El tratamiento con ddI es el único factor de riesgo de sufrir hipertensión portal no cirrótica 

Michael Carter

El tratamiento prolongado con didanosina (ddI, Videx®) constituye el único factor relacionado de forma significativa con el desarrollo de hipertensión portal no cirrótica en pacientes con VIH, según informa un equipo de investigadores suizos en la edición de 15 de agosto de Clinical Infectious Diseases.

Los autores recomiendan: “Es necesario aumentar el grado de sospecha en pacientes expuestos a ddI que presenten signos clínicos de enfermedad hepática”.

Gracias a la terapia antirretroviral, cabe esperar que la mayoría de los pacientes con VIH en países como el Reino Unido disfrute de una vida larga y saludable. Sin embargo, actualmente, las hepatopatías constituyen una causa importante de enfermedad y muerte entre los pacientes con VIH. Esto, en parte, se puede atribuir a la coinfección por el virus de la hepatitis B (VHB) o de la hepatitis C (VHC), o al consumo de drogas y alcohol. También existe la preocupación de que el uso prolongado de algunos fármacos anti-VIH pueda implicar un riesgo de toxicidad hepática.

Diversos informes de caso y pequeños estudios han sugerido que el tratamiento con el inhibidor de la transcriptasa inversa análogo de nucleósido (ITIN) ddI está relacionado con el desarrollo de una grave enfermedad hepática conocida como hipertensión portal no cirrótica [referida a la vena porta, en el hígado].

Un equipo de los investigadores suizos había encontrado varios casos de esta dolencia entre los pacientes con VIH. En consecuencia, se realizó un estudio retrospectivo con control de caso para determinar los factores de riesgo asociados con la hipertensión portal no cirrótica.

Se revisaron las notas de los pacientes referentes al período 2000-2007 y fueron identificadas 15 personas con esta enfermedad. Cada uno de estos pacientes fue emparejado con cinco pacientes control.

En la mayoría de los casos se trató de hombres (87%), y la mediana de edad en el momento del diagnóstico de hipertensión portal no cirrótica fue de 52 años. Todos los pacientes contaban con experiencia en terapia antirretroviral, pero cuatro la habían interrumpido por preocupaciones relativas a la toxicidad hepática.

La mediana del intervalo entre el diagnóstico de VIH y el de hipertensión portal no cirrótica fue de 15 años. En todos los casos se observaron varices esofágicas (venas dilatadas en la parte inferior del esófago) y siete sangraban con frecuencia. Ocho pacientes desarrollaron ascitis [una acumulación de líquidos en torno a los órganos de la cavidad abdominal]. La función hepática, asimismo, se elevó ligeramente en la mayoría de los pacientes.

La comparación de las características demográficas y los aspectos relacionados con el VIH entre los pacientes caso y control evidenció que los primeros tenían más edad, presentaron un menor recuento de células CD4 en el momento del diagnóstico de VIH y unos valores de la función hepática más elevados.

El equipo de investigadores también comparó las características de los dos grupos de tratamiento anti-VIH. Esto mostró que los pacientes caso presentaron una mayor exposición a la terapia antirretroviral (cociente de probabilidades [CP] por año de tratamiento: 1,31; intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 1,04-1,65), así como un mayor tiempo de tratamiento con fármacos de la familia de los ITIN (CP: 1,33; IC95%: 1,06-1,66).

Todos los pacientes caso presentaron un historial de tratamiento con ddI, frente al 35% de los pacientes control (p <0,001). El tratamiento con ddI estuvo vinculado claramente con un mayor riesgo de desarrollar hipertensión portal no cirrótica (CP: 3,44; IC95%: 1,46-8,14).

Tras realizar un ajuste considerando posibles factores de confusión, se encontró que el único factor relacionado de forma altamente significativa con el desarrollo de hipertensión portal no cirrótica fue la terapia con ddI. Ninguno de los otros factores fue significativo una vez se tuvo en cuenta el tratamiento con este fármaco.

“En este estudio caso-control anidado, la exposición prolongada a ddI fue el único factor de riesgo independiente de sufrir hipertensión portal no cirrótica en pacientes con VIH”, comentan los investigadores.

La toxicidad mitocondrial puede ser un efecto secundario del empleo de ddI y los autores del estudio sugieren que ésta podría ser una posible explicación de sus hallazgos.

Aunque el equipo responsable de la investigación reconoce que su estudio se vio limitado por su reducido tamaño y el diseño retrospectivo, concluye de todos modos que “es necesario retirar ddI” cuando el paciente desarrolla esta complicación hepática.

Referencia: Kovari H, et al. Association of noncirrhotic portal hypertension in HIV-infected persons and antiretroviral therapy with didanosine: a nested case-control study. Clin Infect Dis. 2009; 49: 626-635.

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).

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