Un estudio estadounidense, cuyos resultados se han publicado en la revista JAIDS, ha revelado que las personas con el VIH con problemas de insomnio tienen un riesgo un 65% mayor de padecer un infarto de miocardio -o ataque cardiaco- de tipo 2 (el que se produce por un desequilibrio entre el suministro y la demanda de oxígeno; asociado a hipertensión arterial, sepsis o consumo reciente de sustancias), pero no un infarto de tipo 1 (infarto espontáneo debido a un evento coronario primario, como la rotura de placa o el desgarro de una arteria), en comparación con las personas con el VIH sin problemas para conciliar el sueño o permanecer dormidos.
Diversos estudios han puesto de manifiesto que las personas con el VIH experimentan con frecuencia problemas de insomnio (véase La Noticia del Día 18/03/20). Por otra parte, la investigación en personas sin el VIH ha constatado que los problemas persistentes del sueño podrían estar relacionados con un mayor riesgo de sufrir un infarto de miocardio.
Para ofrecer más evidencia sobre la posible relación entre el insomnio y el riesgo de infarto de miocardio en personas con el VIH, un equipo de investigadores estadounidense de cinco grandes clínicas del VIH (de Alabama, California, Carolina del Norte y el Estado de Washington) de la red de sistemas clínicos integrados (CNICS, en sus siglas en inglés) realizó un estudio de cohorte longitudinal, que tuvo en cuenta si los participantes desarrollaban un infarto de miocardio de tipo 1 o 2 (o ninguno), de los cinco tipos existentes.
El infarto o ataque cardiaco de tipo 1 se produce porque las arterias que suministran sangre al músculo cardiaco se estrechan debido a la acumulación de grasa, colesterol y otras sustancias que, en conjunto, se denominan placa. Cuando se rompe de forma espontánea una placa en una arteria del corazón, se forma un coágulo alrededor de la misma. Este coágulo puede reducir o bloquear el flujo sanguíneo de la arteria al músculo cardiaco. Entonces, el corazón se puede quedar sin oxígeno y nutrientes. Cuando esto ocurre, el corazón se lesiona y algunas de sus partes comienzan a morir.
El infarto de tipo 2 se produce por el desequilibrio entre el aporte y la demanda de oxígeno del músculo cardiaco y es secundario de otras enfermedades agudas. El flujo de sangre oxigenada que llega al músculo cardiaco se reduce significativamente debido a una enfermedad de las arterias coronarias junto a otros factores concomitantes, como ritmos cardiacos anormales, anemia grave o grandes cambios repentinos en la presión arterial. Se puede desencadenar por las consecuencias de una infección bacteriana grave, el estrechamiento repentino de los vasos sanguíneos por el consumo de drogas estimulantes y los bajos niveles de oxígeno.
El estudio se llevó a cabo entre 2005 y 2018 y en él se incluyó a 12.448 participantes con el VIH, a los que se realizó un seguimiento durante unos cuatro años. Al inicio del estudio y, después, cada seis meses (mientras las personas estuvieran en el estudio), los participantes acudieron a las clínicas del VIH y cumplimentaron un cuestionario sobre una serie de temas relacionados con la salud, que incluyeron la calidad del sueño. Los investigadores centraron su atención en los problemas de insomnio. El perfil medio de los participantes al entrar en el estudio fue el siguiente: 43 años de edad, un 84% eran hombres y un 16% mujeres, los principales grupos étnico-raciales fueron blancos (47%), negros (32%) e hispanos (16%); con un recuento de células CD4 de 540 células/mm3; un 95% tomaban tratamiento antirretroviral, un 81% se hallaban en supresión viral, un 37% eran fumadores de tabaco, un 22% comunicaron presión arterial alta; un 16% colesterol anómalo y un 8% diabetes.
Los participantes permanecieron en el estudio un promedio de unos cuatro años. El 57% de ellos declararon tener algún grado de dificultad para conciliar el sueño o mantenerse dormidos. Casi la mitad (48%) de los participantes con síntomas de insomnio los calificaron como molestos. A lo largo del estudio, se produjeron 267 infartos en personas que no habían experimentado ninguno previamente (158 infartos de tipo 1 y 109 de tipo 2).
Los investigadores realizaron un análisis estadístico de sus hallazgos, considerando los posibles aspectos que podrían haber contribuido a un ataque cardiaco. Tras tener en cuenta las enfermedades cardiovasculares preexistentes, el consumo de sustancias estimulantes y otros factores, hallaron que el VIH no estaba asociado a un mayor riesgo de infarto de tipo 1.
Tras un análisis más detallado de los datos, se constató que el VIH probablemente contribuía aumentar en un 65% el riesgo de padecer un ataque cardiaco de tipo 2. Sin embargo, se evidenció que el mal control de la carga viral (es decir, las cargas virales persistentemente detectables) no era el único responsable de la relación entre el VIH y el mayor riesgo de infarto de tipo 2. Al parecer, el impacto del VIH en el corazón se produce de un modo diferente.
En el estudio existían muchos posibles factores adicionales que contribuían a elevar el riesgo de infartos de tipo 2 (aunque nunca fueron tan sólidos desde el punto de vista estadístico como la relación entre el VIH y el riesgo de infarto de tipo 2), entre ellos los siguientes: una respuesta inmunitaria hiperactiva a una infección, generalmente causada por una bacteria (37% de los participantes); un gran aumento o disminución repentina de la presión arterial (10%), complicaciones derivadas del consumo de cocaína y/u otros estimulantes (9%). Pero estos porcentajes suman un 56% de los casos. Es probable que existan otros factores que contribuyan a los infartos de tipo 2 en este estudio.
Los autores analizaron otros posibles problemas que podrían haber contribuido al insomnio y/o a la enfermedad cardiovascular. Examinaron el efecto del trastorno por depresión en el desarrollo posterior de un infarto de miocardio tipo 2, teniendo en cuenta que el insomnio es uno de sus síntomas más frecuentes. Sin embargo, no se registraron suficientes infartos tipo 2 en el estudio que permitieran extraer conclusiones firmes sobre el papel de la depresión como factor favorecedor de un ataque cardiaco. La apnea del sueño no se pudo analizar en el estudio, no pudiéndose evaluar su impacto en el riesgo de infarto de miocardio.
Un estudio independiente y más pequeño ha revelado que algunas personas con el VIH tienen un consumo excesivo de cafeína (procedente del café, el té, los refrescos de cola y las bebidas energéticas) y que este exceso estaba relacionado con el insomnio.
Es importante subrayar el hecho que las personas con el VIH probablemente habrían cambiado sus regímenes varias veces durante el estudio a medida que las directrices de tratamiento evolucionaban y se disponía de nuevos fármacos, generalmente mejor tolerados. Es posible que una minoría muy reducida de personas tuviera problemas de insomnio por la exposición a algunos antirretrovirales, pero esto no es frecuente, ya que los problemas de sueño persistentes habrían llevado a que algunas personas cambiaran sus regímenes antirretrovirales. No resulta probable que exista una relación entre los fármacos antirretrovirales y el riesgo de infarto. Además, el hecho que los fármacos usados en los regímenes de tratamiento antirretroviral hayan cambiado con el tiempo, hace difícil hallar dicha relación a lo largo de este estudio.
Anteriores investigaciones han hallado que, en algunos casos, la exposición al fármaco abacavir se asociaba a un mayor riesgo de infarto, pero dicha asociación se limitó a personas con factores riesgo de cardiopatía preexistentes (enfermedad renal, el tabaquismo, el uso de drogas inyectables y/o el consumo de cocaína). Las directrices de tratamiento actuales advierten a los médicos sobre el uso del abacavir y ya no se utiliza de forma generalizada.
Por otra parte, al menos un gran estudio en personas sin el VIH ha revelado que el uso de una clase de fármacos para dormir, llamados fármacos Z -que incluyen zopiclona, zaleplon y zolpidem-, como mínimo tres veces por semana, estaría relacionado con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares graves (infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, etc.). Lamentablemente, en el presente estudio no había datos al respecto.
Un estudio previo de 11 años de duración que incluyó a unos 3.000 participantes con el VIH de larga duración obtuvo unos resultados similares a los del presente estudio (un riesgo un 64% mayor de padecer un ataque cardiaco en personas con insomnio).
Los investigadores no están seguros de por qué el insomnio es frecuente en los estudios de personas con el VIH. Tal vez esté asociado a problemas de salud mental subyacentes o a factores de carácter psicosocial, o bien a las lesiones cerebrales y nerviosas por la exposición a las proteínas producidas por las células infectadas por el VIH. El cerebro parece ser un reservorio para el VIH, incluso en personas que utilizan la terapia antirretroviral, por lo que esta idea de que el VIH afecta de alguna manera a la salud del cerebro (y al sueño) a largo plazo es plausible. El tiempo que tardaron algunos participantes en iniciar el tratamiento antirretroviral y lograr una carga viral indetectable -que en algunos casos fue de años- habría expuesto el corazón, los nervios y el cerebro a niveles relativamente altos de las proteínas dañinas del VIH.
Un estudio estadounidense independiente y más amplio, que contó con unos 28.000 participantes adultos con el VIH, ha investigado los infartos de tipo 1 y 2 que se produjeron entre los años 2000 y 2019. Registró 462 infartos de tipo 1 y 413 de tipo 2. Aunque los infartos de tipo 1 se pueden producir a cualquier edad, incluso en adultos jóvenes, los investigadores hallaron que el riesgo aumentaba con la edad. Las personas de 50 años o más tenían un riesgo mayor de infarto de miocardio de tipo 1 que las más jóvenes. Entre las personas menores de 40 años, el riesgo de infarto de tipo 2 era mayor que el riesgo de infarto de tipo 1.
Como conclusión, los investigadores señalan que es preciso realizar más investigación que analice la salud a largo plazo de las personas con el VIH para comprender mejor los posibles factores que contribuyen al desarrollo de enfermedades cardiovasculares e infartos. Se deben abordar los problemas persistentes del sueño en la población con el VIH porque menoscaban su calidad de vida y porque pueden tener graves consecuencias para su salud.
Fuente: Catie / Elaboración propia (gTt).
Referencias: Luu BR, Nance RM, Delaney JAC, et al. Insomnia and risk of myocardial infarction among people with HIV. JAIDS. 2022; in press.
Crane HM, Nance RM, Whitney BM, et al. Brief Report: Differences in types of myocardial infarctions among people aging with HIV. JAIDS. 2021 Feb 1;86(2):208-212.
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