El equipo de investigadores sugiere que se deberían realizar esfuerzos para contrarrestar el estigma que rodea a la hepatitis C entre los hombres gays, y también para proporcionar información respecto a los riesgos de transmisión sexual del VHC a los hombres homosexuales con comportamientos sexuales de alto riesgo.
Se han registrado brotes de VHC por transmisión sexual entre los hombres gays con VIH tanto en el Reino Unido como en Europa. Entre los comportamientos sexuales ligados a la transmisión sexual de la hepatitis C en esta población figuran la práctica de fisting (introducción del puño en el recto), el sexo en grupo y el sexo anal sin protección.
Un número significativo de hombres gays con VIH escogió parejas sexuales también con el virus, una práctica denominada ‘serosorting’. Aunque esto puede evitar el riesgo de infectar por este virus a la pareja, puede suponer un riesgo para el caso de otras infecciones de transmisión sexual, incluyendo la hepatitis C.
Tanto el VIH como la hepatitis C son enfermedades estigmatizadas, debido, por un lado, a su naturaleza potencialmente mortal y, por otro, a su vinculación con estilos de vida que, a menudo, se perciben como “pervertidos”.
Las investigaciones previas sugieren que el estigma que pesa sobre esas infecciones puede influir sobre la disposición de las personas a revelar que las padecen.
En consecuencia, el doctor Gareth Owen diseñó un estudio piloto para determinar las experiencias emocionales que supone el estigma para los hombres con VIH coinfectados por VHC o que habían recibido un tratamiento exitoso para la infección.
Se realizaron entrevistas en profundidad a seis hombres de entre 32 y 43 años en la ciudad de Londres (Reino Unido). Todos los participantes presentaban factores de riesgo de transmisión sexual de la hepatitis C, incluyendo práctica de fisting, de sexo anal sin protección y de sexo en grupo. Con frecuencia, estas actividades se produjeron en el contexto de fiestas sexuales privadas en las que se consumían drogas recreativas. Los seis hombres declararon practicar serosorting.
Todos los hombres atribuyeron su infección por VHC a la práctica de fisting, aunque esta actividad tuvo lugar en un contexto con otras actividades que, potencialmente, implican un riesgo de transmisión de la hepatitis C, incluyendo prácticas de sexo en grupo y el compartir lubricante, juguetes sexuales y tubos para esnifar drogas recreativas.
El hecho de “sentirse” estigmatizado por culpa de la hepatitis C fue algo habitual para los seis hombres. Una persona declaró que estos sentimientos a menudo fueron peores que los efectos físicos de la infección: “Creo que el modo en que hace que te sientas es peor que la propia infección en sí (…). El miedo al rechazo, al estigma y todo eso es, en realidad, más tóxico que la misma enfermedad”.
Los participantes en el estudio afirmaron que el miedo constituyó el factor más importante que conducía a la estigmatización de la hepatitis C. Este miedo se atribuyó a la falta de conocimiento sobre esta infección, y también al temor a infectarse, a que la hepatitis C pudiera complicar la infección por VIH y al impacto de la misma sobre comportamientos del estilo de vida como el consumo de drogas y alcohol, así como al tratamiento de la hepatitis C, al rechazo (especialmente al rechazo sexual) y a la muerte.
“Creo que la hepatitis C es el nuevo gran problema al que nos enfrentamos”, dijo un participante. “Me parece que los hombres gays tienen miedo de la hepatitis C, y creo que es porque no parecen saber mucho sobre ella, excepto que puede matarte.”
Un hombre habló de un rechazo sexual que sufrió por tener el VHC: “El hombre que me rechazó había oído cosas en torno a las implicaciones de la coinfección. Es una noticia muy mala, porque tienes que dejar de beber y de tomar drogas.”
El diagnóstico de hepatitis C estuvo relacionado con la vergüenza y la culpa, además del estigma. Una persona indicó al equipo de investigadores: “Me sentí sucio. Me sentí despreciable. Me sentí aislado. Me sentí solo (…) Es la vergüenza: la vergüenza, el secreto, el estigma y todas esas cosas.”
Recibir un diagnóstico de VHC se percibió como una exclusión de la “camaradería de los que sólo tienen el VIH”. Esto se vio reflejado en los comentarios de uno de los participantes del estudio: “La hepatitis C aún no ha sido asumida por la comunidad gay como lo ha sido el virus de la inmunodeficiencia humana, y si no se ha aceptado, está fuera y más estigmatizada (…). Incluso dentro de la comunidad gay, y de la propia comunidad del VIH, esta enfermedad ha creado una situación donde hay un «ellos» y un «nosotros»”.
El estigma supuso que los hombres no hablaran de la hepatitis C con sus parejas sexuales o revelaran que tenían el VHC. Un hombre dijo que el VIH no se consideraba “un problema muy grande” ya que los hombres con este virus practicaban serosorting. Sin embargo, “esto de la hepatitis C es un tema importante. La gente le tiene miedo, pero nadie habla de ella”.
Otra persona señaló: “Nunca nadie me reveló que tenía hepatitis C, ni siquiera en una situación sexual”.
También se apreció la existencia de confusión respecto a la hepatitis C, como reveló el hecho de que algunos hombres declararan que los de su entorno confundían esa infección con la hepatitis B.
Varios de los hombres indicaron que el estigma estaba acallando el debate en torno a la hepatitis C entre los hombre con VIH en situación de alto riesgo de exposición sexual al virus. “El estigma silencia las cosas y permite que sobre ese silencio crezca más estigma”, afirmó una persona, que añadió: “Puedes entender por qué las personas tienen que guardar silencio ya que, para empezar, el estigma está ahí”.
Aunque el investigador reconoce que el tamaño reducido de la muestra constituye una limitación en su estudio, cree que “da profundidad” a los datos que muestran que los hombres gays con VIH necesitan información promocional de la salud respecto al VHC.
Sobre la base de su investigación, el autor propone un modelo donde el miedo a la hepatitis C provoca la estigmatización de la misma entre los hombres homosexuales con VIH. Este miedo desencadena el rechazo sexual en caso de que se comunique que se tiene el VHC y este rechazo provoca vergüenza y más miedo, que a su vez conduce al silencio y al hecho de no revelar la infección. “Esto genera un riesgo de transmisión en situaciones donde los hombres con VIH practican serosorting y se implican en relaciones sexuales sin protección.”
El doctor Owen concluye señalando que se necesita trabajar más para contrarrestar el estigma que rodea a la hepatitis C entre los hombres gays y que aquéllos con VIH deberían recibir una información específica dirigida a ellos respecto a los riesgos de transmisión del VHC por la práctica de fisting y de otras actividades sexuales que puedan provocar el sangrado de la mucosa.
Referencia: Owen, G. An ‘elephant in the room’? Stigma and hepatitis transmission among HIV-positive ‘serosorting’ gay men. Culture, Health and Sexuality. 2008; 10: 601 – 610.
Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).
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