La depresión aumenta el riesgo de progresión de la infección y muerte en mujeres con VIH de Tanzania

La depresión desempeña un papel importante en la progresión de la infección clínica y muerte en mujeres infectadas por VIH-1 en el África subsahariana, según los hallazgos de un estudio retrospectivo publicado en la edición de abril de Journal of Acquired Immune Deficiency Syndromes. El estudio descubrió que la depresión es habitual entre las mujeres con VIH en Tanzania y recomienda examinar en busca de depresión y proporcionar intervenciones psicosociales como parte de un cuidado integral del VIH.

Tom Egwang

Existen cada vez más indicios de que la depresión o el estrés pueden acelerar la progresión de la infección por VIH. La depresión podría alterar directamente las funciones inmunológicas o podría provocar cambios en el comportamiento que resultarían en una falta de adhesión a los regímenes y en una reducción de la ingestión de comida.

Se desconoce la prevalencia de desórdenes psiquiátricos entre mujeres africanas con VIH. Aunque se ha registrado depresión en el 46% de los hombres y mujeres ugandeses con VIH y en aproximadamente el 30% de las mujeres ruandesas con VIH, existe una escasez de estudios que relacionen depresión y progresión de la infección clínica por VIH en países en desarrollo. Un equipo de investigadores de Tanzania y EE UU ha abordado este tema.

El estudio estuvo anidado dentro de un ensayo de reparto aleatorio con control sobre el uso de suplementos vitamínicos en mujeres embarazadas. A las mujeres se les ofreció la realización de pruebas del VIH y se inscribieron en el ensayo entre abril de 1995 y julio de 1997 en clínicas antenatales seleccionadas en Dar es Salaam (Tanzania). La tasa de personas con VIH fue de un 13% (1.819/14.000) y 1.078 mujeres con VIH-1 recibieron seguimiento hasta junio de 2003.

Los criterios de medición primarios del estudio “madre” incluyeron las tasas de transmisión vertical, resultados de los embarazos, progresión de la infección por VIH y mortalidad entre mujeres y niños nacidos en el estudio. Novecientas noventa y seis mujeres con al menos una medida de depresión determinada durante el embarazo o más de doce meses tras el parto, fueron elegibles para el estudio de depresión. La depresión posparto fue eliminada al excluir los datos de depresión reunidos entre el parto y los doce meses siguientes.

Las mujeres recibieron un seguimiento mensual y posteriormente trimestral durante aproximadamente de seis a ocho años tras el diagnóstico del VIH. Los datos de supervivencia y mortalidad se reunieron mediante la búsqueda de los participantes si se saltaban una visita clínica. Una mujer era clasificada como viva en el día del contacto si un visitante domiciliario declaraba haber hablado con ella o haberla visto.

Unos dos meses tras la inscripción, cada seis meses hasta 2001 y cada doce meses después, se suministró un cuestionario psicosocial para valorar los síntomas de depresión/ansiedad basándose en ocho de la escala de 25 puntos de la Lista de Síntomas de Hopkins (HSCL-25). Un estudio previo con esta población validó la utilidad de la subescala de ocho puntos para valorar la depresión. Para valorar el apoyo social entre los pacientes, se empleó una escala de apoyo social, basada en un cuestionario de 10 puntos sobre apoyo emocional o afectivo (seis) y material o instrumental (cuatro).

Una enfermera psiquiátrica proporcionó counselling individual en la clínica y facilitó un grupo de apoyo entre iguales semanalmente para mujeres que necesitaran o solicitaran counselling por síntomas depresivos o ansiedad. A las mujeres se las animó a visitar la clínica de estudio si se encontraban enfermas o necesitaban counselling.

La edad media de las mujeres fue de 25 años. Aproximadamente el 37% de ellas eran pobres, el 76% había completado entre cinco a ocho años de educación formal, el 73% no tenía empleo y aproximadamente el 90% estaban casadas o cohabitaban con una pareja. En el momento de la inscripción, 82%, 17% y 1% de las mujeres tenían estados de la infección I, II y III (según la clasificación de la OMS), respectivamente. Aproximadamente el 31%, 57% y 12% tenían recuentos de células CD4 de 500 células/mm3 o superiores, entre 200 y 499 células/mm3 y <200 células/mm3.

Las mujeres (n=996) con al menos una medida de depresión elegible recibieron un seguimiento durante unos seis años y completaron una mediana de cinco valoraciones de depresión. Más de la mitad de las mujeres (556) puntuó por encima del umbral de depresión al menos una vez durante el seguimiento. Aproximadamente el 20% de las mujeres acudió a una sesión de grupo (mediana = seis sesiones, rango 1-68 sesiones) y el 29% recibió counselling individual (mediana = cinco sesiones, rango 1-45 sesiones).

Fue interesante valorar la depresión en mujeres con VIH que acababan de recibir los resultados de la prueba del VIH. Aproximadamente el 43% (380/891) de las mujeres con valoraciones antenatales estuvo deprimida al inicio mientras que aproximadamente el 45% estuvo deprimida durante el seguimiento doce meses después del parto. Entre aquellas que estaban deprimidas en algún grado, en torno al 37% estaba deprimida en el periodo anterior al parto y más de doce meses después del parto.

El estado inmunológico al inicio estuvo relacionado de forma independiente con la progresión clínica y mortalidad durante el seguimiento, como se esperaba. Las mujeres que al inicio tenían un recuento de CD4 inferior a 200 o entre 200-500 células/mm3 fueron más propensas a progresar clínicamente o morir que aquéllas con recuentos de CD4 superiores a 500 células/mm3.

La depresión estuvo relacionada significativamente con un mayor riesgo de diagnóstico de un estado II/IV de la infección según la clasificación de la OMS (cociente de riesgo [CR] = 1,61, intervalo de confianza del 95% [IC95%] 1,28-2,03). El counselling o acudir a grupos y un bajo apoyo social al inicio no estuvieron relacionados de forma significativa con el progreso de la infección. Sin embargo, el bajo nivel de educación estuvo relacionado con el progreso de la infección (menos de cinco años: CR =1,68; IC95%: 1,10-2,58; 5-8 años: CR = 1,43; IC95%: 1,02-2,01). Las mujeres que trabajaban en oficinas tuvieron un mayor riesgo (CR = 1,63; IC95%: 1,02-2,58) mientras que las mujeres que trabajaban como profesionales tuvieron un riesgo significativamente menor de progresión clínica (CR = 0,45; IC95%: 0,22-0,92).

La depresión estuvo significativamente relacionada con un mayor riesgo de muerte (CR = 2,65; IC95% 1,89-3,71). Esta relación fue independiente del estado de la infección y del recuento de células CD4 al inicio. En lo referente a la progresión clínica, no hubo relación entre muerte y counselling o acudir a grupo de apoyo y bajo apoyo social. Se observó la misma relación con la ocupación, pero la significación estadística fue sólo marginal.

La depresión no es sólo habitual, sino que supone un factor de predicción independiente de progresión de la infección y muerte entre mujeres africanas con VIH, concluyen los autores. Esto pone de contraste la urgente necesidad de realizar estudios adicionales para valorar la eficacia de las intervenciones psicosociales a la hora de prevenir o retrasar la progresión de la infección.

La implicación política es que, junto con el tratamiento con fármacos antirretrovirales, la gestión de la depresión y los desórdenes psiquiátricos debe ser una parte integral del conjunto de cuidado sanitario que se proporciona a todos los pacientes con VIH.

Referencia: Antelman G et al. Depressive symptoms increase risk of HIV disease progression and mortality among women in Tanzania. J Acquir Immune Defic Syndr 44: 470-477, 2007.

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).

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