En ese momento pensé hasta en morir. Tenía novio en ese entonces y el salió negativo. Tenía muchas preguntas. ¿Cómo lo obtuve si era una niña de buena familia y mi ex era un chico sano? En ese tiempo, solo lo sabía mi mamá y mi novio. Me hicieron muchos exámenes en clínicas privadas. Contaba con un buen seguro médico. Recuerdo que la enfermera me miraban raro y eso me hacía sentir muy mal. Me decía que por qué a mí si tenía todo en la vida.
Me vieron varios médicos, me tuvieron años sin tratamientos porque tenía una carga viral baja. Pasó el tiempo. Lo dejé con mi novio. Después me enteré de que mi primer novio se había enfermado y estaba grave. Lo contacté y le dije que fue él quien me lo transmitió y me dijo que sí. Desde entonces tuve novios que me dejaban porque querían casarse, tener hijos y se quejaban por usar condón.
Mi madre falleció, me fui a otro país, me olvidé del VIH. Hace un año regresé a mi país natal y juré en la tumba de mi madre que iba a luchar. Me vi en privado con una doctora y empecé el tratamiento. No lo van a creer, pero nunca he tenido síntomas del VIH. Me veo sana. Nadie pensaría que tengo eso.
Decidí cuidarme porque quiero ser feliz, lo merezco. No pedí esta vida. A veces me siento mal del estómago y desde que mi mamá falleció tengo ataques de pánico, pero ahí voy con mi tratamiento. Y sola, sin novio. El último me dejó. Pero sé que llegará alguien.
Otra cosa, tengo 37 años, pero me veo de 28. Quisiera tener amigos y saber cómo hacen para los malestares del tratamiento. Tengan fe. Duré años sin tratamiento, Dios me dio otra oportunidad. Mi médico dice que puedo ser de ese pequeño porcentaje de personas que no desarrolla la enfermedad.
¡Luchemos! ¡No dejemos que el VIH nos quite los sueños!