La terapia antirretroviral de acción prolongada se perfila como una alternativa prometedora a la medicación oral diaria en el tratamiento de la infección por el VIH, ya que tiene el potencial de ofrecer mejoras en la adherencia al tratamiento antirretroviral. Un estudio llevado a cabo en EE UU, publicado en BMC Infectious Diseases, analizó las preferencias de 699 personas con el VIH para comprender cómo estas variaban en función de sus características individuales.
Hoy en día, el tratamiento antirretroviral tiene una elevada efectividad a la hora de controlar la replicación del VIH. No obstante, dicha efectividad depende, en gran medida, del grado de adherencia a los fármacos. Por este motivo, la comunidad científica del VIH está intensificando los esfuerzos por ampliar las opciones de administración del tratamiento antirretroviral que simplifiquen la adherencia y que se adecuen al ritmo de vida actual de las personas con el VIH. Ello ha llevado a la tendencia actual de los tratamientos antirretrovirales de acción prolongada. Un estudio llevado a cabo tiempo atrás (véase La Noticia del Día 05/02/2019) apuntó a que diversos factores -entre los que se encontraban la efectividad del tratamiento o la exposición a menores cantidades de fármacos- favorecían la aceptabilidad de las terapias de acción prolongada entre las personas con el VIH.
Los participantes del presente estudio completaron una serie de encuestas que les presentaban diferentes escenarios con opciones hipotéticas de tratamiento. Estas opciones incluían distintas modalidades de terapia antirretroviral de acción prolongada: comprimidos por vía oral, inyecciones subcutáneas, inyecciones intramusculares e implantes. Además, también respondieron sobre aspectos tales como la frecuencia preferida de tratamiento, el lugar de administración, el nivel de dolor asociado a las inyecciones, el tiempo requerido con carga viral indetectable previo al inicio del tratamiento, la necesidad de realizar pruebas de tolerabilidad previas y la flexibilidad en la administración de las dosis tardías.
Mediante el modelo estadístico utilizado, se identificaron tres grupos principales según sus preferencias. Dos de estos grupos mostraron una inclinación hacia la terapia de acción prolongada. Uno de ellos -que representaba el 29% de la muestra- prefería los implantes como método de administración. Otro, que abarcaba el 35%, se decantaba por opciones de administración oral o inyectable. En contraposición, el 36% restante mostró una mayor preferencia por el tratamiento que seguía actualmente, solo contemplando el cambio si se trataba de comprimidos de acción prolongada administrados oralmente que pudieran tomarse en casa.
Las diferencias entre estos grupos revelaron patrones interesantes. Quienes mostraron mayor interés en las opciones de acción prolongada tendían a ser más jóvenes, con un nivel educativo más alto y con menor adherencia a su tratamiento actual. Además, eran menos reacios a las inyecciones en comparación con aquellos que preferían mantener la terapia diaria. Dentro del grupo que optó por los implantes, se observó una menor proporción de personas con carga viral indetectable y una mayor facilidad para acceder a servicios médicos. Por otro lado, el grupo que prefería tanto la administración oral como la inyectable presentaba una mayor prevalencia de trastornos de salud mental.
Los hallazgos de este estudio ofrecen una visión más detallada sobre las preferencias de tratamiento entre las personas con VIH y pueden contribuir al diseño de estrategias más alineadas con las necesidades individuales, facilitando así una mejor adherencia y eficacia de la terapia antirretroviral.
Fuente: Elaboración propia (gTt-VIH)
Referencia: Saldarriaga EM, Hauber B, Barthold D, et al. Patient preferences for long-acting HIV treatment: a preference heterogeneity assessment. BMC Infect Dis. 2025;25(1):237. Published 2025 Feb 19. doi:10.1186/s12879-025-10546-w
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