Después del diagnóstico me deprimí tanto que, durante meses, me dediqué a drogarme y alcoholizarme y no solo por el diagnóstico, sino porque los efectos secundarios del tratamiento me sentaron muy mal.
Cada vez me siento más fatigado, cansado, molesto… incluso estoy amargado con el VIH, con el tratamiento y con la soledad. Tengo una terrible ansiedad que me tiene atado al tabaquismo.
Cuando salí del clóset tenía expectativas de hacer una vida productiva con mi condición sexual, pero la verdad ahora odio ser homosexual. Odio mi vida y sé que no hay reparo.