El ejercicio físico tiene un impacto a nivel celular que contribuye a proteger al cerebro frente a los daños provocados por la enfermedad de Alzheimer (también conocida como alzhéimer). Los autores de un reciente estudio estadounidense publicado en Nature Neuroscience, emplearon un modelo experimental con ratones y una técnica de análisis genético. Esto les permitió identificar qué tipos celulares se veían más beneficiados por la actividad física, qué genes se reactivaban y cómo este fenómeno podría inspirar futuras terapias.
Mayor prevalencia de demencia en personas con el VIH
La probabilidad de desarrollar una demencia aumenta con la edad tanto en la población general como en la que tiene el VIH. Sin embargo, se ha observado que las personas con el VIH mayores de 75 años pueden tener una prevalencia más alta de demencia en comparación con la población general, registrándose la mayor brecha en mujeres con el VIH (véase La Noticia del Día 14/06/2023). Por este motivo, aunque el mencionado estudio preclínico no analizó el impacto de dicho virus, sus resultados son de alto interés para la comunidad del VIH.
Características del estudio
Durante 60 días, los ratones con un modelo genético de alzhéimer tuvieron acceso libre a una rueda para correr. Los animales físicamente activos mostraron una mejora significativa en su función cognitiva frente a aquellos más sedentarios. Sin embargo, el valor más destacado del estudio radica en el análisis detallado de la actividad genética, a nivel celular, en una zona específica del hipocampo: la circunvolución dentada. Esta región cerebral es clave para la formación de recuerdos y el aprendizaje y, además, es una de las pocas áreas donde se generan nuevas neuronas durante la vida adulta.
Neurogénesis, mielina y células inmunes: los tres pilares de la protección
El equipo de investigadores descubrió que el ejercicio induce cambios profundos en la expresión génica de múltiples tipos celulares del hipocampo. Sin embargo, el patrón de estos cambios varió entre ratones sanos y aquellos con alzhéimer. En estos últimos, el ejercicio logró “reprogramar” ciertos genes alterados por la enfermedad, restaurando su actividad a niveles comparables a los de animales sanos.
Un hallazgo especialmente relevante se observó en las neuronas inmaduras. Así, muchas de las modificaciones genéticas restauradas por el ejercicio se localizaron en estas células en desarrollo, lo que refuerza la idea de que la neurogénesis desempeña un papel central en los efectos beneficiosos del movimiento físico. Uno de los genes clave identificados fue Atpif1, implicado en la supervivencia y maduración de las nuevas neuronas.
El efecto sobre la mielina
Otro tipo celular que mostró cambios notables fueron las células progenitoras de oligodendrocitos, responsables de generar las células que forman la vaina de mielina —una estructura que aísla las neuronas y permite una transmisión eficaz de los impulsos eléctricos en el cerebro—. El ejercicio restauró más de la mitad de los genes alterados en estas células en el contexto del alzhéimer, sugiriendo un efecto remielinizante.
El sistema inmunitario del cerebro también respondió al ejercicio. En particular, se identificó un subgrupo de microglía —las células inmunitarias cerebrales— que aparecía solo en los ratones con alzhéimer. Estas células mostraban un perfil similar al de la microglía asociada a enfermedades, que se activa en respuesta a los daños neurodegenerativos. El ejercicio incrementó la actividad de genes protectores en estas células, posiblemente potenciando su capacidad para contrarrestar los efectos del alzhéimer.
Astrocitos vasculares y relevancia para el ser humano
El estudio también se centró en una subpoblación de astrocitos relacionada con los vasos sanguíneos cerebrales y con funciones de soporte y protección. Esta clase de astrocitos era menor en los ratones con alzhéimer, pero el ejercicio físico aumentó su presencia y restauró su perfil genético. Esto sugiere una conexión directa entre la actividad física y una mejora en el entorno vascular del cerebro, lo que podría influir favorablemente en la oxigenación y el metabolismo neuronal.
Para comprobar si estos hallazgos en ratones podían tener relevancia en humanos, el equipo comparó sus datos con análisis genéticos de cerebros humanos con y sin alzhéimer hereditario. Encontraron múltiples coincidencias en los genes alterados, lo que respalda la aplicabilidad de los resultados más allá del presente modelo animal.
Conclusiones
En conjunto, el trabajo ofrece un mapa detallado de cómo el ejercicio físico modula la actividad genética de cada tipo celular clave en la región cerebral asociada a la memoria, y proporciona nuevos objetivos terapéuticos. Frente a una enfermedad aún sin cura, estos hallazgos refuerzan la idea de que el movimiento no solo mantiene el cuerpo activo, sino también al cerebro funcional —y lo hace hasta en su núcleo más molecular—.
Fuente: POZ / Elaboración propia (gTt-VIH).
Referencia: da Rocha, J.F., Lance, M.L., Luo, R. et al. Protective exercise responses in the dentate gyrus of Alzheimer’s disease mouse model revealed with single-nucleus RNA-sequencing. Nat Neurosci 28, 1546–1561 (2025). https://doi.org/10.1038/s41593-025-01971-w
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