Veamos, empiezo por el principio: soy suramericano, profesional, que llegó a este país en busca de protección, por lo que pedí asilo político; este infructuoso trámite duró 3 años, pero finalmente me lo negaron. Durante ese tiempo, seguí con mi vida homosexual y por ese ingenuo e incauto instinto que traía de mi país, me dejé infectar.
La reacción cuando me dieron el diagnóstico fue de incredulidad porque sólo un año antes me había hecho el examen y había sido negativo. Sin embargo, el médico de cabecera me aseguró que era verídico y real, que había sido infectado recientemente y que tendría que asumirlo con toda fortaleza.
Créanme: aunque el principio fue de mucho llanto y tristeza (tal vez porque estaba completamente solo en este país), tenía que seguir con mi vida y no podía permitirme el lujo de hundirme y dejarme morir. Por mi madre, mis hermanos y sobrinos que son lo más importante de mi vida, por todos ellos debía luchar contra la depresión que estaba carcomiéndome por dentro. Comuniqué a mi familia lo que me pasaba, excepto a mi madre, y como era de esperar, recibí todo el apoyo moral que necesitaba en ese momento.
Hoy, cuando ha pasado más de un año desde esa infausta noticia, mi organismo y mi psiquis han aprendido a asimilar la enfermedad como quien tiene una gripe; y ha sido tanto el positivismo que he irradiado a mi cuerpo que en cada control, el gentil médico virólogo tratante se sorprende de cómo suben mis defensas y la infección ha ido en descenso, hasta el punto que no he necesitado de medicamentos y según él, si sigo así, posiblemente podrán pasar muchos años, sin tener que tomar la medicación antirretroviral. Esto, por supuesto, ha alegrado aún más mi vida.
Me siento con más ganas de vivir, de seguir luchando y de seguir con mi sueño de poder un día radicarme y legalizar mi situación en este país, al que considero como mi segunda patria, pues aquí he recibido un apoyo médico excepcional y un apoyo moral que no hubiera podido obtener en mi país de origen. Así que, gracias por permitirme exponer mi caso y a aquell@s que lean esta historia y sientan que el mundo se ha acabado para ell@s, les animo a que salgan de ese craso error y que tengan en cuenta que nada sucede en nuestras vidas que no haya sido descrito previamente por el destino y que de nosotr@s depende asumir con valor y entereza todas las vicisitudes que se nos presentan a lo largo de esta corta, pero hermosa vida que Dios nos ha regalado.
Os quiero felicitar por la forma tan científica, seria y veraz con la que han acogido, abordado y desarrollado este importante tema de salud, dándole un matiz profundamente humano que es lo más importante.
Gracias.