Resido en España desde hace ocho años y, tras una larga lucha interna, acabé aceptando mi homosexualidad.
A pesar de tener a mis espaldas dos relaciones fallidas con chicas, creí que era el momento de emprender una nueva etapa, esta vez con un hombre. Al principio, todo fue muy bien. De pronto, me empezaron a brotar condilomas en la zona anal. Me resistía a pensar que tenía el VIH, aunque al final me lo diagnosticaron; se trataba sólo de confirmar mis sospechas.
No lloré, ni busqué culpables; aunque era consciente del peligro que corría, practiqué sexo poco seguro.
Lo más duro de todo es llevar ya dos años de tratamiento y no poder contarlo a nadie de mi entorno, amigos y familiares. Supongo que no lo asimilarían y me rechazarían.
Siempre he tenido hábitos sanos. No fumo ni bebo alcohol, no trasnocho y, hoy en día, incluso hago deporte. Quiero aferrarme a la vida y, sobre todo, estar bien física y psicológicamente, pues tengo un hijo; quiero que me vea bien, fuerte y especialmente como un padre responsable.
Hoy estoy un poco agobiado, pues la relación con aquel hombre también ha terminado, y lo más triste de todo es que no me he atrevido a contarle que soy portador del VIH. Espero no haberle contagiado, pues llevabamos cuatro años y medio de relación.
Desde el principio yo pedía utilizar el preservativo, y últimamente todavía más.
Ahora que hemos terminado, no me atrevo a pedirle que se haga la prueba del VIH. Le conozco y temo su reacción si supiera que le he contagiado, ya que no sabría afrontarlo con valor y entereza; me responsabilizaría a mí de todo.
Es el momento de cerrar esta etapa de mi vida y abrir una nueva. Tengo la esperanza de encontrar a algún hombre con quien ser sincero desde el principio y recorrer lo que quede de camino a su lado. Quiero que sea sobre todo positivo, luchador y buena persona.
Espero no haberles aburrido, y si me contestan, se lo agradeceré mucho.
Saludos a todos.