Siria y EE UU son dos países enemigos en casi todo. La potencia norteamericana acusa al país árabe de provocar interesadamente la inestabilidad en Oriente Medio, y de manejar los hilos del vecino Líbano desde la sombra para azuzar a Israel. Además, los servicios secretos estadounidenses vinculan al gobierno de Bachar el Asad con el terrorismo internacional, nada menos. En algún momento se ha especulado con Washington atacase militarmente a Damasco: así de grave están las cosas.
Pero hay un lugar en el que Siria y EE UU se reúnen, hablan, y trabajan codo a codo para perseguir el mismo objetivo: impedir la aceptación de la promoción del preservativo para prevenir enfermedades de transmisión sexual, como el VIH/SIDA.
Estamos hablando de la Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre VIH/SIDA (UNGASS, en sus siglas en inglés) que se inicia hoy en Nueva York, y a la que asiste este redactor como delegado de la sociedad civil en nombre de la organización española Red2002. Se prevé la presencia de 180 países y varios centenares de representantes de ONG y grupos sociales. La delegación oficial española la encabeza la Ministra de Sanidad y Consumo, Elena Salgado.
Parecidas alianzas pueden observarse en ese espacio entre la Santa Sede y los Países Islámicos por el mismo objetivo, y juntos se alían con China para rechazar las relaciones homosexuales, a las que EE UU añade el rechazo al trabajo sexual, y Rusia al del uso de drogas: la moral hace extraños compañeros de cama. Delante de ellos, países más abiertos, como Canadá, Australia, el grueso de la Unión Europea (España, entre ellos) y poco más, creen que el derecho a la protección, a la salud y a la vida ha de estar por encima de cualquier consideración de tipo moral o económica.
El resultado de esta verdadera lucha de poder, en la que el Norte tiende a discutir más sobre derechos y valores, y el Sur sobre recursos, se plasmará en una Declaración Política final cuya negociación está siendo agónica, y que nadie garantiza que el viernes llegue a cerrarse. Mientras, el informe de ONUSIDA acabado de publicar cifra en número récord las muertes y las nuevas infecciones por VIH/SIDA en el mundo.
Las organizaciones de base comunitaria, denominadas de la sociedad civil (que no deja de ser un término confuso), asistimos atónitas y algo desorientadas a esta confrontación, intentando influir en nuestras delegaciones de país y sobre el conjunto de la discusión. No es nada fácil: la ONU, pese a las simpatías que pueda provocar su buena voluntad, no es una ONG, sino una agencia intergubernamental, por lo que los Estados tienen el poder y la última palabra en todo.
Naciones Unidas es ante todo un mercadeo de favores: los apoyos a favor o en contra de un párrafo de la declaración política de VIH/SIDA (sobre prevención, o tratamientos, o estigma y discriminación, o recursos) se truecan por apoyos para asuntos que se tratarán la semana siguiente o la otra: que si protección forestal, que si políticas comerciales, etc.
Es desalentador, claro. Pero también la sociedad civil organizada puede utilizar herramientas de presión, como los medios de comunicación, recordando que aquí no hemos venido a conocer qué opina cada país, sino a que informe sobre el grado de cumplimiento de la Declaración de Compromiso que firmó en la anterior sesión de 2001. Pedimos que el documento final reafirme ese mismo compromiso y establezca un calendario de acciones para llevarlo a cabo y un mecanismo de evaluación con indicadores mensurables. Se trata de que los gobiernos sean consigo mismos.
En 2001, el mundo declaró solemnemente en Naciones Unidas que el VIH/SIDA era una amenaza para la seguridad mundial, como lo son las guerras. Se trata pues de actuar en consecuencia y hacer frente colectivamente a dicha amenaza.
Más información sobre UNGASS en www.comunicacionpositiva.org (español), y en www.ungasshiv.org y en www.unaids.org (inglés).
Fuente: Elaboración propia.
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