¡El VIH no es el fin del mundo!

David

Todo comenzó a finales de 2020, cuando empecé a sentir unos bultos (ganglios inflamados) en el cuello y unos dolores muy fuertes de cabeza. Empezó por uno y al tiempo fueron saliendo varios. Me realicé un TAC, una placa de tórax, una ecografía en el cuello y todo aparentemente estaba normal.

La médica que me atendía me recomendó realizarme la prueba del VIH; siempre me la realizaba una vez al año por control, me la había realizado en enero de este año. Sin embargo, a diferencia de las veces anteriores, esta vez me llamaron para repetírmela y ahí sospeché que algo no andaba bien. Al pasar el tiempo me entregaron los resultados y salí positivo. Inmediatamente me mandaron todos los exámenes de serología y de laboratorio correspondiente y pues únicamente salió reportado el VIH.

Recibí la noticia solo y en febrero inicié el tratamiento con una pastilla diaria. Las primeras noches no podía dormir bien por el estrés, la preocupación y tuve unas semanas en las que tuve problemas estomacales fuertes, mientras el cuerpo se adaptaba al medicamento.

Dos meses después de la medicación salí indetectable. El medicamento ha sido una rutina más. Decidí no contar de mi condición médica más por un tema de estigma, he confiado en Dios y la verdad hay días en que ni me acuerdo en la situación que estoy, sólo cuando llega la hora de tomar la medicina.

Hay que ser fuertes, saber que la mejora y estabilidad dependen de nosotros mismos, de seguir las indicaciones médicas, tomar la medicina a tiempo y tratar de llevar una vida saludable.

Recomendaría creer en algo; sin importar sus orientaciones religiosas en Dios, el universo, la energía, el cosmos o lo que sea, pero tener siempre fe y no darse por vencido.

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