Tuvimos que trasladar los controles a otra ciudad más grande. Fue entonces cuando comenzaron las mentiras a nuestras familias. Fue una pesadilla, no sabíamos qué hacer. En un viaje a la capital, me dejé una agenda con documentos que tenían nuestra información médica, y mi mamá, que ya no aguantó la curiosidad por saber qué estaba pasando, lo revisó todo y lo descubrió.
Cuando volvimos del viaje, mis familiares nos recriminaron y comenzaron a buscar culpables. Fue tremendo. Tuvimos que irnos de donde estábamos viviendo. Mis abuelos nos recibieron en su casa, donde instalamos una vivienda de emergencia y empezamos de nuevo. Todo esto sirvió para mantenernos más juntos que nunca mi esposa y yo. Decidimos que estaríamos juntos hasta el final, sin culparnos nunca el uno al otro por lo que había pasado, sin importar lo que dijeran las familias. La mayoría nos abandonó y nos quedamos solos.
El año 2004 nos casamos por la iglesia para reforzar nuestro amor y bautizamos a nuestra hija que, gracias a Dios, nació sanita. Lamentablemente, el tratamiento fue muy difícil de asimilar por mi esposa y a mí me faltó ser más insistente y tenaz en concederle la importancia que tenía para nuestra supervivencia. Por periodos, me dejé llevar por mi esposa, que me decía que no tomáramos más pastillas, que estábamos bien y que no las necesitábamos, pero fue un gran error. Solo cuatro años después de ser diagnosticados como portadores del VIH, mi esposa comenzó a deteriorarse de forma muy rápida. Intentamos que retomara el tratamiento, pero ya era demasiado tarde: no dio resultado.
Lo que me tocó vivir con ella en su etapa más crítica todavía me causa mucho dolor. Falleció a principios del mes de enero del año 2008, tras una agonía terrible y un sufrimiento que no merecía. Desde entonces han pasado ya cuatro años y medio, y yo no puedo vencer el miedo que me atenaza.
Desde ese momento le tengo pavor al dolor que voy a experimentar cuando esté cerca de la muerte y no sé si voy a tener el valor de esperarla. Lo que más me angustia es ver todos los días a mi hija cómo extraña a su madre e, incluso, me dice que por qué no nos vamos al cielo con ella parar volver a ser una familia de nuevo.
Tengo miedo de lastimar a mi hija, es lo más hermoso que me dio la vida y no quiero que se quede sola sufriendo. Por favor, si alguien puede responderme y decirme qué hacer le estaría agradecido.
Gracias.