La supervivencia de las personas que han recibido un trasplante renal es comparable entre quienes viven con el VIH y quienes no lo tienen durante los primeros años tras la intervención.
Sin embargo, a los cinco años se observan diferencias relevantes. Esto indica la necesidad de estrategias de seguimiento más prolongadas y un control clínico adaptado al estado serológico. Así lo muestra un metaanálisis publicado en BMC Infectious Diseases, que revisa más de treinta años de evidencia sobre los resultados del trasplante renal en personas con infección por el VIH.
De la igualdad inicial a la brecha a largo plazo
Desde la aprobación en 2013 de la ley HOPE Act en Estados Unidos —que permitió realizar estudios de trasplante en personas con el VIH— se ha generado un gran volumen de datos.
El nuevo metaanálisis integró la información de 6.174 personas con el VIH que recibieron un trasplante renal, procedente de 49 estudios, la mayoría retrospectivos.
Hasta ahora, los resultados publicados eran alentadores (véase La Noticia del Día 10/10/2019).
En el corto plazo, la supervivencia postrasplante alcanzó el 94 % al año y el 89 % a los tres años, cifras muy similares a las de pacientes sin VIH.
A los cinco años, la supervivencia descendió al 82,8 %, y las diferencias con los receptores seronegativos fueron estadísticamente significativas (HR 1,91; IC95 % 1,22–3,00; P < 0,0001).
En otras palabras, el riesgo de fallecer a cinco años casi se duplicó en las personas con el VIH. Durante los primeros años, el comportamiento clínico y la supervivencia global fueron prácticamente equivalentes entre los dos grupos.
El desafío principal se sitúa, por tanto, en el mantenimiento del injerto y del estado inmunitario a largo plazo, más que en el éxito quirúrgico inmediato.
Supervivencia del injerto y rechazo: papel del sistema inmunitario y las coinfecciones
La supervivencia del injerto —es decir, la duración funcional del riñón trasplantado— fue del 90,2 % al año, del 77,9 % a los tres años y del 70,5 % a los cinco años. En este caso, las diferencias según el estado serológico aparecieron antes: el riesgo de pérdida del injerto fue más del doble durante el primer año y siguió siendo alto a los tres años, aunque la brecha se redujo con el tiempo.
La coinfección por el virus de la hepatitis C (VHC) se asoció a peores resultados tanto a uno como a cinco años.
El uso de tratamientos basados en inhibidores de la proteasa también se relacionó con menor rendimiento del injerto, quizá por interacciones farmacológicas o efectos metabólicos adversos.
El rechazo del injerto, un marcador clave de la respuesta inmunológica frente al órgano trasplantado, se observó en el 25,6 % de los casos al año, en el 32,7 % a los tres años y en el 38,5 % a los cinco años. El riesgo fue casi el doble en personas con el VIH.
No obstante, mantener la carga viral indetectable redujo de forma notable esta probabilidad, lo que subraya la importancia de la adherencia al tratamiento antirretroviral.
Reforzar el seguimiento y adaptar las estrategias terapéuticas
En el análisis multivariable, el recuento de linfocitos CD4+ previo al trasplante fue el principal factor asociado a la supervivencia. Una mejor función inmunitaria antes del procedimiento se tradujo en mejores resultados globales, tanto en supervivencia como en duración del injerto.
Estos hallazgos confirman que los avances terapéuticos han permitido igualar las tasas iniciales de éxito del trasplante renal entre personas con y sin VIH. Sin embargo, persisten vulnerabilidades que se manifiestan con el tiempo. La inflamación crónica, las coinfecciones virales, las interacciones farmacológicas y la toxicidad acumulada de algunos fármacos pueden contribuir al deterioro progresivo.
El estudio recuerda además que la mayoría de los datos proceden de países de ingresos altos, con escasa representación de contextos de recursos limitados.
Conclusión: hacia una atención más sostenida y personalizada
En conjunto, los resultados confirman que el trasplante renal es una opción viable y eficaz para las personas que viven con el VIH, siempre que se mantenga un control inmunológico y virológico adecuado.
La pérdida de supervivencia a los cinco años pone de relieve la necesidad de estrategias de manejo a largo plazo, centradas en la prevención de complicaciones metabólicas, la detección temprana del rechazo y el ajuste continuo del tratamiento antirretroviral.
El reto actual ya no es lograr la viabilidad del trasplante, sino asegurar una supervivencia sostenida y de calidad durante toda la vida del injerto.
Fuente: Infectious Disease Advisor / Elaboración propia (gTt-VIH)
Referencia: Leung KC, Ng WWS, Ciofani J, Kwok W. Survival of kidney transplantation in people living with HIV/AIDS: a systematic review and meta-analysis. BMC Infect Dis. Published online September 26, 2025. doi:10.1186/s12879-025-11480-7
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