Quizá sea el temor a que los demás se enteren –es decir mis amistades o compañeros del trabajo–, pero cada vez me voy quedando sola. O así lo siento. Tengo ya 38 años, no tengo pareja, tampoco hijos y, bueno, se me va apagando la esperanza de poder formar una familia y eso es muy triste.
Hay noches que ya sola en mi cuarto lloro de impotencia, de querer cambiar esto. Reniego, pues pienso que mi vida no debió ser así. Siento que Dios me está poniendo pruebas muy duras pues desde niña he tenido que vivir cosas que nunca quise, siendo incluso violentada. Y ahora esto…
No encuentro consuelo y no sé qué hacer. A veces pienso que debería dejar los medicamentos y dormir de una vez para no ver llegar la noche y sentir nuevamente la soledad.