Los hombres gais que sufren episodios de estrés y rechazo dentro de su propia comunidad adoptan las mismas conductas de riesgo sexual que aquellos hombres homosexuales que padecen el rechazo y discriminación de la sociedad en general. Esta es una de las conclusiones del último de una serie de estudios cuyos resultados han sido publicados en la revista Annals of Behavioral Medicine.
Es bien sabido que los hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (GBHSH) no solo se ven afectados por el estrés minoritario –es decir, los efectos negativos que las actitudes y valores dominantes pueden tener para los individuos pertenecientes a grupos minoritarios– sino también pueden sufrir situaciones de rechazo dentro del propio colectivo gay, llamado estrés intraminoritario.
En un estudio previo, realizado por los mismos investigadores de la Universidad de Yale en New Haven (Connecticut, EE UU), se halló en un grupo de hombres gais tasas elevadas de estrés y problemas salud mental como consecuencia de ambos tipos de rechazo, siendo ligeramente mayor en aquellos hombres que estaban siendo rechazados por otros hombres homosexuales. Creyendo que el estudio versaba sobre el funcionamiento de perfiles en sitios de citas gais, los participantes fueron incluidos en una sala de chat comunitaria donde recibirían respuestas positivas y/o negativas a su perfil. Realmente, las respuestas eran dadas por un programa informático de forma aleatoria. El estudio reveló que las reacciones negativas reforzaban el malestar que sentían los participantes sobre el sexo, su posición social, la competencia y la exclusión de la diversidad dentro de la comunidad gay.
El estudio que ahora ha sido publicado es una continuación del anterior y, en esta ocasión, los investigadores quisieron comprobar si el riesgo sexual aumentaba o no en relación con experimentar estrés intraminoritario. Se definió riesgo como haber mantenido sexo anal sin protección (preservativo, PrEP o tratamiento como prevención –TasP o I=I–). Para ello, se realizaron dos estudios. En el primero se reclutaron a 937 hombres homosexuales de EE UU usuarios de la aplicación de citas Grindr. El 32% de ellos eran hombres de origen étnico distinto al blanco, siendo un porcentaje superior al encontrado en la demografía del país. Los ingresos anuales de la mitad del grupo fueron superiores a los 30.000 dólares. La orientación sexual del 24% era bisexual y la del resto, homosexual. Solo el 8,6% tenía el VIH frente al 86% que no lo tenía y el 5,4% que desconocía su estado serológico. El 68% de los hombres comunicaron tener pareja estable.
Para establecer los niveles de estrés de los participantes se les realizó un cuestionario con 14 preguntas de uso frecuente. Uno de cada seis encuestados (n=156) había tenido una o más práctica de riesgo de VIH en los últimos 90 días. Frente a los hombres de raza blanca, los hombres de origen asiático tuvieron un 72% menos de probabilidades de tener experiencias que conllevasen algún tipo de riesgo y aquellos participantes negros un 18% menos de probabilidades. Sorprendentemente, uno de los factores de riesgo detectados fue la educación. Los participantes que contaban con un título de posgrado o superior tuvieron un 73% más de probabilidades de haber tenido un evento arriesgado. Por otro lado, aquellos que se identificaron como gais tuvieron un 60% menos de probabilidades de haber tenido una práctica de riesgo.
Un segundo grupo de preguntas estuvieron orientados a percibir el estrés minoritario proveniente de la sociedad en general. Se cubrieron cuatro aspectos: discriminación y homofobia, la percepción al rechazo social, el nivel de homofobia interiorizada y el grado de visibilidad de su orientación sexual entre familiares y amigos. Por último, se les preguntó sobre cuatro áreas diferentes para evaluar el nivel de estrés intraminoritario recibido provocado por la comunidad gay: percepción de la propia comunidad, la competitividad vivida dentro del colectivo, el enfoque que los hombres homosexuales daban al sexo y tipos de exclusión social que se podrían dar.
En cada encuesta se realizó una escala de cero a diez del nivel de estrés experimentado por los participantes. Sin especificar la procedencia del estrés, por cada aumento de un punto en la escala aumentaba un 5% la probabilidad de riesgo de VIH.
Por lo que respecta al estrés minoritario, los resultados fueron similares al comparar el riesgo con la sensibilidad de los participantes al rechazo social y la homofobia interiorizada: un aumento del 4% de la probabilidad de riesgo sexual por cada aumento de un punto en la escala. Sin embargo, el aspecto de discriminación y homofobia social no se relacionó con el riesgo sexual mientras que, los participantes cuya orientación sexual era menos visible en su entorno tenían un 11% de menos riesgo por cada disminución en la escala de estrés. Cuando relacionaron el riesgo de VIH con el estrés intraminoritario que presentaban los participantes, encontraron que, por cada aumento de un punto en la escala, la probabilidad de riesgo aumentaba en un 20%.
Tras este primer estudio, los investigadores realizaron un segundo en un conjunto diferente de 99 participantes con características similares al primero salvo por una mayor presencia de hombres negros y un mayor porcentaje de hombres con ingresos anuales superiores a los 30.000 dólares. Fueron incluidos en una sala de chat simulada donde, sin saberlo, recibirían comentarios positivos o negativos de un programa informático. Además, antes de incluirse en el chat y tras la experiencia en el mismo, se midieron tres tipos de variables: emociones negativas, ventajas y desventajas del uso del condón y la tolerancia al riesgo percibido por los participantes.
Para poder medir esta última variable, los participantes tuvieron que jugar al solitario online con una baraja en la que tenían que girar cartas que podían ser neutrales, cartas que sumaban puntos y otras que restaban. Las cartas que sumaban puntos fueron relativamente frecuentes y ofrecían ganancias moderadas: 10 o 30 puntos. Las cartas que restaban suponían grandes pérdidas –250 o 750 puntos menos–, pero solo había entre una y tres de este tipo de cartas en cada baraja. Los participantes podían finalizar el juego cuando lo quisieran, pero si giraban una carta que restaba puntos, se terminaba el juego. Por lo tanto, el juego midió directamente la tolerancia al riesgo de los participantes.
En promedio, los participantes giraron más de 239 cartas en 24 juegos cada uno, apenas menos de 10 en cada juego. El rango por participante fue de 0 (lo que significaría un participante totalmente reacio al riesgo) a 413.
Un posterior análisis multivariado encontró que aquellos participantes con una experiencia positiva en el chat no se vieron afectados emocionalmente mientras que se registraron más emociones negativas en aquellos que tuvieron experiencias de rechazo que, a su vez, informaron significativamente menor beneficio en el uso del condón. En cuanto a la variable del riesgo medida con el juego de cartas, el grupo de participantes que tuvieron una experiencia positiva en el chat giró menos cartas (206 en 24 juegos) mientras que el grupo con experiencias negativas se arriesgaron más volteando 271 cartas en 24 juegos.
En sus conclusiones, los investigadores indicaron que el rechazo sexual o social que experimentan los hombres GBHSH por parte de otros hombres de su misma comunidad aumentaba el riesgo sexual sus prácticas de riesgo volviéndose más inconsistentes con el uso del condón. Estas experiencias de estrés y rechazo originadas en la propia comunidad pueden ser un predictor importante e ignorado de la infección y transmisión del VIH.
Fuente: Aidsmap / Elaboración propia (gTt-VIH)
Referencias: Burton CE, Clark KA, Pachankis JE. Risk from within – intraminority gay community stress and sexual risk-taking among sexual minority gay men. Annals of Behavioral Medicine, online ahead of print, 24 March 2020.
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