Nuevos casos de transmisión sexual de la hepatitis C entre hombres gais con VIH

Pese a ser recomendado por las guías clínicas, pocos centros hospitalarios repiten el cribado del VHC en esta población de pacientes

Juanse Hernández
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Un nuevo estudio cuyos resultados han sido publicados en la edición electrónica de la revista Clinical Infectious Diseases ha hallado una elevada incidencia de infección por el virus de la hepatitis C (VHC) en hombres con VIH que practican sexo con otros hombres (HSH) en Estados Unidos. Se trata de la incidencia más alta (1,6%) jamás observada en investigaciones realizadas en HSH con VIH en el país norteamericano.

Aunque es bien sabido que la hepatitis C es una infección de transmisión principalmente sanguínea y que el uso compartido de material de inyección de drogas es el principal factor de riesgo, existen cada vez más indicios de que, en el caso de los HSH con VIH, podría asociarse a prácticas sexuales de alto riesgo. En concreto, los casos de infección por hepatitis C en HSH con VIH se han relacionado con factores de riesgo tales como prácticas sexuales sin preservativo (por ejemplo, sexo anal traumático o fisting –introducción parcial o total de la mano en el ano de la pareja–), sexo en grupo, empleo de drogas no inyectables e infecciones de transmisión sexual [ITS] concurrentes (véanse La Noticia del Día 21/02/2011 y 07/06/2011).

La mayor parte de la evidencia científica de transmisión sexual de la hepatitis en hombres que practican sexo con otros hombres con VIH procede de grandes ciudades europeas. No obstante, también han sido comunicados casos de infecciones agudas por VHC –no asociados al uso de drogas inyectables- en hombres gais y bisexuales en Nueva York y otras ciudades estadounidenses. Sin embargo, las bajas tasas de cribado del VHC en el momento del diagnóstico del VIH hacen difícil evaluar de forma precisa la incidencia de hepatitis C en HSH con VIH en Estados Unidos.

El Instituto Fenway en Boston atiende a un gran número de hombres gais y bisexuales con VIH. La prevalencia de uso de drogas inyectables comunicada por los propios pacientes es baja, por debajo del 3%. Por esta razón, los investigadores consideran que su cohorte ofrecía “una oportunidad única para explorar la epidemiología del VHC en una población de pacientes previamente percibidos como de bajo riesgo”.

Los especialistas del Instituto Fenway diseñaron un estudio retrospectivo en el que incluyeron a todos los hombres con VIH que habían cumplido, como mínimo, con dos citas clínicas entre junio de 2008 y junio de 2009. Se recopilaron datos extraídos de los historiales médicos para determinar la prevalencia e incidencia de la infección por VHC entre 1997 y 2009. Asimismo, se examinaron los factores asociados con la prevalencia y la incidencia de la hepatitis C.

Un total de 1.160 hombres con VIH se incluyeron en el estudio, de los cuales 1.059 (91%) tenían, al menos, el resultado de una prueba de anticuerpos del VHC. Los hombres que indicaron mantener relaciones sexuales con otros hombres como único factor de riesgo de infección por VIH tuvieron más probabilidades de que se les realizara la prueba de la hepatitis C que los varones que informaron tanto de mantener relaciones con otros hombres como de utilizar drogas inyectables (p <0,01). Los hombres con carga viral del VIH detectable también fueron más propensos a que se les efectuara el cribado de la hepatitis C que los que tenían la carga viral indetectable (p= 0,01).

El cribado inicial halló que 64 hombres (6%) estaban coinfectados por el virus de la hepatitis C.

De entre los 995 hombres que dieron negativo en la prueba inicial de la hepatitis C, a 616 (62%) no se les volvió a repetir a la prueba
. Los participantes que tuvieron más probabilidades de que se les realizara con posterioridad el test de detección de la hepatitis C fueron aquellos que presentaron carga viral del VIH detectable (p <0,01).

Los investigadores sugieren que esta baja tasa de repetición de la prueba de la hepatitis C podría ser debida, en parte, a la percepción subjetiva de los profesionales sanitarios de que sus pacientes tienen un bajo riesgo de infección por VHC.

Los 379 pacientes a los que se les repitió la prueba proporcionaron 1.408 persona-años de seguimiento. En total, un 6% se infectó por el VHC, lo que supone una incidencia de 1,6 por 100 persona-años de seguimiento.

El uso de drogas inyectables fue comunicado por una tercera parte de aquellos con hepatitis C crónica y aguda. Un 46% indicó el uso de drogas no inyectables y un 16% afirmó no consumir ningún tipo de sustancia. La cocaína fue la droga no inyectable más ampliamente consumida. La mayoría de los pacientes coinfectados contaba en su historia médica con, al menos, una infección de transmisión sexual.

En comparación con los HSH con hepatitis C a nivel basal, los nuevos casos de infección por VHC se dieron en hombres más jóvenes (37 frente a 44 años; p <0,01), que tenían una mayor probabilidad de haber padecido otras infecciones de transmisión sexual (87% frente a 64%; p= 0,04).

“Nuestros hallazgos respaldan la evidencia científica cada vez mayor de que la epidemiología de la infección por VHC puede estar cambiando entre los HSH con VIH en Estados Unidos”, comentan los autores. Y añaden: “Ante la ausencia de uso de drogas inyectables, las conductas sexuales de alto riesgo parecen desempeñar un papel importante en la transmisión de la hepatitis C”.

A 26 de los pacientes coinfectados por VIH y hepatitis C se les realizó una biopsia de hígado. Los resultados mostraron que un 50% tenía ausencia de fibrosis o fibrosis leve y un 31%, enfermedad hepática avanzada o cirrosis.

A un total de siete hombres con infección aguda por VHC se les administró la terapia contra el virus hepático y seis lograron respuesta virológica sostenida, lo que se considera la curación de la hepatitis C. También lograron una respuesta virológica sostenida 7 de 15 hombres con infección crónica por VHC que se sometieron al tratamiento.

En sus conclusiones, los investigadores afirman que los hombres gais y bisexuales con VIH deberían efectuarse la prueba del VHC una vez al año. Por otro lado, recomiendan que los HSH con VIH que utilizan drogas recreativas y/o realizan prácticas sexuales de riesgo deberían recibir educación específica para reducir el riesgo en este tipo de prácticas, dado que las intervenciones preventivas resultan cruciales pero fundamentales para frenar la propagación del VHC.

¿Serían extrapolables los resultados de este estudio a España? Probablemente sí. Las directrices de tratamiento del VIH españolas aconsejan realizar el cribado del VHC a todos los pacientes tras recibir su diagnóstico de VIH.

Sin embargo, a pesar de que algunas directrices de tratamiento, como las de la Sociedad Europea del Sida (EACS, en sus siglas en inglés), recomiendan encarecidamente repetir la prueba de detección del VHC cada año en los pacientes con VIH en situación de alto riesgo, el hecho de que, en general, no se haga de forma rutinaria en España muestra, una vez más, una posible brecha entre las recomendaciones oficiales y la práctica clínica diaria. En parte, ello es debido a las dificultades y obstáculos que médicos y pacientes encuentran para hablar sobre sexo y prácticas sexuales en la consulta.

Los resultados de este y otros estudios parecidos ponen también de ma
nifiesto la necesidad de intensificar, a escala comunitaria, las intervenciones educativas sobre la transmisión sexual del VHC y los esfuerzos preventivos dirigidos a los hombres que practican sexo con hombres, en general, y a aquellos con VIH, en particular.

Fuente: Elaboración propia / Aidsmap.
Referencia: Garg S, et al. Prevalent and incident hepatitis C virus infection among HIV-infected men who have sex with men engaged in primary care in a Boston community health center. Clin Infect Dis, online edition, 2013.

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