El comienzo de la terapia antirretroviral está relacionado con la reducción de las prácticas de riesgo sexual y de inyección entre los usuarios de drogas inyectables (UDI) con VIH, según concluye un estudio de EE UU publicado en la edición digital de la revista AIDS, que registró una reducción de hasta el 75% en el número de relaciones sexuales sin protección, mientras que las prácticas de inyección no seguras se redujeron en un tercio. Estas observaciones, procedentes de un ensayo estadounidense, desmienten la creencia de que el inicio del tratamiento anti-VIH implique una mayor tasa de conductas de riesgo entre los usuarios de drogas inyectables en general.
Actualmente, se sabe que la terapia antirretroviral de gran actividad (TARGA) no solo mejora el pronóstico del paciente, sino que reduce el riesgo de transmisión del VIH a terceras personas (véase el artículo Tratamiento como Prevención del VIH de Lo+Positivo 45). Sin embargo, existen ciertas dudas acerca de si estos beneficios podrían verse menoscabados en ocasiones por un aumento de las prácticas poco seguras en las relaciones sexuales o las prácticas de inyección de drogas (lo que se conoce como comportamientos de “compensación de riesgo”), ya que los estudios que atendieron estos temas habían arrojado unos resultados contradictorios.
El equipo de investigadores realizó el seguimiento de la actividad sexual y el comportamiento de inyección de drogas (tanto en el año anterior al inicio de la terapia antirretroviral como en los cinco años posteriores) de 362 personas con VIH con un historial de uso de drogas inyectables en Baltimore (EE UU).
El 71% de los participantes eran hombres y el 95%, de origen afroamericano. En el año anterior al comienzo del tratamiento antirretroviral, el 67% declaró haber tenido algún tipo de relación sexual, un 48% practicó sexo sin protección, el 61% consumió drogas inyectables y algo más de la cuarta parte (27%) afirmó haber compartido el material de inyección.
En general, el inicio de la terapia antirretroviral estuvo acompañado por un descenso de las conductas de riesgo y no se encontraron indicios que apuntasen a que se produjeran comportamientos de compensación de riesgo. La proporción de participantes que comunicaron algún tipo de relación sexual pasó del 67% al 48%, el sexo sin protección del 48 al 17% y el uso de drogas inyectables, del 61 al 24%. Por su parte, la práctica de compartir material de inyección se redujo del 27 al 16%.
Entre los UDI que siguieron siendo sexualmente activos, se apreció un descenso significativo de las tasas de sexo sin protección tras el comienzo de la TARGA. Así, una vez considerados los posibles factores de confusión, el equipo de investigadores determinó que el inicio del tratamiento anti-VIH redujo en un 75% el número de prácticas sexuales sin protección (cociente de probabilidad ajustado [CPA]: 0,25; intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 0,19 – 0,32). En cuanto a la probabilidad de consumo de drogas inyectables, descendió en un 38% (CPA: 0,62; IC95%: 0,51 – 0,75). Estas reducciones en los comportamientos de riesgo se mantuvieron en el transcurso de hasta cinco años tras el inicio del tratamiento.
No obstante, entre el subgrupo compuesto por el 16% de los participantes que siguieron compartiendo el material de inyección tras el comienzo de la terapia, el riesgo de compartir el material de inyección se duplicó (CPA: 1,99; IC95%: 1,57 – 2,52), sin que se advirtiera un descenso de este riesgo tras más de cinco años de seguimiento. A juicio de los investigadores, esto implica que en una minoría de UDI que no son capaces de abstenerse del consumo de drogas, el inicio del tratamiento antirretroviral podría suponer un cambio hacia prácticas de inyección más arriesgadas.
El equipo de investigadores también estudió los factores relacionados con la continuación del comportamiento de riesgo tras el inicio de la terapia y comprobó que estuvo relacionado con unas prácticas de riesgo habituales en el año anterior al tratamiento (CP: 3,35; IC95%: 1,87 – 5,95). Del mismo modo, el consumo de drogas inyectables en el año anterior al tratamiento se relacionó con un riesgo once veces mayor de consumo de drogas durante la terapia (CP: 10,9; IC95%: 6,58 – 17,8). El hecho de compartir material de inyección el año antes de empezar el tratamiento aumentó en más del doble el riesgo de que posteriormente se compartiera el material de inyección (CP: 2,55; IC95%: 1,70 – 3,83).
Los responsables del estudio señalan que sus hallazgos difirieron de los observados en otros estudios realizados en otras ciudades, donde no se registró ningún aumento en los comportamientos de riesgo de inyección. Y destacan que los resultados respaldan la visión optimista de que, entre la población de UDI, es poco probable que se produzca compensación de riesgo tras el inicio de la terapia antirretroviral, con la salvedad de una pequeña minoría de usuarios activos que pueden ser más propensos a compartir el material de inyección tras el comienzo del tratamiento. En este sentido, consideran que puede ser adecuado efectuar intervenciones sobre reducción de riesgo dirigidas a personas con un comportamiento de alto riesgo poco después de iniciar la TARGA.
Fuente: Aidsmap.
Referencia: Fu T-C, et al. Changes on sexual and drug-related risk behavior following antiretroviral therapy initiation among HIV-infected injection drug users.AIDS 26, online edition. DOI: 10.1097/QAD.0b013e32835ad438, 2012.
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