Evitaba tener relaciones porque temía las enfermedades sexuales, pero por el mismo motivo también los hombres que conocía me rechazaban, a nadie le interesaba alguien que no quisiera tener sexo. Entré en el juego y comencé a hacerlo con condón. Pasó el tiempo hasta que cumplí tal vez 24 o 25 años, a través de una aplicación gay conocí a un sujeto que me invitó a su hotel y tuvimos sexo, yo lo penetré con preservativo, pero para mí desgracia me quedé dormido. Desperté porque sentía un malestar en mi ano solo para darme cuenta que el tipo me estaba penetrando, reaccioné y lo primero que hice fue palpar su miembro, lo había hecho sin preservativo. Él me juró de todas las maneras posibles que estaba sano, pero nunca le creí. Pasó el tiempo y llegaron unos días oscuros cuando me despertaba a media noche porque tenía calentura y sentía un hormigueo en la piel, luego no sé por qué me llené de sarna. Aunque pude curarme de la sarna los despertares a media noche seguían y no me dejaban descansar, lo dejé pasar, pero el hormigueo se transformó en petequias rojas en todo mi pecho y mis brazos. Tomé medicamentos, nada los curaba hasta qué con mucho miedo y estando seguro de que saldría positivo me hice la prueba y así era.
Un febrero fui detectado con VIH, el químico fue muy amable y me orientó y ánimo diciéndome que todo estaría bien, que conocía a varias personas que vivían en esa condición y que el tratamiento me saldría gratuito yendo al hospital en los CAPASITS (Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención en SIDA e Infecciones de Transmisión Sexual) o bien con el IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social). No quería perder tiempo así que fui al IMSS, le dije claramente al médico que el contagio fue por vía sexual y que había sigo contra mi voluntad pero que, regularmente solía besarme con desconocidos que conocía en aplicaciones. Él solamente puso en su informe que yo tenía relaciones sexuales sin protección, cosa no era cierta. Me dirigió hacia el área de epidemiología y allí me tomaron datos para sus estadísticas y me mandaron a hacer otros 3 estudios de laboratorio. El resultado de uno de ellos demoraba un mes y yo me aterraba ante la idea de pensar que todavía no me darían los medicamentos. Al fin llegó el estudio y gracias a él debían mandarme ahora al hospital de especialidades del IMSS, pero surgió un detalle: no había espacio, había que esperar hasta que el hospital se desocupara un poco y es que me explicaron que eran varios pacientes en espera de obtener consulta.
Después de otros dos meses, en total tres de espera, me pudieron conseguir cita gracias a que insistí en que me sentía muy mal y que sería conveniente iniciar el tratamiento de inmediato. No era cierto que me sentía tan mal, pero estaba aterrado.
El médico del hospital de especialidad me recetó un tratamiento que debía tomar por la noche debido a los efectos secundarios. Así lo hice y a partir de entonces mis sueños empezaron a ser tan reales y nítidos como si pudiera tocar todo lo que soñaba, era como estar en una sala de cine. Durante el día me sentía cansado y con sueño. Pude tolerar todo eso, pero me intoxiqué y me llené de ronchas en el cuerpo, así que el médico suspendió el tratamiento y me dijo que no tomara nada hasta que las ronchas desaparecieran.
Al segundo mes me recetó antihistamínicos que debía tomar 15 días y después empezar de nuevo el tratamiento. Esta vez fue peor, en lugar de sueños nítidos tenía pesadillas, casi como si mi corazón se detuviese y no pudiera mover mi cuerpo. Escuchaba voces y veía imágenes oníricas horribles. Lo dejé y el médico me recetó entonces otro tratamiento distinto. Mi cuerpo lo aceptó bien, pero mis ojos abiertos ahora solían verse amarillos frecuentemente y algunas personas me dijeron que seguro tenía anemia y yo les decía que sí y que ya la estaba tratando, pero en realidad la amarillez de mis ojos era por culpa de uno de los fármacos del tratamiento.
Seguí al pie el tratamiento y llegué a una carga viral indetectable. Entonces en el hospital me informaron de que debían cambiar ese tratamiento por otro debido a la escasez de medicamentos, ya que el gobierno había roto relaciones con algunos proveedores y estaban buscando unos nuevos para abastecerse de nuevo. Me recetaron otro tratamiento en un comprimido y lo tomé durante dos meses. Uno de esos meses no hubo en el hospital y tuve que comprarlo por 14000 pesos (unos 560 euros).
El nuevo tratamiento me provocaba mareos y somnolencia en parte del día y también provoca una ligera amarillez en mis ojos.
Volvieron a cambiarme el tratamiento por desabasto hace poco por uno que dicen es mejor. Este no me ha provocado debilidad en el cuerpo como el anterior y he notado que mejoró el color de mis ojos. No obstante, ha estado haciendo frío y mis defensas han bajado, tuve gripa por más de dos semanas y mis ganglios se inflamaron.
Según mis últimos estudios de hace seis meses sigo indetectable, pero aun así he estado muy triste. A veces me siento solo viviendo en este estado. El último mes volví a abrir aplicaciones de ligue y conocí a varios sujetos y tuve sexo con ellos creyendo que así me sentiría mejor pues es la única manera en que la mayoría de los hombres fingen quererte por un momento. Pero hay algo que salió mal. Estando con uno de ellos el preservativo se rompió sin que nos diéramos cuenta y se vino dentro de mí. Me sentí fatal, más por él que por mí. Aparte me salieron unos granitos en la lengua que no quieren quitarse y tengo un afta en el labio que no quiere cerrar, no sé si sea papiloma o herpes. No sé qué sea, pero no quisiera que se hicieran más grandes.
Me siento solo, incomprendido, a veces solo quisiera dejar de vivir, mi apetito sexual va en aumento y no quiero infectar a nadie. Necesito amigos con el mismo problema tal vez. ¿Qué es lo que necesito? No lo sé.