El estudio, publicado en la revista AIDS, halló que los hombres heterosexuales, las personas de origen negro y las que no habían revelado su estado serológico a nadie tuvieron el doble de probabilidad de tener pensamientos suicidas que otros grupos.
Otros factores sólidos de predicción de ideas de suicidio fueron el estar sin empleo, soltero y haber interrumpido el tratamiento anti-VIH, aunque en el análisis multivariable estos factores perdieron significación estadística.
Las ideas sobre el suicidio también estuvieron relacionadas con una mala adhesión al tratamiento y con una peor salud física y/o mental, pero no con la edad, estar en tratamiento, el tiempo en tratamiento, el tipo del mismo o la carga viral.
Los autores señalan que, desde 1990, un total de 271 personas (casi el 2% de las aproximadamente 14.000 con VIH que han muerto en el Reino Unido) se han quitado la vida, y que la proporción de muertes por suicidio ha aumentado desde que se dispone de un tratamiento eficaz para el VIH. A pesar de esto, no se han realizado demasiados estudios sobre el índice de suicidios desde la llegada de las terapias combinadas y tampoco ha quedado claro si la infección por VIH estuvo relacionada de forma independiente con los pensamientos suicidas o si éstos eran simplemente más habituales en aquellas personas que son más vulnerables al virus.
El estudio del Reino Unido, dirigido por la profesora Lorraine Sherr, de la Facultad de Medicina del University College y el Hospital Royal Free, pidió a los 903 pacientes elegibles que acudieron a las cinco clínicas antes mencionadas en un periodo de tres meses entre 2005 y 2006 que rellenaran un cuestionario. En él se les preguntaba si habían tenido pensamientos suicidas en la última semana y, de ser así, con qué frecuencia.
Asimismo, el estudio también reunió información demográfica y preguntó por la conducta sexual y el estado de las relaciones, su grado de optimismo respecto al tratamiento y si los pacientes habían revelado su estado serológico a alguien, el estado y adherencia al tratamiento, síntomas de mala salud física o mental y calidad de vida en general. La tasa de respuesta fue muy alta: el 86% de los pacientes elegibles completaron el cuestionario.
Dos tercios del grupo de pacientes eran hombres gays, la cuarta parte, mujeres, y el 10% restante, hombres heterosexuales. Algo más de la mitad había nacido en el Reino Unido, la mayor parte de las personas se describieron a sí mismas como de etnia blanca, el 25% de etnia negra y el 8% de origen asiático o distinto al blanco. El 21% nunca había tomado terapia antirretroviral (TARV), el 66% estaba recibiendo en ese momento la TARV y el 13% tomaba fármacos anti-VIH, pero los había dejado. El 53% de los encuestados tenía un empleo.
Del 31% de personas que habían tenido pensamientos suicidas la semana anterior, más del 10% declaró que los mismos fueron “frecuentes” y algo más del 5%, “constantes”. El resto afirmó que estos pensamientos se produjeron de forma ocasional.
Los datos sin tratar muestran que los factores de predicción de suicidio más sólidos fueron, en este orden: tener una peor salud física o mental, no tener empleo, mantener una mala adhesión al tratamiento, no tener una relación estable, no haber revelado el estado serológico al VIH a nadie fuera de la clínica, ser de etnia negra y ser un hombre heterosexual.
Entre los factores no relacionados con el suicidio se incluyeron la edad, haber practicado sexo sin protección, el número de parejas sexuales, el pesimismo respecto al tratamiento o la posibilidad de tener capacidad de infección y el tipo de tratamiento. Sin embargo, el índice de suicidios fue significativamente más alto en las personas que interrumpieron la terapia (43%) y se observaron las mismas tasas de fantasías suicidas en las personas con bajo nivel de adhesión al tratamiento.
Después de realizar un análisis multivariable, la orientación sexual, el origen étnico, la revelación del estado serológico y el estado de salud físico y mental fueron los únicos factores de predicción independientes de ideas suicidas. Los hombres heterosexuales fueron casi el doble de propensos que los hombres gays a mostrar dichos pensamientos, y 2,5 veces más propensos que las mujeres. Las personas de etnia negra tuvieron casi el doble de tendencia que las de etnia blanca (la mayoría de los hombres heterosexuales era de etnia negra). Por último, no constituyó ninguna sorpresa que las personas con una mala salud mental fueran 2,3 veces más proclives a tener ideas suicidas. La relación entre estas ideas y los varones heterosexuales fue incluso más fuerte en el caso de los pacientes en tratamiento antirretroviral.
El presente estudio parece respaldar la idea de que la infección por VIH en sí misma constituye un factor independiente de estrés psicológico. Los autores señalan que la tasa de suicidios del 31% es más del doble de la observada entre los hombres gays (13%), un grupo del que consta que existen unas tasas de suicidio elevadas. Y el hecho de que el 45% de los hombres heterosexuales manifestara tener pensamientos suicidas en este estudio (frente al 30% de los hombres gays) apuntaría a que entre las influencias más significativas de este tipo de ideas se encontraría la infección por VIH y otros factores relacionados, como el estigma y la vergüenza, la mala salud, el pesimismo sobre el estado de salud y, lo que los autores denominan, “el peso del secretismo y la falta de apoyo comunitario y social”
Referencia: Sherr L, et al. Suicidal ideation in UK HIV clinic attenders. AIDS. 2008; 22(13): 1.651-1.658.
Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).
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