Pero no fue así. Mi cuerpo resistió. Una suerte de rebeldía genética hizo que no necesitara medicamentos los primeros 12 años. En 2006 comencé la terapia, aún con un estado óptimo de salud, pero por consejo e insistencia de mi infectólogo.
Nunca supe si fue lo correcto, pero lo cierto es que quizás gracias a esa medicación hoy me encuentro saludable, con proyectos, con fuerzas.
No han sido fáciles estos 25 años. Los primeros llenos de incertidumbre y miedo, me negaba a planear mi vida. Luego, ya habiendo aceptado el desafío de VIHVIR, negándome al amor. Al final pasé todo, me enamoré muchas veces, viví aventuras inolvidables, amé con todas mis fuerzas. Me arriesgué, viajé, me perdí, me encontré, me caí, lloré y me levanté más fuerte.
Hoy a mis 45 años, con más camino transitado como seropositivo que sin serlo, puedo estar más que satisfecho por lo logrado. Me veo bien, voy al gym, siempre me dan menos edad de la que tengo (esto va para aquellos que creen que el VIH los estropeará), trabajo, estoy considerando comenzar mi tercera carrera universitaria y con ganas de apostar de nuevo al amor.
El VIH no pudo ni podrá detenerme jamás. Sé que moriré de viejo, quizá escribiendo mis andanzas, compartiendo con otros el enorme desafío, la increíble aventura que fue VIHVIR.
Sean felices, no se detengan. El VIH es un virus perfectamente tratable. Que no les gane el miedo. Arriésguense a seguir soñando. Abrazos desde Baires.