La mucosa del recto es muy distinta a la de la vagina y, además, es especialmente vulnerable ante la infección del VIH. Para el Dr. Ian McGowan, de la Facultad de Medicina de la UCLA, Los Ángeles (EE UU), éstas son las conclusiones que se pueden extraer de los últimos estudios sobre mucosa rectal que repasó durante una sesión la Conferencia IAS 2007. Por esta razón, no solamente son necesarios microbicidas que prevengan la infección, sino que éstos deben demostrar que son seguros y eficaces para su uso en el recto.
Las primeras razones para explicar la mayor vulnerabilidad del recto ante el VIH son anatómicas. El recto es un órgano extenso con mucha superficie susceptible de estar expuesta al virus y, además, está formado por un tejido delicado con una elevada presencia de vasos sanguíneos.
Según el Dr. McGowan, hay que prestar atención a dos áreas. En primer lugar, el epitelio del colon que, por su propia estructura columnar, facilita la entrada del virus al contar con sólo una célula de grosor. Pero en segundo lugar, explicó que el canal anal, con una estructura estratificada, es también otra vía de entrada para el VIH.
Para ello, su equipo realizó biopsias de ambos tejidos y, al centrarse en las células CD4, observaron una elevada presencia de correceptores CCR5 y CXCR4, aquellos que utiliza el VIH para engancharse a las células, tanto en el recto como en el ano. Por lo tanto, la alta concentración de células dianas para el VIH en los dos tejidos explica la extrema vulnerabilidad de esta mucosa ante una infección por VIH.
Pero ¿qué implica esta situación? y, sobre todo, ¿son realmente necesarios estudios y ensayos específicos para el ano? Para el Dr. McGowan no hay ninguna duda al respecto. La primera razón es epidemiológica. Los estudios y ensayos en el recto no sólo son para hombres que tienen sexo con hombres (HSH): el sexo anal es practicado en todo el mundo tanto por hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales –según una encuesta de la National Survey for Family’s Grow realizada en los EE UU entre 12.500 personas, 35% de las mujeres y 40% de los hombres han practicado sexo anal, mientras que otro estudio de Karim SS. and Ramjee G. (1998) muestra como más del 40% de las mujeres surafricanas lo han practicado al menos una vez en su vida.
A ello se suman otras razones que afectan directamente al desarrollo de los productos preventivos, con especial énfasis en los microbicidas. Dado que el recto tiene una composición muy distinta a la de la vagina, es imprescindible saber qué efectos tiene el producto sobre la mucosa anal y si realmente es seguro y eficaz también en este entorno.
Por una parte, hay que asegurarse de que el microbicida no provoca toxicidad celular, dado que ello aumenta las probabilidades de infección por VIH, como ocurría con el nonoxynol (N-9). Y por otra, se deben estudiar los efectos que el microbicida provoca sobre la osmolaridad de las células, es decir, la presión que la concentración de la sustancia causa sobre éstas. Es necesario que se mantenga un entorno de equilibro osmolar ya que una situación de excesiva presión dañaría la integridad de la mucosa.
Estudios de seguridad (Fase I)
Para saber si un microbicida daña la mucosa rectal hay que realizar estudios de seguridad de Fase I. El primer ensayo en evaluar este aspecto ha sido el de Family Health International (FHI) llevado a cabo por el Dr. Peter Anton sobre los efectos del microbicida UC-781 sobre el recto. El objetivo principal del ensayo es evaluar la seguridad y aceptabilidad de dos dosis de UC-781 vaginal (0,1% y 0,25%) frente a un placebo cuando se aplica en el recto.
Uno de los puntos de más interés para el Dr. McGowan surge a partir del objetivo secundario del ensayo, que todavía sigue en marcha: determinar si el uso del producto produce un daño en la mucosa. Para verificar este objetivo se están estudiando muestras de tejido que se exponen al VIH en laboratorio tras la aplicación del microbicida, logrando así los primeros datos sobre eficacia del producto. Dada la dificultad de conseguir datos fiables sobre eficacia en los ensayos de prevención en general, este método puede aportar avances considerables desde la Fase I, es decir, desde el inicio.
Cuando empezó el ensayo de UC-781, era el único. Sin embargo, desde hace dos años la situación ha ido mejorando y, por ejemplo, antes de finales de año comenzará un ensayo sobre el microbicida Polyanion y en 2008 empezará un estudio sobre los efectos de PRO2000 en el recto. Según McGowan, esto se debe a que la comunidad científica ha llegado a la conclusión de que, a la hora de desarrollar un microbicida, es necesario que incluya un apartado sobre su uso rectal.
En definitiva, a través de un mayor conocimiento de la mucosa rectal y de ensayos que averigüen los efectos de determinados productos sobre esta mucosa, se trata de saber qué se necesita proteger, cómo se va a proteger y cómo conseguir la sustancia correcta.
Fuente: Elaboración propia.
Referencia: Ian McGowan, “Rectal Microbicides”, intervención en la sesión “Microbicides and Mucosal Immunity”. IV Conferencia de la IAS, Sydney 2007.
Grabación de la sesión en su original en inglés disponible aquí.
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