Se propone un tratamiento basado en una terapia genética transmisible como modo de frenar la epidemia de VIH

Se ha planteado un novedoso método para detener el curso de la epidemia mediante el uso de partículas similares a virus alteradas genéticamente que se unirían al VIH, utilizarían sus genes, evitarían su replicación y, después, se transmitirían del mismo modo que dicho virus a otras células.

Keith Alcorn

El bioquímico Leor Weinberger, junto con un equipo de colaboradores de la Universidad de California en San Diego y en Los Ángeles (EE UU), considera que lo que ellos denominan ‘partículas terapéuticas interferentes’ (PTI) cuentan con el potencial de reducir la prevalencia del VIH unas treinta veces a lo largo de 50 años en las peores epidemias en el África subsahariana, en comparación con la reducción de la prevalencia a la mitad en los escenarios alternativos más optimistas de empleo de una vacuna exitosa.

Los hallazgos están publicados en el número del 17 de marzo de la revista PLoS Computational Biology.

“Estas partículas son parásitos moleculares que ‘encaraman’ al VIH para propagarse entre las personas”, afirmó Weinberger.

Las PTI constituyen una forma de terapia genética que penetrarían en las células humanas y las usarían, junto con los genes del VIH, para reproducirse. Otras formas de terapia genética que también se están examinando serían las células CD4 modificadas genéticamente para eliminar una proteína diana presente en su superficie (un correceptor) que el VIH utiliza para penetrar en ella.

En el caso de las PTI, las partículas modificadas genéticamente emplean la misma cobertura externa que el VIH, pero carecen de los genes que codifican los componentes de esta estructura, así como las enzimas necesarias para ensamblarla. Solo pueden replicarse, infectar otras células y transmitirse a nuevas personas usando estos elementos del propio VIH. Hasta que la célula se infecte por el virus, las PTI permanecen durmientes.

Cuando la célula se infecta, la partícula terapéutica interferente se activa y empieza a replicarse. Como el genoma de la PTI es más corto que el del VIH, se replicaría con mayor velocidad y sería capaz de ‘secuestrar’ cualquier producto destinado a la cápside o envoltura del VIH generado en una célula infectada y así transmitirse a otras (Nota: La cápside es una estructura cónica donde se empaquetan otros genes del VIH dentro de la envoltura viral).

Estas PTI, una vez elaboradas, podrían transmitirse utilizando las mismas rutas que el VIH. Sin embargo, una vez han pasado a otra persona, estas partículas permanecerían durmientes y no podrían replicarse (o transmitirse) a menos que esa persona se viera expuesta al virus, para empezar otra vez el ciclo.

Así, el mecanismo primario a través del cual las PTI limitarían el crecimiento de la epidemia es reduciendo la carga viral, en vez de por el hecho de actuar como una forma de vacuna de transmisión libre. En realidad, declaran los investigadores, estas partículas también pueden considerarse como un adyuvante del tratamiento.

No obstante, su eficacia a la hora de limitar la carga viral sería mucho mayor que el tratamiento en la población porque solo se precisaría una única inyección (o una infección) para introducir el efecto antirretroviral de la PTI.

Por el contrario, el tratamiento anti-VIH convencional debe tomarse cada día, tiene que administrarse a través de un sistema sanitario funcional y ha de ser financiado de forma constante. En todos estos aspectos, es muy probable que los países africanos sigan enfrentándose a enormes retos en el uso del tratamiento como medio para reducir el número de nuevas infecciones.

Dos de los principales problemas de las estrategias de ‘tratamiento como prevención’ serían cómo llegar a los pacientes más difíciles de acceder a la terapia antes de que infecten a otras personas y cómo llegar a las personas poco después de la infección, cuando es más probable que transmitan el virus.

Los autores indican que, en ambos aspectos, las PTI resultarían superiores.

Su naturaleza transmisible supone que se propagarían a través de las redes de transmisión sexual y de inyección de drogas en lugar de depender de la intervención de los sistemas sanitarios para llegar a todas las personas en riesgo de infección. Aparte, no sería necesario realizar pruebas masivas de forma regular para identificar a las personas con VIH: el propio virus hará que la PTI empiece a replicarse y la partícula hará el resto.

Además, aún en el caso de que no se eviten por completo las transmisiones del VIH, como la partícula transmisible interferente respondería de forma inmediata una vez producida la infección, este enfoque debería ser capaz de limitar la carga viral durante las primeras semanas. Esto minimizaría el riesgo de transmitir el VIH durante el momento de máxima capacidad de infección.

Weinberger afirmó que la PTI no reemplazaría a otras terapias: “En parte, argumentamos que las PTI podrían utilizarse junto con los actuales tratamientos farmacológicos anti-VIH o las campañas de vacunación y que podrían mejorar la eficacia de estas campañas en la población”.

De momento, los hallazgos del grupo de investigación se basan en un modelo matemático y la única prueba de que la idea podría funcionar proviene de los estudios con animales que evidencian que un vector lentiviral semejante a la PTI es capaz de interferir con el VIH y, en consecuencia, inhibir su replicación.

Reconoce Weinberger que un tratamiento como este, con capacidad de infección, plantea preocupaciones desde el punto de vista ético y, por este motivo, está colaborando con expertos en bioética para examinar con más detalle los aspectos únicos relacionados con el uso de las PTI.

El equipo de investigadores comenta que cualquier investigación referente al empleo en humanos de esta posible tecnología tendrá que hacerse con precaución, para analizar la seguridad genética del uso de un vector lentiviral que puede insertarse por sí mismo en las células humanas y también para comprobar cómo evolucionaría la PTI: tanto si es posible que los ‘portadores’ la eliminen como si pudiera tener alguna interacción no prevista con el sistema inmunitario humano.

En particular, los estudios con animales tendrán que probar si estas partículas podrían, paradójicamente, potenciar la replicación del VIH, u ocasionar mutaciones en las células humanas.

Este trabajo ha sido financiado con una beca de la Fundación Bill y Melinda Gates y un Premio Director’s Innovators de los NIH concedido a Leor Weinberger.

Referencia: Metzger VT, Lloyd-Smith JO, Weinberger LS. Autonomous targeting of infectious superspreaders using engineered transmissable therapies. PLoS Computational Biology. 2011 March 17.

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).

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