios clínicos esperados ya que no se observaron diferencias significativas en los cambios en el grosor de la capa íntima-media entre los dos grupos ni a las 48 ni a las 96 semanas de tratamiento .

Los participantes que recibieron rosuvastatina experimentaron más efectos adversos . En el grupo con rosuvastatina se registraron dos muertes y 5 casos de efectos adversos graves (que representaron el 11% de los participantes del brazo) incluidos un accidente vascular cerebral, dos infartos de miocardio, dos diagnósticos de diabetes mellitus de tipo 2 y un caso de insuficiencia cardíaca. Ninguno de los participantes con placebo experimentó efectos adversos graves.

Los resultados del presente estudio hacen necesario establecer adecuadamente el umbral de riesgo teórico a partir del cual tiene sentido la inclusión de estatinas como tratamiento preventivo de la progresión de la aterosclerosis en personas con el VIH. En este sentido, serán importantes los hallazgos del amplio estudio REPRIEVE (véase La Noticia del Día 05/06/2015 ) para determinar adecuadamente el ámbito de uso de estos fármacos teniendo en cuenta todos los posibles factores de riesgo específicos de las personas con el VIH.

Fuente: Aidsmap / Elaboración propia ( gTt-VIH )
Referencia: Trevillyan J et al. Impact of rosuvastatin on atherosclerotic progression in people with HIV at moderate cardiovascular risk: a multinational, randomized, double blind, placebo-controlled trial. Tenth International AIDS Society Conference on HIV Science, Mexico City, abstract MOAB0201, 2019.

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