De tales descuidos me vino el gran disgusto en enero del 2001. Cuando me dijeron los médicos que tenía VIH, casi me muero del susto: tenía mis CD4 a menos de 100.
Al principio, solo pensaba en sobrevivir y salir adelante. Cuando me recuperé físicamente, vinieron los problemas psicológicos. Cuando me empecé a encontrar bien y a asumirlo, fue cuando me entró la preocupación sobre cómo iba a volver a enamorarme con la condición de seropositiva que acababa de adquirir. En el aspecto más positivo, encontré el gran amor de mi vida. Jamás pensé que podía enamorarme como lo hice. Él se llamaba Alberto.
Gracias por hacerme recobrar la ilusión. Hoy, día 3 de novienbre, vuelvo a recurrir a vuestros contactos con la esperanza e ilusión de volver a encontrar un amigo, un compañero de viaje. En fin, eso que hace que nuestras vidas tengan realmente sentido: el AMOR.