Enfermedad de Graves: riesgo para pacientes que inician TAR con recuento bajo de CD4

La enfermedad de Graves puede suponer un riesgo para los pacientes que inician TAR con un recuento bajo de células CD4 y que luego tienen una buena restauración inmunológica

Michael Carter

A los pacientes que inician tratamiento del VIH con un recuento de células CD4 muy bajo y luego experimentan un aumento rápido y sustancial de ese recuento de células CD4 se les debería realizar un seguimiento ante una posible aparición de la enfermedad de Graves (un desorden autoinmune), según manifestó un grupo de investigadores de EE UU que escribe en la edición del 14 de febrero de la revista AIDS.

La advertencia se produce después de que los autores hubiesen observado cinco casos de enfermedad de Graves entre sus pacientes, lo que les llevó a realizar una mayor revisión de la literatura médica que les permitiera identificar la incidencia y factores de riesgo de la enfermedad de Graves en pacientes que inician terapia antirretroviral.

La enfermedad de Graves es una enfermedad autoinmune que provoca hiperactividad de la glándula tiroides. El grupo de investigadores cree que la enfermedad debería considerarse una enfermedad autoinmune del síndrome inflamatorio de reconstitución inmunológica (SIRI).

Cuatro de los cinco casos descritos por el grupo de investigadores de la Marina de Estados Unidos se produjeron en personas que iniciaron una terapia antirretroviral potente con un recuento de células CD4 inferior a 25 células/mm3. El quinto paciente tenía un recuento de células CD4 de 472 células/mm3 cuando se inició el tratamiento del VIH. Entre 12 y 25 meses tras el inicio del tratamiento del VIH, los pacientes habían experimentado un aumento de los recuentos de células CD4 de entre 130 y 200 células/mm3.

Sin embargo, los síntomas de la enfermedad de Graves se desarrollaron en torno a ese momento, y entre ellos se contaron ansiedad, temblores, palpitaciones, intolerancia al calor y una elevada pérdida de peso. Dos pacientes también desarrollaron problemas oculares, uno de ellos sufrió una compresión del nervio óptico y el otro, una retracción de un párpado superior.

Se realizó el tratamiento de la enfermedad de Graves, incluyendo la extirpación de la glándula tiroides de un paciente, y los síntomas se resolvieron en su mayor parte, aunque dos personas quedaron con problemas oculares en aquel momento.

Una búsqueda en la literatura relacionada reveló que se registraron 23 casos más de enfermedad de Graves relacionada con SIRI en personas con VIH. La mediana de edad fue de 39 años y el 57% de los casos afectó a mujeres. El aumento medio del recuento de células CD4 tras iniciar la terapia del VIH fue de 355 células/mm3 y los síntomas de la enfermedad de Graves (que típicamente incluyeron temblores, pérdida de peso, palpitaciones, insomnio y problemas oculares) se produjeron 21 meses tras iniciar la terapia antirretroviral.

El grupo de investigadores sugiere que SIRI se desarrolló tan tarde tras el inicio de la terapia antirretroviral como resultado de “la segunda fase de aumento de células CD4 como células naive migradas desde la glándula timo”.

Los médicos del VIH deberían permanecer alerta ante los desarreglos tiroideos y la enfermedad de Graves entre pacientes que toman terapia antirretroviral, “y considerar la posibilidad de realizar pruebas de desarreglos tiroideos a pacientes con resultados clínicos compatibles con ellos”, concluyen los autores.

Referencia: Crum NF et al. Graves’ disease: an increasingly recognized immune reconstitution syndrome. AIDS 20: 466 – 469, 200

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).

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