No sé en qué momento me infecté. No sé si fue mi pareja quien me lo transmitió o fui yo quién lo transmitió. Realmente, luego de muchas idas y venidas, decidí no vivir con resentimiento a nadie y mucho menos a mí mismo.
¿Cómo me enteré? Hace dos años empecé con un cuadro de diarreas sin causa, fui incontables veces a gastroenterología y no encontraron nada. Pasé por una colonoscopia e innumerables tratamientos que no daban con un diagnóstico claro. En un mes bajé cerca de 5 kilos y mis ánimos estaban por los suelos. Pensé que mi cuerpo estaba muriendo y los cuadros de depresión crecían día a día. En esa época, mi pareja se fue de viaje, y al volver, se hizo un gran número de pruebas, dando en una de ellas positivo al VIH.
Resignado, fui al día siguiente a hacerme la prueba del VIH y salí positivo en el test rápido y en el Western Blot. En ese momento, pensé en cosas negativas, pero recordé que tengo amigos que llevan años viviendo con esto. Los resultados me los dieron por teléfono en mi centro de labores y recuerdo haber ido al baño a llorar. Quería contárselo a mis amigos, pero una parte de mí tenía vergüenza.
Esa misma noche hablé con mi pareja, lloramos, nos resignamos y por semanas el único tema de conversación fue nuestra nueva condición. Dejamos de ser una pareja y pasamos a ser dos amigos que se apoyaban. En esos días, no hablamos de quién se lo transmitió a quién y solo nos preocupábamos por hacernos nuestros exámenes para empezar algún tratamiento. Nuestra vida de pareja estaba destruida, no reíamos y solo estábamos para abrazarnos y llorar.
Tuvimos suerte, ya que en el lugar donde nos lo diagnosticaron nos dieron el nombre de un centro de salud cercano a nuestras casas y fue allí donde encontramos apoyo, encontramos historias, encontramos esperanza.
Recuerdo haber ido un sábado al primer control con un infectólogo, quien me detectó en una semana la causa de mis diarreas constantes, Giardia, una bacteria común en personas con esta condición. Con un antibiótico me curé en 3 días. Recuerdo mi cara de felicidad, abracé al doctor y lloré de felicidad agradeciéndoselo, ya que pensaba que mi cuerpo se estaba muriendo. A los 15 días empecé el tratamiento antirretroviral, una toma diaria antes de dormir.
Recuerdo mi primera toma y mi primer despertar, mareado y débil. Los episodios de ansiedad venían y necesité el apoyo de un psicólogo para reponerme. Al mes del tratamiento me dieron mis resultados. Carga viral de un millón de copias del virus y 220 de CD4. Fui indetectable en aproximadamente 9 meses, y desde entonces, muchas cosas han cambiado para bien. Recuperé peso, mis ánimos subieron y la energía volvió.
En el camino, conocí muchas historias y pude apoyar a algunas personas. El camino no es sencillo, y para mí lo más difícil fue mirarme al espejo y aceptarme.
Chicos, si alguien se toma la molestia de leer mi historia, los invito a dejarme un contacto para poder compartir nuestra lucha y poder seguir saliendo adelante. No es fácil, pero podemos vivir.
Un gran abrazo a todos.
Hola, Diego. Me encantó tu historia, me llena de fe y esperanza para comenzar este camino. Abrazo enorme.