Lección de vida

Daniel

Lo conocí por Grindr y me invitó al apartamento donde vivía. Charlamos un largo rato (me sentí bien con el tipo), después de estar juntos, ese día, antes de irme, me dijo que por qué no iba con él y unos amigos suyos a una discoteca. Le dije que no porque debía hacer otras cosas (no lo conocía). Entonces me preguntó: ¿Por lo menos me darás tu número? Obvio que le di mi número de teléfono.

Al día siguiente hablamos un buen rato por WhatsApp y poco después nos volvimos a ver en un centro comercial, donde comimos algo y charlamos de sus cosas y las mías. Al mes, le dije que me gustaba compartir con él y estar junto a él. Tenía 33 hace 4 años (era mucho mayor que yo, en ese entonces yo tenía 18). Lo invité donde vivía. Fueron 3 veces que quedamos y me sentía feliz de su compañía.

En una oportunidad, me presentó a su primo y me hice muy buen amigo de él también. Pasaron los 2 meses y él se alejó por completo (nunca le hice nada malo). Mi preguntaba qué hice para que se alejara. Le escribí y no obtuve respuesta. Un día me encontré a su primo por la calle y me dijo: ¿Oye cómo estás? ¿No te volví a ver con mi primo? ¿Qué pasó? Le expliqué lo que ocurría y entonces me dijo: Bueno, no te debo decir esto, pero mi primo tiene pareja y llevan 3 años juntos. Quizás las cosas no están yendo bien entre ellos dos, pero su pareja ha ido a visitarlo al apartamento.

Lo que su primo me había contado hizo que me pusiera triste y a la vez furioso, ya que, si no quería tener nada conmigo, por lo menos que no hubiese permitido que siguiera con la idea de tener una relación con él. Pasaron 2 meses, era de noche, acababa de llegar de la Universidad y recibí un mensaje de él diciendo: Ven a mi apartamento, quiero hablar contigo. Ese día hablé con su primo. Le conté que me había vuelto a escribir y me dijo que no fuera a verlo que me iba a hacer daño, que no tenía nada que decirme. Traté de hacerle caso.

Pero pasada media hora, me llamó e insistió en que fuera. Lo pensé y me dije: bueno, quizás iré a hablar (quería saber por qué). Tomé un taxi y me dirigí a su apartamento. Llegué y él estaba esperándome. Me abrió la puerta y me saludó después. Me dijo que quería estar conmigo. Le pregunté de qué íbamos a hablar. Me dijo que solo quería sexo. Me fui de su apartamento y dije ¡no más!

Pasaron los años y no volví a saber de él. Me fui a estudiar fuera del país. Y un día me contactó diciendo: Te pienso, te extraño, quiero que me perdones. Quedé en shock, pero me dije que ya no me importaba lo que él dijera. Hablé con él pues no quería ser grosero -por eso me caracterizó y agradezco a mi madre por los valores que me inculcaron-. Hablamos y le dije que no había nada que perdonar, que ya eso pasó, yo tenía mi vida y él la suya.

Después él vino a especializarse a Barcelona y, bueno, cada vez hablamos más (como amigos), ya que a veces extrañaba hablar con él. Hace 6 meses me dijo que llegaba a Bogotá y le dije que vale. Él sabía que yo viajaba al mes siguiente. Le dije que por favor no me dijera más mentiras y que ya fuera sincero conmigo. Viajé y ese día nos vimos, salimos a cenar y confieso que me alegró verlo, pero no sentía lo mismo que hace 4 años. Después me explicó y casi llorando me pidió perdón. Esa noche estuvimos y luego yo me fui al día siguiente. Me llamó para saber si había tomado un taxi.

Después ya no me volvió a hablar, pero sabía que él era así y no le puse problema. Me quedé 10 días en Colombia y viajé. Unas 3 semanas después comencé a sentir dolor de espalda y de cabeza, tuve fiebre, sudoración nocturna y dolor de huesos. Esos síntomas duraron más de una semana, me sentía confundido y me decía que algo no andaba bien. Me realicé la prueba [del VIH] el sábado 26 de octubre y llamé el lunes. La recepcionista me informó que debía volverme a hacer la prueba.

Me puse a llorar, temblaba y estaba de mil colores. Saqué fuerzas para cerrar la puerta del apartamento y salir a tomar un taxi. Llegué a la clínica. No me salían las palabras, únicamente le dije a la señorita que iba a reclamar una prueba y me dijeron que debía volver a realizármela nuevamente. Me sacaron sangre y me dijo la directora que ella me llamaría a la mañana siguiente para avisarme del resultado definitivo. Le dije que debía de ser hoy mismo. Me vio tal preocupación que me dijo: Bueno cariño, hoy te llamo.

Le escribí a él para informarle de que mi prueba [del VIH] había salido reactivo. Vio el mensaje unos minutos después y me dijo: Ya me hice mis exámenes y todo salió bien, adiós. Con él fue el único con quien tuve sexo sin protección (siempre utilizaba preservativo). Su reacción fue sospechosa, ya que, si fuese al revés u otra persona, hubiera reaccionado diferente y más preocupado. Por ignorancia pensamos que el VIH es la muerte, él me contestó muy fría y despreocupadamente. Para mí no había dudas de que fue él. Nunca le he culpado por nada y cada quien debe de cuidarse y es una decisión que tomamos juntos. Estoy completamente seguro de que él sabía que tenía la condición [de VIH+]. También me planteé otra hipótesis y es que él no lo supiera y tampoco lo quisiera admitir por alguna razón.

Bueno, ahora estoy mucho más tranquilo y rodeado de personas magníficas e importantes en mi vida. La vida me ha dado una lección. Me ha hecho más cariñoso con las personas que me rodean (cosa que no era antes), más humano, más sincero, más comprensible y menos orgulloso, pero también más desconfiado con las personas.

Mi consejo es que no confíen en nadie que les hable bonito, confíen en alguien que se gane el privilegio, que se lo demuestre con acciones. Tampoco lloren por nadie que no lo merezca. Valemos mucho más que esa persona o, simplemente, si se aleja, que lo haga, pero no permitan que vuelva, créanme no tiene nada nuevo que decirles.

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