Los autores esperan que su investigación ayude a identificar a los hombres dispuestos a participar en estudios sobre PPrE o que se beneficiarían de los programas que implementen esta intervención.
Aproximadamente un millón de personas en EE UU han sido diagnosticadas de VIH. La mayor parte de estas infecciones se produce en hombres gays y otros HSH, por lo que existe la urgente necesidad de desarrollar nuevos métodos de prevención del virus destinados a esta población.
La investigación para conseguir una vacuna contra el VIH está resultando decepcionante y el desarrollo de un microbicida progresa con lentitud.
Sin embargo, los estudios con animales y seres humanos sugieren que la profilaxis con fármacos antirretrovirales puede suponer un método eficaz de prevención del VIH. Por su parte, la profilaxis post-exposición (PPE) se emplea ampliamente en entornos ocupacionales, y cada vez se utiliza más cuando se producen otras posibles exposiciones al VIH de carácter sexual y no ocupacional.
También se está investigando en torno a la seguridad y la eficacia de la profilaxis pre-exposición. Esta estrategia implica que personas sin VIH, pero en una situación de alto riesgo de infección, tomen diariamente una terapia antirretroviral para prevenirla.
El equipo de investigadores pretendía determinar el grado de conocimiento y aceptación de la PPrE en una población de hombres gays y HSH, todos ellos con un alto riesgo de infección por VIH. Éstos afirmaron haber practicado sexo anal sin protección con una pareja masculina en el año anterior.
El estudio se realizó en 2007 y contó con 227 hombres inscritos en la zona de Boston (EE UU). Todos los participantes se sometieron a una entrevista personal con un investigador en la que se les pidió que proporcionaran datos demográficos y detalles sobre su comportamiento sexual. También se les preguntó si conocían (y estaban dispuestos a emplear) la profilaxis post- y pre-exposición.
La media de edad fue de 41 años: el 46% de los hombres era de etnia blanca y el 44% de etnia negra. La mayoría de los participantes recibió una educación hasta el nivel de instituto o inferior, y casi la mitad declaró tener ingresos bajos (inferiores a 12.000 dólares anuales).
Sólo el 41% de los hombres se identificó como gay, otro 40% se proclamó bisexual, un 2% heterosexual y el 16% marcó otras opciones (por ejemplo: “queer”, “prefiero no decirlo” o “no lo sé”).
Todos los hombres declararon haber practicado sexo anal con otro hombre en el año anterior. Por su parte, tres cuartas partes comunicaron la práctica de sexo anal insertivo o receptivo con al menos una pareja masculina monógama en los 12 meses anteriores.
Sólo un varón afirmó haber empleado con anterioridad la profilaxis pre-exposición. Este hombre recibió el tratamiento de su hermano con VIH. Cinco hombres (2%) afirmaron conocer a alguien que había usado PPrE. A los responsables les preocupó que, a pesar de su elevado riesgo de infección por VIH, sólo el 19% de los varones hubiera oído hablar alguna vez de la profilaxis pre-exposición.
No obstante, los hombres que tenían constancia de la PPrE parecieron ser los que adoptaban los mayores riesgos de infección por VIH. Entre los factores relacionados con estar al tanto de esta intervención estuvieron el haber utilizado una profilaxis post-exposición (p= 0,004), haber mantenido relaciones sexuales anales sin protección con una pareja no monógama en el año anterior (p= 0,02), haber empleado metanfetamina durante el sexo (p= 0,02), y haberse encontrado con parejas sexuales conocidas en internet (p= 0,004).
El mayor nivel educativo y el estatus social más alto también se relacionaron con el conocimiento de la PPrE; así pues, el ser consciente de la existencia de este tratamiento estuvo asociado con un nivel de formación universitario o superior (p= 0,001) y unos ingresos superiores a 60.000 dólares anuales (p= 0,009).
En general, el 74% de los hombres afirmó que estaría dispuesto a utilizar la PPrE en el futuro, habiendo recibido información sobre su potencial para prevenir la infección por el virus.
En la primera tanda de análisis, se encontró que los siguientes factores estuvieron relacionados con la disponibilidad a considerar el uso de la PPrE: unos ingresos de entre 25.000 y 30.000 dólares anuales, un acceso gratuito a la PPrE, la no percepción de efectos secundarios, haber tenido menos de diez parejas masculinas anónimas en el año previo, haber declarado practicar sexo anal “a pelo” (sexo sin protección con otros hombres), no haber declarado tener infecciones de transmisión sexual, el uso de cannabis durante el sexo y ser menos optimista sobre el tratamiento anti-VIH.
Sin embargo, en un análisis multivariable en el que se controló la edad y la etnia, los siguientes factores siguieron estando asociados de forma significativa con la voluntad de considerar el empleo de PPrE:
- Menor nivel educativo (p= 0,04).
- Ingresos de entre 25.000 y 30.000 dólares anuales (p= 0,04).
- Falta de percepción de efectos secundarios por la PPrE (p= 0,001).
- Acceso gratuito a la PPrE (p= 0,05).
El equipo de investigadores, asimismo, examinó las situaciones hipotéticas en las que los hombres estarían dispuestos a utilizar la PPrE. Se descubrió que el 86% estaría más receptivo a tomar dicho tratamiento diariamente si pensara que prevendría la infección por VIH. El 85% de los participantes afirmó que estaría preparado para recibir tanto la profilaxis pre-exposición como la post-exposición tras una cita “apasionada”, y el 89% declaró que estaría dispuesto a tomar la PPrE para todas las relaciones sexuales anales sin protección.
La inmensa mayoría (86%) señaló que estaría convencido para recibir la PPrE aunque supusiera tomar más de una pastilla al día.
“El uso del tratamiento antirretroviral para prevenir la infección por VIH no fue un concepto familiar en esta muestra de HSH en situación de alto riesgo, si bien parece muy factible la posibilidad de realizar una escalada rápida en el empleo de PPrE”, comentan los autores.
Por último, concluyen que su estudio muestra que “investigadores, responsables de salud pública y medios de comunicación tienen que ser muy cautelosos a la hora de planear programas de educación comunitaria que reflejen de forma precisa los resultados de los ensayos de eficacia de la PPrE, tanto en marcha como futuros, y que anticipen cómo se explicarán a las poblaciones en situación de riesgo algunas variables clave, como la eficacia, los perfiles de efectos secundarios y el coste, a fin de garantizar una utilización adecuada de la profilaxis pre-exposición, en caso de que los estudios demuestren una eficacia parcial”.
Referencia: Mimiaga MJ, et al. Pre-exposure antiretroviral prophylaxis attitudes in high-risk Boston-area men who report having sex with men: limited knowledge and experience but potential for increased utilization after education. J Acquir Immune Defic Syndr. 2009; 50: 77-83.
Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).
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