En ese entonces, con 30 años de edad, un hijo de 6 años y soltera, sentí pánico, ¡pensé que me iba a morir y que iba a dejar a mi hijo solo! Esa era mi preocupación; como desconocía totalmente el tema, me asusté mucho, el mundo se me vino encima. No quería que mis padres se preocuparan, pero, claro, era imposible. Para cuando les dije [que tenía el VIH] ya me había informado algo, así que, con la mayor entereza que pude, se lo comuniqué y, bueno, como cabía esperar se pusieron muy tristes, pero afortunadamente me apoyaron. Aunque ya no vivía con ellos, siempre estaban ahí para mí.
Les cuento brevemente cómo contraje el virus. Me casé a los 26 años y me divorcié 5 meses después. A los 3 años y medio del divorcio, me llamó mi exsuegra y me dijo que mi exmarido estaba muy grave en el hospital: tenía sida. Fue como un balde de agua fría. No, un balde de hielos. Fui y me hice la prueba [del VIH] y salió positiva.
Seguí adelante. Comencé mi tratamiento, al principio tomaba alrededor de 17 pastillas diarias y eso me causó un trastorno en mi alimentación. Subí mucho de peso, la comida me sabía horrible y así estuve como unos 4 meses, hasta que mi cuerpo se acostumbró y ya pude tomar las pastillas sin sentir tanto malestar. La ciencia ha cambiado muchísimo. Después tomé solamente 3 pastillas diarias y ahora una sola.
Se dice muy fácil, pero fue muy muy pesado hasta que llegó la aceptación. Yo seguía trabajando y sacando a mi hijo adelante. Un tiempo después, conocí a una persona, pero yo no tenía nada que ver con ella sexualmente. No quería comentarle mi situación hasta que me pidió matrimonio y, bueno ahí le comenté y le dije que entendería si él se quería alejar, pero no fue así, me aceptó. Yo me puse muy contenta, Dios me había dado otra oportunidad. Lamentablemente no duró para siempre, ya que llevo 4 años divorciada. Y me dije: ahora a darle vuelta a la página y seguir adelante.
Pero en ese momento es cuando me di cuenta de mi realidad. Conocí a una persona que para mí era muy muy especial. Todo lo que había esperado durante mi vida lo tenía él. Nos enamoramos perdidamente y me propuso matrimonio y le tuve que decir lo que tenía. Nosotros no habíamos tenido intimidad, así que no habría sido necesario comentarlo, pero yo creí que, como me amaba, lo iba a entender y lo podría aceptar. Le pedí que lo revisara con el infectólogo, pero me dijo que no iba a correr ningún riesgo. Ahora estoy muy triste, pero me doy cuenta de que para quien no tiene este virus es muy complicado entendernos.
Para mí ya no es problema el medicamento, mi vida laboral, mi casa y mi familia son totalmente normales. Mi hijo ya tiene 21 años (gracias a Dios está bien) y me apoya, pero lo que no he tenido nada fácil es la parte sentimental.
Así fue como di con esta página y sigo adelante.