Nuevos datos en contra de la interrupción de tratamientos

¿Están dispuestos los pacientes a correr el riesgo, a pesar de todo?

Joan Tallada
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Datos recientes del estudio SMART proporcionaron bastantes evidencias de que la interrupción de la terapia antirretroviral es arriesgada (véase La Noticia del Día 1/12/06). Ahora, un informe de otro estudio denominado TIBET, que se publica en el número de 11 de enero de la revista AIDS, abunda en ese punto negativo, aunque no exceso.

El estudio TIBET, llevado a cabo en varios centros catalanes y otros de fuera de España, ha evaluado la seguridad de una interrupción de tratamiento guiada por los recuentos de células CD4 y los niveles plasmáticos de ARN de VIH. Esta investigación ha incluido a 201 personas con VIH adultas que contaban con recuentos de CD4 sostenidos por encima de 500 células/mm3 y cargas virales por debajo de 50 copias/ml al inicio. A los participantes se les repartió de manera aleatoria para o bien continuar su terapia antirretroviral estándar (n=101) o bien interrumpir la terapia siempre que su recuento de CD4 se mantuviera por encima de 350 células/mm3 y la carga viral estuviera por debajo de las 100.000 copias/ml (n=100). El seguimiento de ambos grupos fue de dos años.

Los resultados indican que si se comparan con los sujetos control, los participantes que interrumpieron la terapia redujeron el total de su exposición al tratamiento en un 67%. No obstante, no se produjo ningún caso de enfermedad definitoria de SIDA ni ningún fallecimiento en ninguno de los dos grupos.

Por el contrario, las personas en el grupo de interrupción del tratamiento experimentaron de manera significativa más acontecimientos adversos asociados con la ingesta de medicación o la interrupción de la terapia (riesgo relativo: 2,71; p<0,001), sobre todo debido a un síndrome parecido al de la mononucleosis.

Los participantes en el grupo de interrupción del tratamiento experimentaron mejoras en aspectos psicosociales relacionados con su calidad de vida y el sentir dolor. Sin embargo, la interrupción de la terapia no tuvo ningún efecto sobre los aspectos físicos de la calidad de vida.

Pese a que ambos grupos tuvieron un riesgo parecido de descenso de recuentos de células CD4 por debajo de 200 células/mm3, al menos un 10% de las personas en el grupo de interrupción del tratamiento tuvo recuentos de CD4 por debajo de 350 células/mm3 en cada corte temporal.

Se detectaron mutaciones de resistencia farmacológica en un 36% de las personas, pero sólo se observaron mutaciones de resistencias nuevas en quienes interrumpieron una terapia que incluyera inhibidores de la transcriptasa inversa no análogos de nucleósido (ITINN).

[Eso se debería probablemente a que la interrupción de ITINN debería haberse hecho antes que el resto de la terapia, si tenemos en cuenta que la vida media de los ITINN en sangre es larga y de que al virus le resulta fácil hacerles resistencias. Si se interrumpe toda la terapia, los ITINN perdurarán solos en la sangre durante unas cuantas horas más, suficientes para el desarrollo de resistencia. Es por eso que si una persona quiere o necesita abandonar una terapia que incluya un ITINN (nevirapina o efavirenz), conviene que deje de tomar éste unos días antes que el resto].

Los factores de predicción independientes asociados con la necesidad de reiniciar la terapia fueron un más bajo recuento nadir de CD4, una carga viral más alta al inicio, y exposición previa a regímenes subóptimos.

En sus conclusiones, el equipo que encabeza Lidia Ruiz de Barcelona afirma que en general: “Las interrupciones de tratamiento no fueron tan seguras como continuar la terapia”. Y añaden: “Pese a alcanzar algunas mejoras en la calidad de vida, las interrupciones de tratamiento guiadas no redujeron el índice general de acontecimientos adversos relacionados con el manejo”.

En un editorial que acompaña este artículo, Jintanata Ananworanich y Bernard Hirschel ofrecen algunos comentarios interesantes sobre el futuro de la interrupción estructurada de tratamientos.

En primer lugar advierten que todavía no es posible explicar las discrepancias entre estudios que arrojan resultados negativos sobre las interrupciones, como el SMART, el TIBET o el Trivacan, y otros que no han encontrado mayores riesgos para la progresión de la enfermedad por VIH, como el Staccato y el BASTA.

En concreto, Ananworanich y Hirschel escriben que “es posible, aunque está lejos de haber sido probado, que factores como una mayor duración del tratamiento previo, una menor extensión de la interrupción, y el uso de un mayor umbral de células CD4 para restaurar la terapia (350 frente a 250 células/mm3)” pudiera explicar las divergencias en los datos finales.

Si se ponen todos en el mismo saco, sugieren, los resultados del SMART dicen que “una vez que has empezado TARGA, no puedes dejarla”. Pero también son conscientes de que “muchos pacientes pueden pensar que el tiempo que están sin tomar terapia su calidad de vida mejora”, y que puede valer la pena correr un riesgo limitado de que algo malo ocurra.

Fuente: HIVandhepatitis.com/Elaboración propia

Referencias: L Ruiz, R Paredes, G Gomez and others (the TIBET Study Group). Antiretroviral therapy interruption guided by CD4 cell counts and plasma HIV-1 RNA levels in chronically HIV-1-infected patients. AIDS 21(2): 169-178. January 11, 2007.

J Ananworanich, B Hirschel. Intermittent therapy for the treatment of chronic HIV infection. AIDS 21(2): 123-134. January 11, 2007.

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