Estudios realizados en Estados Unidos y otros lugares han mostrado de forma constante que muchas personas con VIH no están diagnosticadas y no son conscientes de están infectadas. En Estados Unidos se estima que 1,1 millones de personas viven con VIH, de las cuales se cree que entre el 24% y el 27% no es consciente de su estado serológico al VIH.
Las políticas en Estados Unidos y otros países están avanzando hacia un uso más generalizado de pruebas rutinarias del VIH tipo opt-out (o de "exclusión voluntaria"), especialmente fuera de los sectores de población en situación de riesgo "tradicionales", como los hombres que practican sexo con hombres (HSH) y los usuarios de drogas inyectables (UDI).
El Estudio Nacional de Entrevistas de Salud (NHIS, en sus siglas en inglés) es un estudio a gran escala en marcha que reúne información sanitaria detallada y muy diversa de más de 35.000 ciudadanos adultos de EE UU de forma anual a través de entrevistas personales. Para este informe, los investigadores de política sanitaria emplearon los datos conjuntos de 154.302 encuestados de NHIS, reuniendo 6 encuestas consecutivas entre 2000 y 2005.
A los participantes se les preguntó si alguna vez se habían hecho una prueba del VIH, cuándo había sido la última vez que la realizaron, los motivos para hacerla (de forma voluntaria, como parte de un cuidado médico rutinario o de forma obligatoria), si planeaban realizar la prueba en los próximos doce meses, si consideran que tenían algún "factor de riesgo de VIH en la vida" y cómo percibían su propio riesgo actual de infección por VIH (alto, medio, bajo o nulo).
Entre los factores de riesgo en la vida se incluyeron recibir factores de coagulación sanguínea, HSH, UDI, comercio sexual o tener una pareja sexual con alguno de esos riesgos. A los encuestados sólo se les preguntó si existía algún factor y no se les pidió que lo especificaran. Las preguntas también incluyeron datos demográficos, consumo de alcohol, depresión y recibir otros cuidados médicos, como vacunaciones de la hepatitis B.
Entre 2000 y 2005, las tasas de realización de la prueba del VIH "se mantuvieron bajas y relativamente estables". En general las personas con un mayor riesgo autopercibido fueron más propensas a realizarse la prueba: véase la tabla (p<0,001 para todas las comparaciones):
Riesgo actual auto-declarado |
Nulo (n=104.213) |
Bajo (n=40.006) |
Medio (n=2.784) |
Alto (n=981) |
Factor de riesgo vital (n=4.546) |
General (n=154.302) |
Realizó prueba alguna vez |
36,2% |
42,4% |
52,4% |
64,1% |
67,1% |
38,3% |
Realizó la prueba el año anterior |
9,1% |
12,4% |
19,0% |
22,1% |
21,0% |
10,2% |
Prevé realizar la prueba el próximo año |
6,4% |
11,7% |
23,0% |
24,7% |
26,6% |
8,2% |
La realización de pruebas voluntarias supuso el 23,7% de las pruebas más recientes, el 44,2% fue parte del cuidado médico de rutina (incluyendo un 17% como parte del cuidado prenatal), el 20,9% se exigió por cuestiones de seguros, inmigración, matrimonio o servicio militar. El 11,2% restante se debió a otras causas o se desconoce el motivo. Los hombres de raza blanca constantemente registraron las tasas más bajas de realización de la prueba. Entre 2000 y 2005 hubo un modesto aumento en la tasa de realización de pruebas en la vida (haber realizado alguna vez una prueba) entre las mujeres de todas las razas.
El consumo de alcohol estuvo fuertemente relacionado con la realización de pruebas, el riesgo percibido y los factores de riesgo declarados. En comparación con la abstinencia, las personas con un consumo ligero o moderado de alcohol fueron 1,35 veces más propensas a presentar un factor de riesgo o mayor riesgo percibido. Las personas con cualquier nivel de consumo de alcohol fueron más propensas a haberse realizado la prueba. Los cocientes de probabilidades variaron entre 1,42 y 1,45 para la realización de la prueba alguna vez y 1,12 y 1,14 para la realización de la prueba el año anterior y no se observaron diferencias significativas entre el consumo más elevado y más moderado. Los mayores bebedores fueron más de dos veces más propensos a presentar un factor de riesgo vital.
Unas puntuaciones de depresión más altas (en una escala del 0 al 4) estuvieron también relacionadas con el riesgo, la realización de la prueba y las intenciones de realizarla. Una mayor puntuación de depresión se correspondió con un cociente de probabilidades de 1,27 de haber realizado la prueba alguna vez, 1,20 de haberla realizado el año anterior, 1,11 de riesgo percibido y 1,83 de un factor de riesgo vital.
Aparte del consumo de alcohol, la puntuación de depresión y el riesgo autodeclarado, las tasas de realización de prueba también variaron de forma significativa con el sexo, la edad, el nivel de educación y la raza. (Los cocientes de probabilidades [CP] de realización alguna vez de la prueba y de realización el año anterior fueron por lo general similares. Aquí sólo se tratará la realización de la prueba el año anterior.)
Las mujeres fueron más propensas que los hombres a haberse realizado la prueba en el año anterior (CP = 1,27; intervalo de confianza del 95% [IC]: 1,22 a 1,32), al igual que los encuestados más jóvenes (CP = 0,70 por cada diez años de edad; IC 95%: 0,66 a 0,69), tener certificados universitarios o superiores (CP = 1,19 frente a nivel de instituto; IC 95%: 1,13 a 1,25), ser de origen hispano (CP = 1,52 frente a raza blanca; IC 95%: 1,42 a 1,62) y ser de origen negro no hispano (CP = 2,55; IC 95%: 2,40 a 2,71). Las personas que fueron vacunadas de la gripe el año anterior o de la hepatitis B en algún momento de su vida fueron asimismo más propensas a haber realizado la prueba del VIH el año anterior (CP = 1,35 y 1,48 respectivamente) (p < 0,001 para todos).
El otro componente principal del análisis fue una comparación de la realización real y la prevista de la prueba. Las tasas de realización real de la prueba se diferenciaron de las tasas de intención de realizarla: considerando sólo las pruebas voluntarias, el 8,2% de la muestra total declaró una intención de realizar la prueba en el año siguiente, pero sólo el 2,1% había realizado realmente la prueba el año anterior, una diferencia del 6,1%. (Esta diferencia desapareció cuando se consideraron también los análisis de rutina y obligatorios.)
Es de destacar que la diferencia entre la realización prevista y planeada de la prueba fue mayor en aquellas personas con mayores factores de riesgo del VIH. Las personas con un factor de riesgo en la vida, un riesgo autopercibido de nivel medio o alto o con un mayor consumo de alcohol fueron más propensas a declarar que tenían la intención de realizar la prueba que a haberla realizado realmente el año anterior.
Respecto a las pruebas voluntarias, la declaración de haber realizado la prueba se diferenció de la intención en un 16,0% en el caso de las personas con un factor de riesgo en la vida, en un 15% en el caso de riesgo autopercibido medio, en un 15,2% para un riesgo autopercibido alto y en un 8,8% en el caso de consumo elevado de alcohol. También se observaron diferencias significativas entre la realización prevista y real de la prueba en el caso de las personas de raza negra (15,2%) y de origen hispano (10,4%). Todas estas diferencias fueron más pequeñas, pero siguieron siendo estadísticamente significativas cuando se consideraron también las pruebas rutinarias y obligatorias.
En la metodología de estudio, los encuestados que ya tenían VIH fueron considerados para el análisis como de "alto riesgo" en lugar de pertenecientes a una categoría distinta. Como sería poco probable que las personas con VIH (se estima que el 0,31% de la población de Estados Unidos) declararan tener ninguna intención de realizar más pruebas, esto introduciría un sesgo hacia una menor intención en el grupo de alto riesgo.
El equipo de investigadores concluye que, en Estados Unidos, "las tasas de realización de pruebas del VIH siguen siendo bajas… probablemente contribuyendo a la existencia de un número sustancial de casos de VIH sin diagnosticar… las poblaciones consideradas en situación de alto riesgo… siguen mostrando la necesidad de contar con un mejor acceso y utilización de la prueba… [y] los factores que inhiben la materialización de las intenciones de realizar la prueba podrían afectar de forma desproporcionada a los grupos en situación de mayor riesgo de VIH". Sin embargo, los autores señalan que casi la mitad de las pruebas del VIH se realizaron como parte de chequeos médicos o del cuidado prenatal, "lo que sugiere que las iniciativas políticas para integrar la realización de la prueba dentro del cuidado médico de rutina han tenido cierto éxito".
Referencia: Ostermann J et al. Trends in HIV testing and differences between planned and actual testing in the United States, 2000-2005. Arch Intern Med 167(19): 2128-2135, 2007.
Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).
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