Esa misma mañana fui al laboratorio a sacarme la sangre y a los tres días me entregarían los resultados. En el fondo le pedía a Dios que todo estuviera bien, aunque era consciente de que el resultado podría no ser favorecedor debido a la vida sexual desenfrenada que había llevado en el pasado sin siquiera pararme a pensar en las consecuencias que esto podría traer.
Esa mañana muy temprano me fui al laboratorio con el corazón a mil, pidiendo al cielo que todo saliera bien. Llegué a la recepción y con documento en mano, voz un poco temblorosa y evidentemente nervioso le solicité a la bacterióloga los resultados. Ella los imprimió y me los entregó, pero justo antes de irme me dice que en el sobre faltaba un examen que me entregarían en el consultorio médico el día que tuviera cita con el doctor.
Desde ese instante supe que algo andaba mal, porque justo el examen que no me entregaron fue el del VIH. Me puse a temblar, a sudar frío, no sabía qué hacer, mi mundo se derrumbaba porque sabía que el resultado había dado positivo. Lloré, tomé un taxi y de inmediato me fui al consultorio médico en dónde evidentemente me confirman que era VIH positivo.
Los tres primeros días fueron terribles, estaba completamente deprimido, me sentía el más moribundo de los hombres, estaba postrado en mi cama sin ánimos de nada, pensando en cómo le diría a mis padres tan devastadora noticia.
Tuve cita con el infectólogo quién me encontró físicamente bien y me mandó otro Elisa que también dio positivo y luego el Western blot con el que quedó confirmado el diagnóstico.
Actualmente me encuentro bien, no tengo síntomas, muy esperanzado en que mi vida no se apagará y en que podré cumplir todos los proyectos que aún tengo en mente.
Ya me hicieron los exámenes de sangre para el recuento de carga viral y CD4 y además otra cantidad de exámenes entre ellos hepatitis, tuberculosis, etc. Todo con el fin de poder verificar cómo me encuentro antes de empezar el tratamiento.
La verdad es que no dejo de sentir miedo por lo que se viene, pues he leído tantas cosas acerca de los efectos secundarios de los antiretrovirales que tendré que tomar de por vida. Pero estoy muy esperanzado.
Yo sé que no será fácil, y que de ahora en adelante nada será igual. Pero tengo muchas ganas de seguir firme en la batalla y no dejarme amedrentar por este virus que vive dentro de mí, pero que no me define.
Los invito a todos a no darse por vencidos y a que aun en distintas partes del mundo desde donde nos conectemos permanezcamos unidos en la lucha dándonos ánimo y apoyo en este proceso que hay que llevar a cuestas.
Yo personalmente no pienso sentirme como basura nunca más, no pienso deprimirme ni a dejarme vencer por esto que es más psicológico que otra cosa. Sé que habrá lágrimas, pero sé que serán de esperanza, de amor y de reconciliación conmigo mismo.
A vivir, a luchar y a no caer. ¡Ánimos!