Las personas con infección por VIH parecen presentar un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares tales como ataques al corazón o apoplejías. Estos pacientes también registran una elevada frecuencia de signos subclínicos de progresión de enfermedad cardiovascular, o aterosclerosis, como un mayor depóstito de colesterol y otros residuos en las paredes arteriales (formación de placas), así como un engrosamiento de las paredes de la arteria carótida.
En parte, estos cambios se deben a factores propios del estilo de vida, como el tabaquismo, que es más frecuente entre las personas con VIH, y los niveles elevados de colesterol, debidos a algunos antirretrovirales.
Sin embargo, existe una creciente preocupación porque, incluso en ausencia de múltiples factores de riesgo, la infección por VIH puede aumentar de forma directa el riesgo, a largo plazo, de que se produzcan enfermedades cardíacas al generar un estado inflamatorio permanente. Las infecciones crónicas virales, asimismo, pueden causar un envejecimiento acelerado del sistema inmunitario, que puede ocasionar un daño en los vasos sanguíneos que acabaría por provocar el desarrollo de cardiopatías.
El doctor Robert Kaplan, de la facultad de Medicina Einstein (Nueva York, EE UU), dirigió un estudio para investigar el efecto del envejecimiento acelerado del sistema inmunitario sobre la salud cardiovascular de las mujeres con VIH.
El envejecimiento del sistema inmunitario (inmunosenescencia) se caracteriza por un descenso en el número generado de nuevas células-T naive, una pérdida de las células-T de memoria programadas para responder frente a infecciones específicas, una menor proliferación de células-T en respuesta a las infecciones y unos mayores niveles de determinadas citoquinas inflamatorias. Todos estos efectos explican por qué las personas mayores pueden ser propensas a padecer más infecciones y a que su salud se resienta más cuando las contraen.
En general, estos indicios de envejecimiento del sistema inmunitario se observan en las personas de mayor edad, y se han vinculado al desarrollo de enfermedades cardíacas. Este estudio pretendía determinar si también se podían encontrar pruebas de inmunosenescencia en personas con VIH más jóvenes, así como hasta qué punto constituía un factor de predicción de enfermedad cardiovascular.
El ensayo comparó las medidas de la enfermedad de la arteria carótida y del nivel de activación de las células-T y del grado de immunosenescencia en 115 mujeres infectadas por VIH y otras 43 sin VIH emparejadas por edad y grupo étnico. Todas ellas eran participantes en el Estudio Interagencias del VIH en Mujeres, un ensayo prospectivo que incluyó la realización de ecografías de la arteria carótida dentro de sus investigaciones.
El equipo de investigadores determinó el grado de activación de células-T mediante la medición de los niveles de coexpresión de los marcadores CD38 y HLA-DR en las células-T CD4 y CD8. La senescencia se comprobó examinando la ausencia del marcador CD28 y la presencia del CD57.
Los autores descubrieron unas frecuencias significativamente mayores de células-T CD4 y CD8 activadas, así como de células-T CD8 senescentes, en las mujeres con VIH. El grado de activación fue menor (aunque no nulo) en el caso de las mujeres que recibían una terapia antirretroviral totalmente supresora, lo que indica que incluso unos niveles muy bajos de VIH son capaces de seguir ocasionando una desregulación inmunitaria.
El nivel de activación inmunitaria en las mujeres con VIH estuvo relacionado con la extensión de las lesiones en la arteria carótida, después de tener en cuenta la edad, el recuento de CD4, la viremia y la terapia antirretroviral. El grado de activación inmunitaria en la población femenina sin VIH fue menor y no se vinculó con lesiones en la arteria carótida, lo que sugiere que el VIH o patógenos concurrentes (tales como el citomegalovirus [CMV] o el virus de la hepatitis C [VHC]) tienen un efecto sobre la pared vascular, o quizá la existencia de un umbral de activación inmunitario que es necesario superar antes de que tenga efectos sobre la pared vascular.
Un grado más alto de la senescencia de las células-T CD8 estuvo relacionado de forma significativa con la presencia de lesiones de la arteria carótida en mujeres con VIH, pero no en las participantes sin el virus (p= 0,009). Este hecho no se vio revertido por el tratamiento antirretroviral.
El estudio se ve limitado por su diseño transversal, basado en las mediciones y muestras de sangre tomadas en una visita médica de las mujeres. No obstante, se requieren datos prospectivos para entender mejor los vínculos existentes entre la activación inmunitaria, la immunosenescencia y la enfermedad cardiovascular en personas con VIH.
En un comentario en la misma revista, Virginia Triant y Steven Grinspoon, del Hospital General de Massachusetts (EE UU), afirman que es preciso realizar un seguimiento a largo plazo para entender mejor la relación observada en este estudio, y que será necesario llevar a cabo nuevas investigaciones para comprobar si el mismo fenómeno se da en el caso de los hombres.
También señalan que si la mencionada vinculación se sostiene en futuros estudios, los intentos de tratar la senescencia inmunitaria mediante fármacos inmunosupresores, inhibidores de citoquinas o terapias basadas en telómeros "tendrán que sopesarse frente a los posibles efectos inmunitarios negativos. De hecho, este equilibrio puede ser difícil de alcanzar".
Referencias: Kaplan RC, et al. T cell activation and senescence predict subclinical carotid artery disease in HIV-infected women. J Infect Dis, advance online publication, January 10th, 2011. (En esta dirección podrás acceder al artículo de forma gratuita).
Trant VA, Grinspoon SK. Immune dysregulation and vascular risk in HIV-infected patients: implications for clinical care. J Infect Dis, advance online publication, January 10th, 2010. (En esta dirección podrás acceder gratuitamente a un extracto de este artículo).
Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).
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