Quizá sea porque, en estos días, se me han planteado dudas y miedos que no tenía resueltos.
Soy una veterana -casi son veinte años desde que me infecté- y tengo que reconocer que soy una afortunada y casi podría decir que me siento una persona sana dentro de mi enfermedad. Es verdad que el sentido de la responsabilidad siempre me ha acompañado, y que la parte biológica siempre la he llevado bastante bien, a pesar de que he pasado momentos muy duros. Hablar de cómo ocurrió en estos momentos no me apetece demasiado, sólo diré que ha sido una consecuencia de la persona que soy ahora.
La parte psíquica ya es otra historia; las secuelas psicológicas siempre están presentes en mi condición de mujer, en sentirme en libertad dentro de mi cuerpo, en poder expresar mis sentimientos, en aceptarme, y eso que me considero una luchadora a pesar de mis miedos y de que intento trabajar continuamente, buscando el equilibrio entre mi interior y exterior, pero supongo que esto nos pasa a la mayoría de los mortales.
Respecto a la parte social, no se ha evolucionado tanto. La mayoría de nosotros no nos atrevemos a "salir de nuestro armario" por las repercusiones que puede acarrear; esos pocos que se han atrevido, son verdaderos valientes, pero la realidad es que la sociedad todavía no está preparada para aceptar con normalidad esta enfermedad. No quiero ser pesimista, sólo son hechos.
Repasando lo escrito, parece que sí soy pesimista y esa no es mi intención, de veras. Somos nosotros los que tenemos que aprender a no discriminarnos y creer que somos personas normales con una enfermedad; la vida nos da cada día una oportunidad y en nuestras manos está aprovecharla. La vida es hermosa y vale la pena arriesgar, y empiezo por decírmelo a mí misma.
A Víctor, porque me gusta como te expresas, y a todos, gracias por vuestro tiempo.