Recuerdo cómo un 10 de marzo a las 11:30 am aproximadamente me hicieron una prueba [del VIH] en una campaña aquí en Perú, en mi ciudad Trujillo. Hacía apenas 3 días había logrado el más ansiado logro que un joven en Latinoamérica puede lograr que es haber ingresado a una Universidad Pública. [Salí VIH+]. Toda mi felicidad se vino abajo y, desde entonces, me encerré en mí mismo.
No he vuelto a tener intimidad con ninguna mujer porque me da miedo contagiarla o contagiarme de otras cosas, a pesar de ya estar indetectable por el tratamiento [antirretroviral]. Lo más curioso es que cuando voy al centro donde me hago ver y me entregan el medicamento, es raro que las enfermeras y las mujeres que hacen cola para recoger medicamento a veces me digan en medio de una plática o charla (y me ha pasado más de una vez): "Cómo un chico como tu (o sea yo) pudo caer en esta enfermedad". Y, pues, les digo y les comparto gente que para el VIH no hay cara bonita, no por el hecho de que uno es alto, o bien llamativo y simpático [no le va a pasar]: Me paso a mí.
No sé si volveré a tener pareja (mujer), porque desde entonces he entrado en una depresión intensa. Cada vez que he tratado de conocer a una chica (desde hace 10 meses), siempre pienso en mi enfermedad y tiendo a rechazarla. No sé si a alguien más le ha pasado. Me encantaría platicar, al menos si les ha pasado algo similar con alguien.
Es un agrado de dirigirme hacia ustedes y cuídense.