Siempre hay una luz que nos puede guiar hacia un mañana mejor

Andrea

Cada mañana despierto con la sombra violeta del miedo acechando en la penumbra de mi habitación. Un recordatorio constante del enemigo invisible que habita en mi interior, ese virus que ha convertido mi vida en una batalla diaria.

El sol se cuela tímidamente entre las rendijas de las cortinas, dibujando líneas doradas sobre mi piel. Sin embargo, su calor no logra ahuyentar el frío que anida en mi alma. Me levanto con pesadez, arrastrando mi cuerpo como si fuera una marioneta rota.

El desayuno sabe a metal, cada bocado me recuerda la medicación que debo tomar, esas píldoras que me mantienen vivo, pero que también me alejan de la vida normal que anhelo. Salgo a la calle, me enfrento al mundo con una sonrisa falsa, una máscara que oculta la fragilidad que me invade.

En el trabajo, finjo ser fuerte, concentrarme en las tareas me ayuda a evadir la realidad por unas horas. Pero en el silencio de mi hogar, la sombra violeta regresa con más fuerza. Me miro en el espejo y veo el rastro del VIH en mi rostro demacrado, en mis ojos que alguna vez brillaron con alegría, ahora apagados por la incertidumbre.

La soledad se convierte en mi compañera más fiel. El miedo al rechazo, al estigma, me aleja de las relaciones profundas. Anhelo el contacto humano, el calor de un abrazo, pero el terror a ser juzgado me mantiene cautivo en mi propia prisión.

En las noches, la oscuridad se vuelve mi confidente. Le susurro mis miedos, mis sueños rotos, mis anhelos de una vida normal. Lágrimas silenciosas recorren mis mejillas, mientras la sombra violeta me acorrala en la esquina de mi habitación.

A pesar de la oscuridad, una pequeña llama de esperanza sigue viva en mi interior. Me niego a rendirme, a entregarle la victoria al VIH. Cada día es una batalla, una lucha por aferrarme a la vida, por encontrarle un sentido a mi existencia.

Sé que no estoy solo en esta guerra. Hay miles de personas que como yo viven con el VIH, luchando en silencio por un futuro mejor. Juntos podemos romper las cadenas del estigma, derribar los muros de la discriminación y construir un mundo donde el VIH no sea una sentencia de muerte, sino una condición con la que se puede vivir una vida plena y significativa.

Mi historia es desgarradora, sí, pero también es una historia de resiliencia, de amor propio y de la búsqueda incansable de la esperanza. Es un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una luz que nos puede guiar hacia un mañana mejor.

1 comentario en «Siempre hay una luz que nos puede guiar hacia un mañana mejor»

Deja un comentario

Redes sociales

¿No quieres perderte nada?
Síguenos en todas las redes

Gilead
Janssen
MSD
ViiV
Gilead
Janssen
MSD
ViiV Healthcare
Abbvie
Abbvie
Abbvie
Abbvie
Gilead
MSD