No podía mantener en la ciudad donde recibía el servicio y tuve que mudar a una ciudad pequeña por cuestiones económicas. Han pasado dos años desde entonces. Dos años en los que no he asistido al médico, desconozco mi conteo, mi estatus, mis niveles. Si no estás estable emocionalmente, resulta difícil soportar los estigmas, las habladurías de las personas, los miedos que esta condición trae consigo y, por si fuera poco, en México el sector público es denigrante y burocrático, absorbente y con protocolos tan pesados que terminan agotando a los pacientes (al menos a mí).
En fin, me siento estable desde entonces, tengo un trabajo, motivación, ganas de vivir y mantener mi frente en alto porque entiendo que soy un ser humano como cualquier otro, que se ha equivocado, tropieza, toma malas decisiones a veces, y aun así me amo y me respeto y quiero ser feliz.
Estoy dispuesto a retomar el tratamiento y esta vez no por miedo ni presión, sino porque soy consciente de que la única forma de vivir una vida plena es cuidándome por dentro tanto como por fuera. Pero no sé qué esperar, desconozco cuál será el panorama al que me enfrentaré ahora que volveré a consulta, y aun cuando ya no tengo miedo necesito palabras, necesito experiencias, necesito saber lo más que pueda sobre lo que puede venir para mí, para estar preparado. Gracias y buena vida para todos. Ámense, perdónense, y vivan con todas sus fuerzas, yo así lo haré pase lo que pase.