Acontecimientos como el inicio del tratamiento, sufrir enfermedades relacionadas con el VIH o presenciar una muerte relacionada con el virus estuvieron relacionados con el desarrollo de síntomas asociados a un trastorno por estrés postraumático. Las respuestas emocionales a estos sucesos (más que la amenaza física real) estuvieron relacionadas con el desarrollo de síntomas de ese tipo.
“Existe una amplia variedad de acontecimientos asociados con el VIH que pueden tener una intensidad traumática para algunas personas”, comenta el equipo de investigadores.
El padecer una enfermedad potencialmente mortal se reconoce como un posible factor estresante que puede conducir al desarrollo de un trastorno por estrés postraumático. En un libro de texto estándar para el diagnóstico de los trastornos mentales (Manual Diagnóstico y Estadístico sobre Trastornos Mentales, 4ª Edición del texto revisado), se define este estrés como el que sufre "una persona que ha experimentado, presenciado o se ha visto enfrentada a un suceso o conjunto de hechos que suponen un riesgo real de muerte o de sufrir un daño grave o una amenaza para la propia integridad física o la de terceros". La respuesta emocional de la persona implica la presencia de "miedo, impotencia u horror".
El equipo de investigadores decidió comprobar si un amplio abanico de acontecimientos relacionados con el VIH tenía algo que ver con el desarrollo de desórdenes por estrés postraumático. Plantearon la hipótesis de que sufrir uno o más acontecimientos estaría vinculado con el desarrollo de los síntomas de estrés postraumático, y que las amenazas percibidas y el malestar emocional estarían relacionados con dichos síntomas. También decidieron comprobar si las emociones asociadas con la vergüenza se relacionaban con los síntomas de estrés postraumático.
Su muestra de estudio incluyó a 100 hombres gays con VIH. Estas personas se presentaron por sí mismas y recogieron el cuestionario del estudio en un proveedor de servicios de VIH o bien lo descargaron de internet.
Los pacientes tenían una media de edad de 43 años, la media de años desde el diagnóstico del VIH era de ocho, la mayoría (95%) eran de etnia blanca, el 68% habían recibido una educación universitaria, el 47% no tenían trabajo y el 56% se definieron a sí mismos como solteros.
En general, el 33% de la muestra cumplía los criterios diagnósticos de un trastorno por estrés postraumático.
Más de la mitad de los participantes (55%) informaron de que su diagnóstico de VIH les resultó traumático, el 40% dijeron que la experiencia de los síntomas relacionados con la infección también les provocó un trauma, y el 30% afirmaron que se sentían traumatizados por haber presenciado una muerte relacionada con el VIH. Otros acontecimientos traumáticos incluyeron el inicio del tratamiento antirretroviral (19%), el experimentar efectos secundarios con el tratamiento (29%) y el hecho de revelar el estado serológico al VIH (15%).
Experimentar síntomas relacionados con el VIH se vinculó con sensaciones de amenaza física, lo que condujo al desarrollo de problemas de estrés.
El resto de las medidas de malestar emocional (miedo, sensación de desamparo u horror) estuvieron relacionadas con los síntomas de estrés postraumático.
La única característica sociodemográfica asociada con un mayor riesgo de declarar síntomas de estrés postraumático fue estar subempleado o carecer de empleo (p <0,05).
Los síntomas físicos (p <0,01) y el haber presenciado una muerte relacionada con el VIH (p <0,05) fueron factores asociados de forma significativa con los síntomas del estrés traumático. El equipo de investigadores cree que dichas experiencias pueden recordar “la amenaza inmediata que supone el VIH”.
Los investigadores, asimismo, se vieron sorprendidos por el hallazgo de que iniciar el tratamiento anti-VIH (p <0,01) se asoció fuertemente con síntomas de estrés postraumático. Algunas personas (27%) percibieron la terapia como una amenaza física. Por otra parte, especulan que es posible que "el tener unas expectativas catastróficas acerca de las limitaciones [del tratamiento] es algo que puede imponerse sobre las actividades sociales u ocupacionales, conduciendo así a la aparición de un miedo traumático, o la percepción del fracaso (…) de un estilo de vida, lo que conduce a una sensación traumática de indefensión”.
La inclusión de emociones vinculadas a la vergüenza en el análisis sólo aumentó ligeramente la proporción de pacientes que podría considerarse que experimentaron un acontecimiento traumático.
Las personas con VIH pueden disfrutar de períodos prolongados de buena salud y estabilidad, indican los autores. Sin embargo, sugieren que recibir un mal resultado o presenciar casos de enfermedad y muerte relacionados con el virus podrían provocar “un miedo intenso, sensación de indefensión o de horror”, que pueden constituir un factor de predicción de síntomas de estrés postraumático. Recomiendan que los especialistas en VIH se mantengan alerta ante la presencia de síntomas como “el revivir los hechos, las conductas de evitación o la insensibilidad emocional”.
Entre las limitaciones del estudio se incluye su diseño transversal. Los autores también reconocen que no pudieron controlar posibles factores de confusión, como el apoyo social, factores de estrés no relacionados con el VIH, el estigma, sucesos vitales estresantes y la existencia de un historial de problemas mentales”.
De todos modos, el equipo de investigadores cree que su estudio se suma a la literatura médica que relaciona el VIH con el estrés postraumático y que éste está “relacionado principalmente con el miedo, la impotencia o el horror, en oposición a la vergüenza, la humillación o la culpa”.
Referencia: Theuninck AC, et al. HIV-related posttraumatic stress disorder: investigating the traumatic events. AIDS Patient Care and STDs. 2010; 24: 485-491.
Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).
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