Los cambios corporales y las anomalías en los niveles de lípidos son habituales en niños y jóvenes con VIH

Los niños y jóvenes infectados por VIH al nacer que presenten un historial de uso de tratamientos antirretrovirales muestran unos niveles más bajos de grasa en las extremidades que sus iguales seronegativos, según informa un equipo de investigadores de EE UU en la edición de 27 de marzo de la revista AIDS. El estudio también evidenció una mayor prevalencia de anomalías lipídicas entre dicha población.

Michael Carter

Las personas infectadas por el virus de la inmunodeficiencia humana al nacer han de tomar terapia antirretroviral (TARV) toda la vida y esto podría aumentar su riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Los autores del estudio creen que sus hallazgos “ponen de relieve la necesidad de promover cambios en el estilo de vida (dieta, ejercicio, menos tiempo de televisión, dejar de fumar) que reduzcan el riesgo cardiovascular”.

El tratamiento antirretroviral reduce las tasas de morbimortalidad entre las personas con VIH, y cada vez hay más optimismo respecto a la posibilidad de que esta terapia permita a las personas infectadas tener una esperanza de vida casi normal.

Sin embargo, la TARV presenta efectos secundarios. Algunos fármacos, especialmente estavudina (d4T, Zerit®) y zidovudina (AZT, Retrovir®), han sido vinculados a cambios de la forma corporal. Además, se han observado también alteraciones metabólicas en personas que toman tratamiento anti-VIH, incluyendo aumentos de colesterol y anomalías en el nivel de glucosa.

Los investigadores se propusieron identificar la prevalencia de las anomalías metabólicas y de la forma corporal en una muestra de niños y adultos jóvenes con VIH de entre 7 y 24 años de edad. Todos ellos estaban infectados por VIH desde su nacimiento y fueron seleccionados de entre 37 sedes del Grupo de Ensayos Clínicos Pediátricos sobre el Sida (PACTG, en sus siglas en inglés) de EE UU.

Estas personas fueron comparadas con otras que tenían el mismo estado de desarrollo físico, edad y sexo.

La población de estudio contó con 161 participantes cuya terapia antirretroviral incluyó un inhibidor de la proteasa (IP) y 79 cuyo tratamiento no incluía esta familia de fármacos. El intervalo de edades estuvo comprendido entre 7 y 24 años (mediana: doce años). La población control estuvo compuesta por 146 personas sin VIH.

Los dos grupos de personas seropositivas presentaban un dilatado historial de tratamientos antirretrovirales. La mediana de duración de la terapia anti-VIH estuvo un poco por debajo de los diez años en el caso del grupo del inhibidor de la proteasa y fue de nueve años en el otro.

Las personas con VIH, independientemente de su terapia, mostraban unos menores valores de altura (p <0,01), peso (p <0,01) e índice de masa corporal [IMC] (p= 0,02), en comparación con sus iguales no infectados.

Además, la grasa total en las extremidades (valorada mediante la técnica DEXA [siglas en inglés de absorciometría dual de rayos X]) fue inferior en ambos grupos de personas con VIH en comparación con los componentes del grupo de control (p <0,01).

El empleo de d4T y AZT era generalizado. Más de la mitad (54%) de los participantes tratados con un inhibidor de la proteasa habían tomado d4T, siendo la mediana de duración de dicho tratamiento de casi seis años. Más de la tercera parte de las personas que recibían un régimen que no incluía IP también contaban con experiencia en el uso de d4T, con una duración mediana de terapia de seis años. Además, el 26% de las personas tratadas con inhibidores de la proteasa había tomado AZT (duración mediana: seis años), al igual que el 46% de los que seguían un régimen sin IP [durante una mediana de siete años].

También se examinaron los niveles de lípidos. El análisis mostró que el grupo de IP presentaba una mayor prevalencia de niveles anómalos lipídicos en comparación con el grupo de control. Esto incluyó un colesterol total superior a 200 mg/dL (29% frente a 10%), un nivel elevado de colesterol LDL -el llamado colesterol “bueno”- [superior a 130 mg/dL; 19% frente a 6%], un nivel reducido de colesterol HDL –el llamado colesterol “malo”- (inferior a 35 mg/dL; 10% frente a 4%) y niveles elevados de triglicéridos (superiores a 130 mg/dL; 52% frente a 13%).

El nivel de insulina en ayunas fue superior en las personas con VIH [con independencia de su tratamiento] que en el grupo de control (p <0,001), al igual que el valor de HOMA-IR (una medida de la resistencia a la insulina): p= 0,005 en el grupo tratado con IP, p= 0,004 en el grupo no tratado con IP. Los resultados también mostraron que sus niveles de insulina a las dos horas fueron significativamente mayores entre las personas tratadas con IP que en el grupo de control (p= 0,006).

“Hemos observado una elevada prevalencia de dislipidemia en las personas con VIH, especialmente en las que siguen regímenes de tratamiento que incluyen inhibidores de la proteasa”, comentan los autores. Y añaden: “La dislipidemia, especialmente el nivel de colesterol LDL superior a 130 mg/dL, se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular en adultos”.

Los investigadores, asimismo, expresan su preocupación porque “los reducidos niveles de grasa en las extremidades detectada en los niños y jóvenes con VIH podrían constituir un factor importante que afectaría a la adhesión a la TARV, por lo que quizá sea necesaria una intervención al respecto”.

Deberían promoverse modificaciones en el estilo de vida que disminuyan el riesgo de enfermedad cardiovascular entre los niños y jóvenes con VIH, sugieren los responsables del estudio.

Referencia: Aldrovandi GM, et al. Morphologic and metabolic abnormalities in vertically HIV-infected children and youth. AIDS. 2009; 23: 661-672.

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).

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