Han pasado tres años desde que di positivo al VIH y todo en mi vida se ha ido calmando. Ahora, empiezo a salir de una burbuja en la que he estado immerso, malviviendo bajo el efecto de los antidepresivos y los ansiolíticos para poder llevar tanto dolor.
Hoy, me miro al espejo y veo que nada ha cambiado. Sigo trabajando con mi pareja. Tengo unos días mejores y otros peores, y no es por culpa de mi intruso [el VIH], para nada. Es mi mente la que, a veces, tiene miedo e incluso siente asco de mí. Quisiera volver a ser como antes, con ganas de ir al gimnasio y ponerme guapo. Ahora, casi no hago deporte y apenas tengo ganas de practicar sexo. Ya no es como en el pasado. Actualmente, el sexo pocas satisfacciones me da.
Mi pareja está muy enamorada, pero a veces pienso que sería mejor que volara a su suerte lejos de mí. Yo no estoy por lo que tengo que estar. Cada día enciendo una vela para iluminar a los científicos y para que no cese la búsqueda de la cura que tanto ansiamos.
Un beso muy grande para todos vosotros que lucháis como yo cada día.