Las personas que se hacen mayores con el VIH pueden verse afectadas de forma desproporcionada por fatiga asociada a esta infección, que tiene un impacto negativo sobre distintos procesos cognitivos, incluyendo una menor rapidez en el procesamiento de información. A pesar de ello, un estudio publicado en la revista AIDS refleja que la capacidad de aprendizaje y la capacidad de recordar cosas del pasado reciente fueron habilidades cognitivas que no se vieron afectadas por la fatiga. Los hallazgos del estudio ponen de relieve la importancia de evaluar y considerar la fatiga en el contexto del envejecimiento con el VIH.
El tratamiento antirretroviral ha permitido que las personas con el VIH puedan disfrutar de una esperanza de vida que casi se aproxima a la de la población general (véase La Noticia del Día 01/02/2022). Sin embargo, existen preocupaciones porque a pesar de todo puedan verse afectadas por un envejecimiento prematuro o por la aparición de determinadas dolencias asociadas a la infección a largo plazo, como la fatiga asociada al VIH. Por este motivo, un equipo de investigadores de EE UU decidieron realizar un estudio para determinar el impacto de este problema sobre la vida de las personas con el VIH.
El estudio contó con la participación de 69 personas con el VIH y 36 personas seronegativas de control, que fueron emparejadas en función de la edad y nivel educativo. Todas estaban en la franja de edad de los 50 a los 74 años de edad y la mayoría de las personas participantes eran de raza blanca (65%). No obstante, se comprobó que había una mayor proporción de mujeres en el grupo de control que en el de seropositivos. Así, mientras que los hombres supusieron el 83% del grupo con VIH, solo representaron el 58% del grupo seronegativo.
Las personas con el VIH habían tenido la infección durante una mediana de 24 años, lo que significa que pueden catalogarse como supervivientes a largo plazo. En el momento de realizarse el estudio, el 94% de las personas con el VIH tomaba tratamiento antirretroviral y el 97% de estas tenía una carga viral indetectable. A pesar de que los niveles de CD4 en el momento del estudio eran en general buenos (mediana: 699 células/mm3), dos tercios de las personas había presentado en algún momento inmunodepresión (200 células/mm3). Además, las personas con el VIH tuvieron una probabilidad siete veces mayor de declarar una comorbilidad médica o psiquiátrica. Por ejemplo, el 73% declaró un trastorno depresivo relevante prolongado frente al 24% de las personas seronegativas.
Se pidió a las personas participantes que realizaran una batería de pruebas neuropsicológicas, que llevaran a cabo algunas tareas básicas de desempeño diario y que rellenaran un cuestionario en el que se preguntaba por una amplia variedad de cuestiones, que abarcaban desde depresión y ansiedad hasta calidad del sueño o fatiga. Los resultados de las pruebas de fatiga revelaron que las personas con el VIH presentaban una puntuación de 32 frente a 12 en el caso de las seronegativas, lo que indica que sus niveles de fatiga son significativamente mayores que los de las personas sin el VIH. Además, el 38% de las personas seropositivas cumplía los criterios que determinan la existencia de fatiga grave en comparación con el 6% de las personas seronegativas. También se observó una propensión mucho mayor a tomar medicación para dormir entre las personas con el VIH que entre sus iguales sin el VIH (19% frente al 1%, de forma respectiva).
Al analizar los datos se comprobó que, en el caso de las personas con el VIH, tener antecedentes de depresión grave, presentar síntomas de depresión en el momento, padecer ansiedad en momento y la mala calidad del sueño fueron factores que se relacionaron con una mayor fatiga.
Del mismo modo, las personas con el VIH obtuvieron puntuaciones más bajas que sus iguales seronegativos en prácticamente todas las tareas cognitivas, desde la función ejecutiva y velocidad de procesamiento de la información hasta las habilidades motoras complejas. En ocasiones, esta disminución fue de escasa entidad, pero en otros casos sí que fueron más pronunciadas. Por ejemplo, la fluidez verbal entre las personas con el VIH fue 1,7 puntos inferior a la de las personas seronegativas.
La fatiga no se asoció a una menor función cognitiva global en el caso de las personas sin el VIH, sí que sucedió en el caso de las seropositivas, incluso teniendo en cuenta potenciales factores de confusión, como depresión, ansiedad o trastornos del sueño. Lo mismo ocurrió con la asociación entre la fatiga y la función ejecutiva, la velocidad de procesamiento de la información, la memoria de trabajo y la función motora compleja. Las únicas tareas cognitivas que no se asociaron a la fatiga en las personas con VIH fueron el aprendizaje y de memoria diferida.
Los autores del estudio sugieren que el deterioro cognitivo relacionado con la fatiga podría deberse a un factor específico: la velocidad de procesamiento de la información. En consecuencia, el tratamiento farmacológico de la fatiga, combinado con la psicoterapia, puede ser útil para la mejora tanto de las tareas cognitivas como del desempeño cotidiano. En este sentido, cabe mencionar que fármacos como modafinilo y armodafinilo ya han demostrado su utilidad en el tratamiento de la fatiga en personas con el VIH en un ensayo clínico aleatorizado con grupo control.
Fuente: POZ/Elaboración propia (gTt-VIH)
Referencia: Campbell LM, Sun-Suslow N, Heaton A, et al. Fatigue is associated with worse cognitive and everyday functioning in older persons with HIV, AIDS: May 1, 2022 – Volume 36 – Issue 6 – p 763-772 doi: 10.1097/QAD.0000000000003162
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