Solo la cuarta parte de los niños con unos niveles elevados de colesterol cambiaron su terapia anti-VIH, y apenas un puñado recibieron estatinas u otros fármacos para reducir las concentraciones de lípidos.
El equipo de investigadores mostró su preocupación porque “no se ha publicado ninguna directriz acerca de qué niveles de lípidos deberían hacer recomendable la intervención farmacológica en la población infantil con VIH”.
Las altas concentraciones de colesterol son habituales entre adultos y niños con VIH. Tienen diversas causas, entre ellas, los efectos secundarios de algunos fármacos antirretrovirales.
Los niños con VIH han de tomar una terapia antirretroviral de por vida y el tener unos niveles elevados de colesterol puede aumentar el riesgo, a largo plazo, de sufrir una enfermedad cardiovascular. Este problema es una causa cada vez más importante de enfermedades graves y muertes en pacientes seropositivos.
En consecuencia, un grupo de investigadores del estudio US PACTG 219C decidió determinar la prevalencia, incidencia, curso clínico y manejo de las concentraciones elevadas de colesterol en la población infantil con VIH.
La inscripción en este estudio tuvo lugar entre los años 2000 y 2006 y el seguimiento final se produjo en mayo de 2007. Los 2.581 niños inscritos en el ensayo fueron monitorizados a intervalos de tres meses.
Se consideró que tenían un nivel de colesterol elevado prevalente si su concentración era de 220 mg/dL (5,68 mmol/L) o superior en el momento de ser inscritos en el estudio.
Se diagnosticó un alto nivel de colesterol incidente si la concentración era normal al inicio del estudio, pero luego superaba los 220 mg/dL en dos mediciones consecutivas.
La inversión de los niveles de colesterol a los niveles normales se definió como un descenso por debajo de 200 mg/dL (5,17 mmol/L) en dos ocasiones sucesivas.
Un total de 342 niños tenían una alta concentración de colesterol cuando entraron en el estudio y 282 personas desarrollaron niveles de este lípido por encima de 220 mg/dL durante el período de seguimiento.
Aproximadamente la mitad los participantes de cada grupo eran de sexo masculino y de etnia negra.
Pocos niños recibieron terapia con fármacos para reducir el nivel de lípidos: Solo 26 fueron tratados con estatinas y otros nueve recibieron fibratos.
“Fuimos incapaces de determinar el efecto de las estatinas sobre los niveles de colesterol, ya que no disponíamos de suficientes datos de seguimiento de las concentraciones de este parámetro después de que los niños empezaran a tomar estatinas”, señalan los autores. “Tampoco tuvimos suficiente información para determinar durante cuánto tiempo se tomaron las estatinas y si los niños mantuvieron una buena adhesión a este tratamiento”.
Durante los dos años de seguimiento, únicamente el 27% de la población infantil con altas concentraciones de colesterol cambió su terapia antirretroviral.
Algo más de la tercera parte (34%) de los niños con un nivel incidente de colesterol elevado presentó un descenso sostenido de la concentración de este lípido, situándose por debajo de 220 mg/dL.
“La mayor parte de la población infantil con hipercolesterolemia incidente no mostró una resolución de los niveles elevados de colesterol a lo largo de dos años de seguimiento”, comenta el equipo de investigadores.
Una proporción similar (31%) de niños con un nivel inicial de colesterol elevado experimentó una inversión de esa concentración hasta llegar a niveles normales.
Los niños de más de 13 años fueron significativamente más propensos a volver a presentar unos niveles normales de colesterol (cociente de riesgo ajustado [CRA]: 2,4; intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 1,3 – 4,3), al igual que los que cambiaron su terapia antirretroviral (CRA: 2,4; IC95%: 1,5 – 3,9).
“El cambio en el régimen de terapia anti-VIH estuvo relacionado con un descenso en las concentraciones de colesterol, aunque resulta difícil atribuir dicha reducción a un fármaco o familia de fármacos específicos en esta cohorte”, escriben los investigadores.
Los autores de un artículo editorial publicado en el mismo número de la publicación consideran que el estudio pone de relieve “la urgente necesidad de desarrollar directrices dirigidas específicamente a niños con VIH, donde existe la posibilidad de minimizar de forma precoz el riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular”.
Éstos sugieren que la aplicación de una estrategia combinada probablemente permitirá alcanzar los mejores resultados, e incluyen el uso de fármacos antirretrovirales con un buen perfil de efectos secundarios sobre los lípidos “junto con unas intervenciones dinámicas farmacológicas y de cambio de patrones de vida”.
Por último, concluyen: “Las directrices formales constituyen el primer paso crucial para minimizar las complicaciones relacionadas con la enfermedad cardiovascular y maximizar la calidad de vida en esta población vulnerable”.
Referencias: Jacobson DL, et al. Clinical management and follow-up of hypercholesterolemia among perinatally HIV-infected children enrolled in the PACTG 219C study. J Acquir Immune Defic Syndr, online edition, doi: 10. 1097/QAI.0b013e31822203f5, 2011.
Ross AC, et al. Cardiovascular risk in pediatric HIV: the need for population-specific guidelines. J Acquir Immune Defic Syndr, online edition, doi: 10. 1097/QAI.0b013e3182227b016, 2011.
Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).
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