A los pocos días me llamaron para pedirme una segunda prueba y ahí sospeche más. Llegó el día de mis resultados y me pidieron que llevara a mi pareja, pero él no quiso entrar. La epidemióloga me dijo: “Salió positivo en su prueba de VIH”. Sentí un frío que recorrió por mi cuerpo y me preguntaba: “¿por qué yo? ¿Por qué, si me he portado bien?”.
Seguí escuchando a la epidemióloga hasta que me dijo que habría que hacerles los estudios a mis hijos. Ahí fue donde no pude contener el llanto, pero gracias a Dios los análisis de mis hijos salieron bien.
Ahora mismo ya llevo un mes de tratamiento, pero no dejo de tener sentimientos encontrados. A veces quisiera salir corriendo y desaparecer y otras veces veo a mis hijos y me digo que tengo que luchar por ellos.
Hasta el día de hoy sigo con mi pareja, pero no hemos hablado de cómo llego a nosotros ese virus. Realmente no sé si quiero saberlo pues siento que puede ser más doloroso. Siento que aún tengo coraje con él porque yo le entregué todo de mí, mis mejores años, mi fidelidad… le aguanté humillaciones, golpes y ahora esto. Me siento muy mal y por eso lo escribo.
Gracias por haberse tomado un tiempo para leer una parte de mi historia.