En ese tiempo, en mi país no administraban medicación para el VIH. Al cabo de unos meses me dieron AZT. Salí del centro hospitalario y me dieron la incapacidad. Perdí mi trabajo. Ya en casa, de 1998 a 1999 me recetaron la terapia triple, pero como tenía secuelas debido a AZT, me bajó la hemoglobina y me subió la bilirrubina. Además, un medicamento del tratamiento combinado, el Crixivan®, no lo resistía mi sistema inmunitario. Caí de nuevo en fase de sida, y estuve al borde de la muerte. Los médicos determinaron que muriera en casa. Entonces, sufrí una candidiasis esofágica. Estuve dos años ingiriendo puro líquido, pues la comida sólida no me bajaba por el esófago.
Tomaba fluconazol para tratarme la candidiasis, también sulfamidas y ranitidina, más la terapia triple: en total, más de 30 pastillas al día. Se me curó la candidiasis, pero el esófago se me estrechó. Por otra parte, cada quince días me tenían que hacer una endoscopia (me introducían cinco tubos de diferentes tamaños). Pasé por ese calvario dos años.
Gracias a Dios, desde hace cuatro años no me hacen endoscopias. Además, ya como bien y ando. Hace quince años que vivo con VIH.
