Cuando las fuerzas son escasas y el ánimo huye de nuestro lado, nos impiden emprender aparentemente nada que sea relevante. Estamos sujetos a/por nuestra salud. La voluntad parece que tiene poco protagonismo, ya que nos supera nuestro deficiente estado físico. Pero -y esto es lo que quiero comunicar a quienes padezcan o estén cerca de enfermos crónicos- hay otros períodos en que, con la ayuda de cuidados paliativos o sin ella -es opcional, si se creen capaces de hacerlo “a pelo”-, podemos (y debemos) sacar su jugo temporal, aprovechar esos momentos al máximo, no al límite.
Cuando supe que tenía más papeletas para la rifa (aunque la vida de todos pende de un hilo), ya no cabía contemplar la vida como “larga”. Me resultaba imposible y pensé que tenía que haber otra alternativa a una vida “larga”. Después de “rumiar” durante mucho tiempo sobre este dilema, di con la respuesta: ¡Debía hacerla “ancha”!
Tras este hallazgo personal y transferible, era necesario saber si mi teoría acerca de la fuerza de la enfermedad tenía fundamento y era posible. Hice de cobaya para el “experimento”, como agradecido lo he hecho en el hospital para que nuestro colectivo mejorase con ensayos que hoy son nuestra prórroga vital. Los resultados fueron sorprendentes. Aprovechando esos periodos, etapas (que no fases), mi actividad y la enfermedad no solo fueron compatibles, sino que además me demostré que, cuanta más energía aprovechaba en esas treguas de salud, mejor llevaba después los malos momentos, las desmotivaciones. Incluso -y esto quiero destacarlo- comprobé que se reducían a la misma velocidad. Lo bueno era mejor y lo malo, menor. Los períodos o etapas negativas en que la enfermedad se hace omnipresente disminuyeron considerablemente.
Esta es mi experiencia y mi “experimento” de una situación que, en todos los aspectos, ha mejorado. Y este ánimo lo he trasladado a la vida social. Probad a despertar sonrisas, a ser alegres, aunque os duela. Veréis qué impresionante es este universo que tiene al cuerpo como Tierra y al corazón como Esperanza. Ya lo decía nuestro sabio y médico hispano-judío del siglo XII, Maimónides (Moshé ben Maimón): el cuerpo y el alma [él era creyente] están conectados. Son uno parte del otro. Constituyen, sin duda, las mejores medicinas para sanar o aliviar nuestros males físicos (y los otros). De esta manera, lograréis una mejor calidad en vuestras vidas. Y cuando os sintáis al límite, pensad, hablad con el dolor, negociad. Utilizad la diplomacia. Todo, menos rendirse.
Trabajo y enfermedad crónica
Desde que la incapacidad física me hizo abandonar el mundo laboral como lo conocía, mi innata inquietud no me ha dejado descansar y no he dejado de pensar en lo importante y necesario que era para mí enfrentarme a esa enfermedad. Aunque pesa, y mucho, es posible llegar a convivir con ella, tolerarla e incluso -y esto es de mi cosecha onírica- respetarla. Se trata de pactar con el “enemigo” (la enfermedad). Sé que esto puede sonar a un optimismo desafinado, que es un bello deseo para transmitir aliento y consuelo. ¡No! Esto se lo dice alguien que padece, sufre, llora y se desespera cuando siente, impotente, el azote de los dolores. Intento hacer ver al lector de esta memoria viva lo que, por razones que, si bien tenemos que comprender todavía, ya intuimos. Seguramente se pregunten: ¿cómo puedo aprovechar esos buenos momentos que me lleven a conseguir lo expuesto? Pues, si he de ser sincero, ignoro a lo que se han dedicado o a lo que creen que pueden dedicarse. Como verán, no tengo una solución para sus realidades. Tan solo les puedo ofrecer esta reflexión que planteo y que a mí me sirve.
Me atrevo, porque siempre quiero ir más lejos, a sugerirles que piensen, que mediten en aquellas inquietudes o deseos que nunca antes tuvieron la oportunidad de desarrollar. En los momentos buenos, ustedes pueden materializarlas. Si algo nos caracteriza a los enfermos crónicos es la lucha y el tener perseverancia. ¿Alguien dijo prisa?
Estén atentos a su malestar lo justo, para, en cuanto sea posible, esquivarlo, y aborden sus pretensiones positivas con decisión. Nunca me oirán decir que es fácil. Tampoco lo es para mí cuando soy consciente de que mi cuerpo y mi mente no se coordinan, no se ponen de acuerdo, y son muchas las veces en que me veo obligado a desistir temporalmente.
Según he ido interpretando mi “experimento” personal, he conseguido, después de unos años, y contra todo pronóstico, con esa gimnasia de voluntad maratoniana, verme más fortalecido de lo que nunca imaginé. No sé mañana que ocurrirá. ¿Lo sabe usted? Pues eso. La esperanza nos reserva alternativas que solo concede con convicción.
Un abrazo, amigos/as de LO+POSITIVO.