No sentí miedo ni tristeza. Entré en un estado de frialdad e insensibilidad a casi todo, creo no haber llorado. Mi preocupación era mi relación de pareja. Estaba seguro de que ella estaría bien, ya que desde que fui consciente de que mi indiscreción fue de riesgo, no hubo contacto sexual con ella.
Estaba en la fase de primoinfección. Me infecté en febrero. Lo sé claramente ya que fue la única vez que fui infiel. Mi pareja se realizó los análisis por 6 meses y no esta infectada. Lloré cuando supe que ella seguiría a mi lado.
Comencé inmediatamente con un tratamiento en un único comprimido, y actualmente estoy muy bien. Inicialmente tuve una carga viral de 8900000 copias, lo que es enorme para quienes entienden.
Para mí ya no es tema negativo mi diagnóstico. Me tranquiliza saber lo que tengo porque solo así puedo hacer algo. Ignorar lo que nos pasa es el problema. Antes sentía rechazo a la clínica que me diagnosticó. Pasaba por ese lugar y solo me provocaba sensaciones negativas. Ahora pienso que ir ese día a ese lugar fue lo mejor. Fueron quienes me abrieron los ojos y ese fue el primer paso para hacer algo respecto al asunto.
No digo que mi vida sea mejor que antes, tampoco es peor. Es igual, me siento igual. Me preocupan más mis niveles de azúcar y no perderme algún capítulo de The Walking Dead. Mi vida es igual a la de cualquier otro.
Tener o no tener el virus no tiene ninguna relación con el nivel de felicidad de una persona. La felicidad no depende de tu raza, profesión, situación civil, si tienes hijos o no, si tienes pareja o no… Nada de eso tiene correlación con ser feliz, o sentirse feliz. Todo depende de la lectura que hagamos de nuestra realidad. Puedes tener una profesión increíble, un sueldo enorme, una esposa de revista, un auto espectacular, un cuerpo musculoso… y nada de eso tiene que ver con la felicidad. Puedes tenerlo y sentirte miserable.
Cambiar el dialogo interno en nuestra mente ayuda, no a ser feliz, sino que a darnos cuenta que depende de nosotros serlo, ver que tenemos todo para serlo. Tener VIH o no tenerlo no tiene correlación con los niveles de felicidad que experimento.
Es parte de mi rutina tomar una pastilla al día, como lo es hablar con mi madre, demostrar a mi mujer lo que siento por ella, amar a mi hija, todo es parte de lo que soy, lo hago porque así es mi vida.
Mi relación es sólida, se basa en el perdón, el respeto, el espacio, las caricias, las palabras, la verdad y los sentimientos. Tengo una mujer maravillosa y generosa, fui un idiota una vez y no es un castigo lo que me ocurrió, fue una consecuencia de mi acción. Me equivoqué, me perdoné y me perdonaron. No me culparé nunca más en el futuro por eso. Me quiero, quiero a mi familia, quiero a mi vida, a mi gato y mi perro, al tratamiento… en fin.
Pasé por abismos oscuros y ella jamás soltó mi mano. Te amo CRH.